Casa de Luz | Juan
Rafael Pacheco
¿No te gusta… pero te entretiene?
Aquel día, el
joven llegó agitadísimo a casa del abuelo, contándole que un amigo suyo hablaba
mal de él.
El abuelo, con la
sabiduría de los caminos muchas veces trillados, lo paró en seco:
“¡Despacio, hijo
mío! ¿Te has detenido en pasar lo que me vas a decir a través de las tres
vallas?”
“¿Las tres
vallas?”
“Así es. La
primera es la verdad. ¿Examinaste cuidadosamente si lo que me quieres decir es
verdadero en todos sus puntos?”
“No... Lo oyeron
decir a unos vecinos...”
“Pero… ¿Lo habrás
hecho pasar por la segunda valla que es la bondad? ¿Es bueno lo que me quieres
decir?”
“No, al
contrario...”
“¡Ah!
Entonces vamos a la última valla. ¿Es necesario que me lo cuentes?”
“No abuelo.”
“Entonces –y le
puso suavemente las manos sobre sus hombros-- si no es verdadero, ni bueno, ni
necesario... sepultémoslo en el olvido.”
¿Por qué es tan
fácil hablar mal? ¿Por qué resulta fácil albergar rencores, promover sospechas,
ahogarse en envidias, lanzar ataques llenos de rabia y de cobardía a los
cercanos o a los lejanos? ¿Por qué la calumnia, por qué el chisme, por qué las
habladurías? ¿Por qué afirmamos tan irresponsablemente que no es que nos guste
chismear, sino que nos entretiene?
El Padre Fernando
Pascual, reflexionando sobre el tema en un artículo que glosamos, afirma que
“basta con poner en la mira a un personaje de la vida política, económica,
deportiva, cultural, religiosa, y las acusaciones surgen como por
encanto. Y si ha habido alguna noticia o insinuación en la prensa, todo
está claro y “probado”. A nivel privado, lo mismo, y habla mal el alumno de sus
profesores, un trabajador de sus jefes o compañeros, un político de los del
otro partido o de algún colaborador al que hay que quitar del medio para
“ascender”, una persona cualquiera de las personas de otras razas, o de otras
nacionalidades, o de otras culturas, o de otras religiones.” Y los peores: el
amigo “íntimo” que, en posesión de “la verdad”, transmite infamemente las
debilidades, la escoria, del que ingenuamente cometió el error de confiar en su
discreción.
“Es fácil, muy
fácil, hablar mal. Más fácil que robar, porque existen pocos mecanismos para
perseguir las mentiras.
Lo que no resulta
tan fácil es sanar las raíces que llevan a despellejar al prójimo con palabras
despiadadas. Si pudiéramos sospechar que hay críticas capaces de destruir vidas
frágiles, de desintegrar matrimonios, de provocar depresiones... quizá
pensaríamos dos veces las cosas antes de lanzar acusaciones gratuitas o
calumnias despiadadas.
Santa Faustina
Kowalska explicaba cómo “en la lengua está la vida, pero también la muerte. Y a
veces con la lengua asesinamos, cometemos auténticos homicidios” (Diario n.
119).
Por eso Santiago,
en su carta, advertía a los primeros cristianos sobre los peligros de la
lengua: “En cambio ningún hombre ha podido domar la lengua; es un mal
turbulento; está llena de veneno mortífero. Con ella bendecimos al Señor y
Padre, y con ella maldecimos a los hombres, hechos a imagen de Dios; de una
misma boca proceden la bendición y la maldición. Esto,
hermanos míos, no debe ser así” (St 3, 8-10).”
¡Cuán más sanas
serían las relaciones humanas si todos hiciéramos pasar por las tres vallas
todas aquellas cosas de las que nos hacemos eco! ADH 845
Bendiciones y paz.
Este cuento aparece publicado en la página
135 de mi libro “¡Descúbrete! Historias y
cuentos para ser feliz”. Disponible en Papelería Villa Olga,
teléfono 809 583 4165, Santiago; Librerías Paulinas, La Sirena y
Librería Cuesta.
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