Consideraciones | Antonio Lluberes, SJ
Diálogo
y Pacto son dos instrumentos de gobierno presentes en la política. Los pactos
son instrumentos globales que incluyen la mayor parte de los agentes, partidos,
asociaciones y hasta personalidades y afectan la totalidad o partes importantes
de la sociedad. Hay pactos históricos y de mucha eficacia en sus países. El de
Benidorm, Colombia (1956), el de Punto Fijo en Venezuela (1958) y los de la Moncloa,
España (1977).
En
nuestro país ha habido acuerdos parciales, no pactos, entre partidos para
buscar salidas a situaciones coyunturales. El Pacto por la Democracia de 1994, el
Frente Patriótico de 1996, el de las Corbatas Azules de 2009. La idea de un pacto general, incluyente de
partidos, asociaciones e iglesias es un tema recurrente. El presidente Medina
en el 2012 convocó a tres pactos de unidad nacional: educación, energía y
economía. Se logró el de educación, pero no se le ha dado mucho seguimiento.
Los energéticos y fiscal se iniciaron, pero pronto, ante difícil resultado, se desistió.
Cuando
se avecinaban las elecciones del 2020 y se preveía una confrontación fuerte si
se buscaba vencer al PLD, gobernante por 20 años, se postuló la necesidad de un
pacto nacional para evitar radicalismos y potenciales confrontaciones. En octubre del
2019 Juan Bolívar Díaz propuso a la oposición un pacto para exigir elecciones limpias y los
Obispos católicos, en su pastoral de febrero de 2020, manifestaron que “es nuestro deseo de que se logre un pacto
nacional entre nuestros líderes políticos, en el cual suscriban un compromiso
público en torno a las propuestas prioritarias para la sociedad dominicana,
conformando una agenda nacional y provincial que trascienda los intereses
personales y grupales a favor del bienestar colectivo de toda la Nación.” Pero este tipo de propuestas ha tenido buenas
palabras y pobres realizaciones.
Las
elecciones del 2020, bajo el signo de la pandemia, se avecinaba con incertidumbre
y reapareció la propuesta del pacto. Pero uno y otro contendiente, creyéndose
ganador, no dieron importancia real a esta propuesta. Los resultados electorales,
inesperados para muchos, dieron un claro triunfo al PRM y un respiro a la
población en general y a ciertos analistas.
En
los primeros días de septiembre el presidente Abinader visitó a los dirigentes
de la oposición (PLD, FP y AP) para dialogar temas demandantes como salud, educación,
economía y Junta Central Electoral. Se dice fue una conversación honesta y trasparente
y el presidente se comprometió a mantenerlas.
Pero
se pregunta si el Nuevo Gobierno, bajo la presión de la pandemia, de la
economía, de su membresía desocupada y de una educación difícil podrá gobernar
por sí sólo, sin la cooperación explicita de los partidos, asociaciones,
sindicatos, y en nuestro país de las iglesias.
Es
de evitar que el proceso electoral de 2024 sea de revancha, invasivo, costoso,
que cree más división en el pueblo y dependencia clientelar. El programa del
PRM no contempla el pacto, preferencia la lucha contra la corrupción y por la trasparencia
cosas que fomentarían el debilitamiento del PLD. La democracia, sin embargo,
debería buscar el fortalecimiento de las instituciones, traer a la legalidad
sus acciones y dar participación a las instituciones sociales y políticas en el
gobierno.
Una
idea muy presente en el programa del PRM es el “poder ciudadano”. El programa
dice: “Proponemos un nuevo modelo para construir un país diferente: un país
solidario, incluyente, moderno, productivo y eficiente. Es un proyecto de
cambio basado en un poder ciudadano fuerte, comprometido con una sociedad
basada en derechos y oportunidades.”
“Poder
ciudadano” podría ser la idea sustentante de un pacto nacional. ADH 849
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