La Casa Común | Alfonso Esponera
Cerdan, op
El dinero
Hay
algo alarmante en nuestra sociedad que nunca denunciaremos bastante. Vivimos en
una civilización que tiene como eje de pensamiento y criterio de actuación la
secreta convicción de que lo importante y decisivo no es lo que uno es, sino lo
que uno tiene. Se ha dicho que el dinero es «el sÃmbolo e Ãdolo de nuestra
civilización» (Miguel Delibes). Y de hecho son mayorÃa los que le rinden su ser
y le sacrifican toda su vida.
John K. Galbraith, el gran teórico del
capitalismo moderno, describe asà el poder del dinero en su obra "La
sociedad opulenta": el dinero «trae consigo tres ventajas
fundamentales: primero, el goce del poder que presta al hombre; segundo, la
posesión real de todas las cosas que pueden comprarse con dinero; tercero, el
prestigio o respeto de que goza el rico gracias a su riqueza».
Cuántas personas, sin atreverse a
confesarlo, saben que en su vida, en un grado u otro, lo decisivo, lo
importante y definitivo, es ganar dinero, adquirir un bienestar material,
lograr un prestigio económico.
Aquà está sin duda una de las quiebras
más graves de nuestra civilización. El hombre occidental se ha hecho en buena
parte materialista y, a pesar de sus grandes proclamas sobre la libertad, la
justicia o la solidaridad, apenas cree en otra cosa que no sea el dinero.
Y, sin embargo, hay poca gente feliz. Con
dinero se puede montar un piso agradable, pero no crear un hogar cálido. Con
dinero se puede comprar una cama cómoda, pero no un sueño tranquilo. Con dinero
se pueden adquirir nuevas relaciones, pero no despertar una verdadera amistad.
Con dinero se puede comprar placer, pero no felicidad.
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