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    domingo, 1 de marzo de 2020

    El Valor de la Solidaridad

    Valores | P. Juan Tomás García, MSC



    Solidaridad

    Lema: “Lo que hicieron con uno de estos mis pequeños, conmigo lo hicieron”.

    Solidaridad-Fraternidad

    El valor a promover de manera intensa, durante el mes de marzo, es la Solidaridad. Este valor se cultiva a partir de la sensibilidad que tenemos frente a la situación de nuestros hermanos, sobre todo cuando pasan necesidad. Para los seguidores de Jesús, la solidaridad se supera, viviendo la fraternidad ante toda miseria humana. No somos extraños que nos entre cruzamos por las calles, somo hermanos, hijos de un mismo padre bueno. Nosotros hablamos más de fraternidad que es la expresión evangélica de solidaridad.

    Lo importante para quien sigue a Jesús es aprender de él a vivir la relación con los demás a su favor, movernos en búsqueda de mejorar la vida de quienes a nuestro lado sufren alguna miseria humana que se pueda superar con la participación de todos. Cuando tenemos fe miramos a los que nos rodean con ojos de compasión y los asistimos diligentemente. Recordemos la parábola del rico sin nombre y el pobre Lázaro (Lc 16, 19-31) la falta de atención al pobre hace del rico un desdichado sin posibilidades de arreglo. Jesús apoyándose en sus creencias, quiere hacerles ver, a los fariseos que, si de verdad creyeran lo que predican, no estarían tan apegados a las riquezas, sino que compartirían los bienes. Esta parábola nos dice lo mismo que (Mt 25,34-46) "Porque tuve hambre y no me dieron de comer, tuve sed y no me dieron de beber..."  y si lo hacen conmigo lo hicieron. La indiferencia mata la solidaridad y hace olvidar la fraternidad.

    La Palabra de Dios nos recuerda la necesidad de no hacernos los ciegos. El rico no descubrió a Lázaro que estaba a su puerta con los perros (animal impuro); aunque parece que después sí lo reconoce cuando lo ve en el "seno de Abrahán". Hay que estar atentos a los otros. Vivimos tan distraídos y enfrascados en nuestro hedonismo, que no queremos ver la miseria que existe en el mundo. Y eso que hoy, ni siquiera tenemos que salir a la puerta para descubrirla, porque entra en nuestros espacios todos los días a través de las redes sociales y los demás medios de comunicación social. El mensaje de Jesús nos habla del "Reino de Dios", que consiste en superar todo egoísmo y hacer de toda la humanidad una comunidad de hermanos.

    Dios, Iglesia y Solidaridad

    En nuestra Iglesia, la solidaridad siempre ha sido un valor fundamental, sobre todo, cuando ha sido profesada, vivida y promovida desde la puesta en práctica de ésta entre las comunidades, las familias y la gente en general. Las ideas y discursos que externamos en nuestros foros y discusiones, tienen que traducirse en acciones concretas hacia los más desfavorecidos para que puedan realmente llamarse solidaridad. Y es que la solidaridad cristiana no puede ser nunca la solidaridad de un espectador pasivo que contempla desde lo alto o desde lejos lo que, aparentemente sucede a una distancia que no le compromete. Solidaridad cristiana es la del que se implica, se deja herir e interpelar por todas aquellas situaciones donde se pone en entredicho la dignidad humana o se menosprecian los derechos de los más débiles. Es la solidaridad del que se pregunta por su propia responsabilidad, busca las causas y en qué dirección apuntan esos acontecimientos en nuestra historia; es la del que se implica en los movimientos sociales que reivindican un cambio.

    Jesucristo es la Solidaridad de Dios

    El largo camino de cercanía entre Dios y la humanidad que recoge el Antiguo Testamento, revela las iniciativas que Dios ha tomado en solidaridad con su Pueblo, desde la llamada de Abrahán, la obra de Moisés, el reinado de David, palabra de los profetas y muchos más, hasta llegar a María, la madre de Jesús. Todo el esfuerzo de Dios va dirigido a restaurar una relación de armonía entre Él y los seres humanos, y de los hombres entre sí. Pero la más importante de todas las relaciones de Dios con la humanidad es que Dios envía a su propio Hijo, para restaurar las rupturas y crear una humanidad liberada capaz de superar todo mal, que es la causa de la división y de la indiferencia.

    Jesús vivió su misión solidaria haciéndose hombre, cercano de los más pequeños y humildes, es decir, compartiendo la vida de los seres humanos. Esta es la gran maravilla de la obra de Jesús. Él solo puede llevó a cabo esta misión por medio del amor más transparente, porque Dios quiere el amor solidario para toda la creación. Por eso Jesús se entrega especialmente a los pobres y sencillos, para revelarles en persona el amor que Dios les tiene. Y por eso muere en la cruz de manera completamente injusta, porque los poderosos de su tiempo no lo aceptan.

    ¿Y Nosotros?

    Nuestra tarea misionera de hoy es continuar esa obra de Jesús. Decirles a los últimos de nuestro mundo que son valiosos, porque son amados. Y no solo decirlo, sino mostrarlo a través de un amor que se traduzca en gestos concretos de solidaridad que ayuden a las personas a vivir con mayor dignidad. No se trata de “convertir”, sino de abrir un futuro de esperanza a quienes se sienten ante un muro, ayudarles a construir un camino más humano.

    La palabra solidaridad suscita en muchos el deseo de contribuir a la acogida y a la promoción del prójimo necesitado de ayuda. Pero amplía el contenido de esa necesidad de ayuda más allá de lo material: la solidaridad recuerda sobre todo la idea de la unidad activa en compartir las situaciones de los demás, en sentirse responsables de cuanto de penoso ocurre a los hermanos, en proyectar y realizar un socorro eficaz. También en la implementación de nuestro Plan Nacional de Pastoral tenemos que mirar las necesidades comunitarias y solidarizarnos con aquellas diócesis, parroquias y sectores que necesitan ayuda para echar adelante las distintas estructuras, etapas e implementaciones del Plan de Evangelización.

    Con ocasión de la Cuaresma 2020 tenemos una nueva oportunidad de vivir un proceso fuerte de crecimiento y esperanza a través del camino solidario cuaresmal para experimentar con gozo que avanzamos de menos a más en nuestro itinerario comunitario de evangelización y construcción del reino de Dios. Aprovechemos este tiempo para vivir el evangelio, mostrando nuestra solidaridad con los que nos rodean, al estilo de Jesús. ADH 843

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