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    sábado, 5 de septiembre de 2020

    Somos llamados por naturaleza

    Vocacionales | P. Osiris Núñez, msc

     


    Llamados por naturaleza

     

    Cuando hablamos de vocación, lo primero que pensamos o asociamos a este término, es la vida sacerdotal o la vida religiosa masculina o femenina, reduciendo la vocación a un estado de vida consagrado de la vida eclesial. Es una noción errónea, pues la vocación es la invitación intrínseca con la que el ser humano es creado, para participar de la vida divina.

     

    En los capítulos 1 y 2 del Génesis, vemos como Dios crea al ser humano en un estado de gracia que le hace ser partícipe de la plenitud divina, del estar junto a Dios; por eso la imagen del jardín del edén, que manifiesta un estado armónico de la creatura con el creador (GS 24). La característica principal de esta armonía creacional es la libertad en la que el ser humano ha sido creado, la cual es el signo eminente de la imagen divina en el ser creado (GS 17). Dios deja en nuestras manos la propia decisión para que le busquemos y nos adhiramos a él, alcanzando la plena y bienaventurada perfección.

     

    Sin embargo, el ser humano desde el comienzo de la historia, abusó de esta libertad, inclinándose a planes y proyectos contrarios a los que Dios les había invitado (Gn 3). El alejarse de la invitación de Dios y practicar a su manera y conveniencia la libertad en la que fue creado, llevó al ser humano por caminos de autodestrucción, que son manifestados en el libro del Genesis en los episodios de la expulsión del jardín (Gn 3,23), el asesinato de Abel (Gn 4), el diluvio (Gn 6,5-7) y la destrucción de Sodoma y Gomorra (Gn 18, 16ss). Sin embargo, en estos episodios señalados, vemos que no todos se han alejado del camino de Dios; todavía hay algunos que son fieles al llamado realizado por el Creador a participar de la vida divina desde la libertad en la que han sido creados.

     

    El llamado de Dios sigue siendo el mismo, no cambia; solo cambia la época y las circunstancias históricas en la que vive el ser humano. Dios llama hoy al ser humano a la vida, pero no cualquier vida, sino la vida que busca el encuentro pleno con el Creador. Este encuentro pleno se realiza constantemente cuando se escucha la voz de Dios que impulsa a hacer el bien y evitar el mal (Gs 16).

     

    En el secularismo del siglo XXI, esta invitación de Dios, esta vocación a la que estamos llamados por el hecho de ser creados por Dios, se diluye en el activismo agresivo de la vida humana manipulada por el mercado. La vocación con la que hemos sido creado pierde carácter y, por consiguiente, en la meta o en el alcance de plenitud del ser humano, el Ser de Dios ya no entra, ya no tiene cabida.

     

    Pero la llamada de Dios siempre está ahí: “mira, que estoy a la puerta y llamo (Ap 3,20). Es la invitación que tenemos por nuestra propia naturaleza, por nuestra condición de seres creados por Dios. Es la vocación que Dios nos da y que nos invita continuamente, para que desde nuestra libertad respondamos a su llamado. El responder a este llamado, es querer participar de la vida divina, pues hemos sido creados por Dios para estar junto a él y darle plenitud a la creación de la cual somos parte. ADH 848.

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