Educación | Pedro María Orbezua, FSC
¡Que la Escuela vaya bien!
Maestros perseverantes, niños y jóvenes perseverantes
“Enseñar la perseverancia y enseñar a no rendirse ante el fracaso”, la tercera propuesta de la CIEC.
Quizás tenga una
percepción equivocada, es posible. Los
jóvenes de ahora -¡cuidadito!: nunca afirmaré que la generación actual es “peor”
que las pasadas porque lo mismo se peroraba de nosotros, la tripulación del
“yellow submarine”, con respecto a anteriores hornadas. Es una maldita manía- son para carreras cortas. Cien metros
lisos. Diez segundos de esfuerzo sobrehumano. Y the end. Sin embargo, la vida es un maratón. Es un
empeño de largo aliento. Exige esfuerzo sostenido, tesón, constancia. Digámoslo
ya: PERSEVERANCIA.
-
¡Eso sí que no! Me repugna la palabra.
¿Trabajar en el mismo
empleo hasta la jubilación? Está usted de atar. Sépalo. ¿Con la misma mujer a
las duras y las maduras, llueva, nieve o truene, hasta que la muerte nos separe?
Horror y pavor. Vade retro. ¿Santísima Trinidad, me consagro enteramente a vos…
por lo que hago voto de tal y cual y de más allá… votos que prometo cumplir durante toda mi
vida? ¡A otro perro con ese hueso!
La perseverancia no es
para estos tiempos. Ni se comprende ni se acepta. Se la considera fuera de
lugar. Agua pasada que ya no mueve molino. Todo es con fecha de caducidad. Por
un tiempito. Mientras “me sienta” a gusto, complacido, contento. En cuanto me aburra de ti o tú de mí, ahí te
quedas, mi amor. Lo mío es café instantáneo. Y unas croquetas calentitas, por
favor, que tengo prisa. Al microondas con ellas. ¡Hágase bachiller al vapor, no
sabrá nada, pero qué c… importa!
Siento que algo no
funciona. De bebé a niño, de niño a joven, de joven a adulto. Construirse física
y humanamente no se hace en un abrir y cerrar de ojos. Hace falta tiempo, un
segundo, un minuto, una hora, un día, una semana, un mes, un año… No se pueden quemar etapas… Perseverancia,
poco a poco, paso a paso. Y con gripes, y con inyecciones, y con medicinas, y
la madre que te parió…
Les comparto una
historia muy conocida de Alexis Zorba. “Recuerdo una mañana en
que yo había descubierto una crisálida en la corteza de un árbol, en el momento
en que la mariposa rompía la envoltura y se preparaba para salir. Esperé un largo rato; pero tardaba demasiado y yo
tenía prisa.
Nervioso me incliné y me puse a calentarlo con mi aliento. Yo la calentaba impaciente, y el milagro comenzó
a realizarse ante mí, a un ritmo más rápido que el natural. La envoltura se abrió, la mariposa salió
arrastrándose, y no olvidaré jamás el horror que experimente entonces: sus alas
no estaban todavía desplegadas y su pequeño cuerpo, tembloroso, se esforzaba en
desplegarlas. Inclinado sobre ella, ayudaba con mi aliento … En vano.
Era necesaria una paciente maduración y el despliegue de las alas
debía hacerse lentamente al sol; era demasido
tarde, mi aliento había obligado a la mariposa a mostrarse, completamente
arrugada, antes de hora. Se agitó desesperada, y, en algunos segundos más
tarde, murió en la palma de mi mano.
Yo creo que este pequeño cadáver es el mayor peso que tengo sobre mi
conciencia. Pues, hoy lo comprendo bien, forzar las grandes
leyes es un pecado mortal. No debemos apresurarnos,
no debemos impacientarnos. Seguir con confianza el
ritmo eterno”.
Nada
hay que explicar.
En el deporte -y en cualquier faceta
de la vida- es clarísima la necesidad de la perseverancia para alcanzar metas. Los
jóvenes -mira por dónde- son paradigmas, en este caso, de la virtud que
proponemos: Se muestran voluntariosos, obstinados, firmes, en el Gym, a donde
asisten diariamente para machacarse y torturarse durante un par de horas. Hay
un porqué y aguantan todo lo que les echen. Alivian el martirio con unos
audífonos bluetooh sony Wi-XB400… Me digo y les digo: del mismo modo habrá que
proceder en otros frentes…
A la Escuela se va a
estudiar. Por si acaso, lo digo. Y el estudio exige perseverancia y esfuerzo regular
y continuo. Existen, actualmente, unas líneas pedagógicas de lo más “light”. Por
ejemplo: ¡Hágalo sin esfuerzo! Podríamos -anímense- ensartar un collar de
frases que van en esta línea. Por eso, para contrarrestarlas, me provoca la
frase de Fernando Savater: “A la escuela no se va a jugar, para eso los niños
no necesitan maestros. En la escuela se enseña precisamente eso que no se puede
aprender jugando”
Y con la perseverancia
va de la mano aprender a no rendirse ante el fracaso. Impostergable, pues,
trabajar este aspecto en tiempos en que nos empeñamos en que los niños y
jóvenes no conozcan la frustración. ¡Otra vaina que hay que tragar! Lo dice
acertadamente el psicólogo Tim Elmore. Es su frase
favorita: “Debemos preparar a los niños para el camino, en lugar del camino para
los niños”. Y en el camino de la vida existe inevitablemente la
“frustración”. (Otra listita a hacer de “frustraciones” posibles)
Termino. En la película “Batman inicia”, Bruce Wayne, siendo niño cae en un
profundo pozo y se lastima, física y anímicamente. Su padre al rescatarlo le pregunta:
-
Bruce, ¿por qué caemos?
Y él mismo responde:
-
Para aprender a levantarnos, mi
hijo.
Esa lección aprendida,
Alfred, su tutor, siempre se la recordará a Batman cuando en sus aventuras conozca
fracasos y derrotas.
-
Bruce, ¿por qué caemos?
-
¡Para aprender a levantarnos!
ADH 849
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