Elementos
que componen la Plegaria eucarística: a)
Acción de gracias
«Acción de
gracias (que se expresa sobre todo en el prefacio): en la que el sacerdote, en
nombre de todo el pueblo santo, glorifica a Dios Padre y le da las gracias por
toda la obra de salvación…» (OGMR 79).
Llegamos al
mes de mayo sumergidos en el silencio que nos ha impuesto la pandemia. En medio
de esta cuarentena, no olvidemos que celebramos la cincuentena de la Pascua. Continuemos
nuestra reflexión en torno a la Plegaria eucarística. A partir de ahora iremos
viendo la estructura de la Plegaria y cada una de las partes que la componen.
El elemento
que abre la Plegaria es la Acción de gracias, la cual se inicia con el diálogo
introductorio. Quien preside la Eucaristía saluda a la asamblea reunida con el
buen deseo de que “el Señor esté con ustedes”. La asamblea, a su vez, le desea:
“y con tu espíritu”. Es la invitación a participar de manera activa. Luego
continúa: “levantemos el corazón, demos gracias al Señor, nuestro Dios”.
Participar y dar gracias son dos actitudes claves para toda la plegaria.
«El diálogo es una invitación a poner la mente en la órbita de la acción
de
Dios: “Levantemos el corazón. Lo tenemos levantado
hacia el Señor”.
No es, pues, una indicación para que los fieles se
levanten en aquel
momento: deben estar en pie desde la respuesta al
“Orad hermanos”.
Tampoco es un simple deseo de estar
psicológicamente animados.
Entonces el celebrante recita el prefacio en el que podemos señalar una
introducción que subraya el deber de dar gracias, una parte central que expone
el motivo de acción de gracias según el tiempo litúrgico o el santoral, y una
conclusión en la que se expresa la unión con la Iglesia celestial: los ángeles
y los santos. Esta última parte enlaza con el canto del Sanctus que no es una
interrupción sino una aclamación de toda la asamblea en el interior de la
anáfora». [1]
Prefacio
viene del latín “prae-fatio” (de “fari”, decir; en griego “pro-logo”); lo que
se dice antes, lo que se pronuncia primero, preámbulo. O también lo “dicho
delante de otros”, lo proclamado ante una |audiencia.
Como la
Eucaristía es acción de gracias, es la acción de gracias de Jesucristo al Padre
en el Espíritu Santo, la Plegaria desarrolla de manera especial esta dimensión.
El rito romano tiene como característica concentrar la acción de gracias en el
prefacio. Y, al ser variable, contribuye a enriquecer el contenido de la
Plegaria eucarística y a darle variedad.
José Abad
hace un análisis bastante elocuente sobre la estructura interna del prefacio. A
mí, particularmente me resulta muy esclarecedor. Dice:
«La estructura del prefacio es la siguiente: protocolo, cuerpo y
escatólogo. El protocolo es casi siempre idéntico en su tenor literal y se
expresa con éstas o parecidas palabras: “En verdad es justo y necesario, es
nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor Padre
Santo, Dios todopoderoso y eterno”. Retoma y enfatiza, pues, las últimas palabras
del diálogo introductorio.
El cuerpo es la parte más importante. En él se exponen los motivos por
los que damos gracias a Dios en cada una de las celebraciones. Todos los días,
en efecto, damos gracias a Dios en la celebración eucarística, pero no siempre
lo hacemos por idénticos motivos; de hecho, o bien lo hacemos por toda la obra
de la salvación o por algunos de sus aspectos importantes, según las variantes
del día, fiesta o tiempo litúrgico.
El escatólogo o protocolo final proclama la comunión que existe entre la
Iglesia peregrina y la Iglesia celeste en el momento de la celebración
eucarística: son parte de una misma Iglesia, presidida por una única Cabeza,
Cristo; y como la Patria definitiva de esa Iglesia no es la Tierra, sino el
Cielo y la liturgia de la tierra dará paso a la liturgia del Cielo, donde
celebrará eternamente la liturgia celestial, el escatólogo es también una
invitación a la Iglesia peregrina para que se una a la alabanza de la Iglesia
celeste».[2] ADH 845
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