Vocacionales |
P. Osiris Núñez, MSC
Elegidos para un proyecto de
Dios
En el mes anterior compartimos algunas ideas sobre el
llamado que, por nuestra propia naturaleza de seres creados por Dios, hemos
recibido. Pero este llamado no es un llamado general, aéreo y vago. Es un
llamado concreto que se da en una persona real que vive en un momento de la
historia y que está en la realidad de las circunstancias en la que se
desenvuelve su vida.
Basándonos en lo anteriormente dicho, podemos ver la
figura de Abraham, quien a partir del Cap. 12 del Génesis, se nos presenta como
una persona llamada por Dios de una manera muy concreta, en una realidad muy
definida. El llamado de Dios para Abraham exige dejar su clan, su identidad
familiar que estaba ligada a la tierra y emprender un nuevo camino, lejano,
desconocido e incierto. Es un llamado al desprendimiento total de las
seguridades que Abraham habÃa adquirido a través de su esfuerzo y de su
tradición.
Pero Dios llama para algo, por eso la llamada de
Abraham es una invitación de Dios para iniciar un proyecto nuevo. Le llama para
que sea padre de una nueva nación: “De ti haré una nación grande y t
bendeciré” Gn 12, 2a; es un proyecto de salvación que Dios tiene para toda
la humanidad, pero que en la historia de la salvación inicia con el pueblo de
Israel, y ese puedo tiene un padre que es Abraham. Asà él es fuente de
bendición para todo el género humano: “engrandeceré tu nombre y se tú una
bendición” Gn 12,2b, “por tu descendencia se bendecirán todas las
naciones” Gn 22, 18a. Por lo tanto, Dios llama a Abraham para que sea
fuente de bendición y salvación para la humanidad.
Sin embargo, el llamado que Dios hace a Abraham, no es
tan fácil de digerir, pues Dios le promete una gran descendencia, pero son
mayores de edad y apenas tiene un hijo legÃtimo; le promete tierra, pero muere sin
poseerlas. Por eso, el fundamento de la llamada de Dios es la fe del llamado en
quien le llama, porque desde un principio Abraham escucha la voz de Dios y es
consecuente con lo que Dios mismo le pide. Toma el camino que Dios le marca: “Marchó,
pues, Abram como se lo habÃa dicho Yahveh” Gn 12, 4; incluso, cumple el
mandato de Dios que sacrificar su hijo, pero Dios mismo le detiene: “por no
haberme negado a tu hijo, tu único” Gn 22, 16b. De esta manera, Abraham se
convierte en el padre de todos los creyentes y en el modelo de hombre de fe
para toda la humanidad.
Hoy, en pleno siglo XXI y viviendo en esta realidad de
pandemia, Dios sigue llamando a cada hijo suyo, a cada uno por su nombre y con
una misión bien definida; llama a cada ser humano en las circunstancias que le
rodean, porque las circunstancias en la que vivimos no son excusa para no escuchar
su llamado; y nos llama al igual que Abraham, a desprendernos de las
seguridades que nos brinda la sociedad, para lanzarnos en su proyecto de
salvación, que en muchas ocasiones es un nadar contra la corriente de la
sociedad actual. Por eso, es necesario afianzar nuestra fe en Dios, confiar en
él, pues él, que nos llama, nos capacita para el llamado y siempre provee lo
necesario para la realización de la misión a la que nos llama.
Al igual que Abraham, somos llamados por Dios para ser
colaboradores de su proyecto de salvación para la humanidad, el cual solo es
posible cuando depositamos nuestra confianza ciega en Dios, que nos guiará por
su camino, el cual, aunque pueda parecer incierto y cuesta arriba, como lo fue
para Abraham, siempre es seguro, porque Dios no se olvida sus hijos y nunca
abandona al que él llama. ADH 849
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