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    lunes, 5 de octubre de 2020

    Elegidos para un proyecto de Dios

    Vocacionales | P. Osiris Núñez, MSC


     

    Elegidos para un proyecto de Dios


    En el mes anterior compartimos algunas ideas sobre el llamado que, por nuestra propia naturaleza de seres creados por Dios, hemos recibido. Pero este llamado no es un llamado general, aéreo y vago. Es un llamado concreto que se da en una persona real que vive en un momento de la historia y que está en la realidad de las circunstancias en la que se desenvuelve su vida.


    Basándonos en lo anteriormente dicho, podemos ver la figura de Abraham, quien a partir del Cap. 12 del Génesis, se nos presenta como una persona llamada por Dios de una manera muy concreta, en una realidad muy definida. El llamado de Dios para Abraham exige dejar su clan, su identidad familiar que estaba ligada a la tierra y emprender un nuevo camino, lejano, desconocido e incierto. Es un llamado al desprendimiento total de las seguridades que Abraham había adquirido a través de su esfuerzo y de su tradición.


    Pero Dios llama para algo, por eso la llamada de Abraham es una invitación de Dios para iniciar un proyecto nuevo. Le llama para que sea padre de una nueva nación: “De ti haré una nación grande y t bendeciré” Gn 12, 2a; es un proyecto de salvación que Dios tiene para toda la humanidad, pero que en la historia de la salvación inicia con el pueblo de Israel, y ese puedo tiene un padre que es Abraham. Así él es fuente de bendición para todo el género humano: “engrandeceré tu nombre y se tú una bendición” Gn 12,2b, “por tu descendencia se bendecirán todas las naciones” Gn 22, 18a. Por lo tanto, Dios llama a Abraham para que sea fuente de bendición y salvación para la humanidad.


    Sin embargo, el llamado que Dios hace a Abraham, no es tan fácil de digerir, pues Dios le promete una gran descendencia, pero son mayores de edad y apenas tiene un hijo legítimo; le promete tierra, pero muere sin poseerlas. Por eso, el fundamento de la llamada de Dios es la fe del llamado en quien le llama, porque desde un principio Abraham escucha la voz de Dios y es consecuente con lo que Dios mismo le pide. Toma el camino que Dios le marca: “Marchó, pues, Abram como se lo había dicho Yahveh” Gn 12, 4; incluso, cumple el mandato de Dios que sacrificar su hijo, pero Dios mismo le detiene: “por no haberme negado a tu hijo, tu único” Gn 22, 16b. De esta manera, Abraham se convierte en el padre de todos los creyentes y en el modelo de hombre de fe para toda la humanidad.


    Hoy, en pleno siglo XXI y viviendo en esta realidad de pandemia, Dios sigue llamando a cada hijo suyo, a cada uno por su nombre y con una misión bien definida; llama a cada ser humano en las circunstancias que le rodean, porque las circunstancias en la que vivimos no son excusa para no escuchar su llamado; y nos llama al igual que Abraham, a desprendernos de las seguridades que nos brinda la sociedad, para lanzarnos en su proyecto de salvación, que en muchas ocasiones es un nadar contra la corriente de la sociedad actual. Por eso, es necesario afianzar nuestra fe en Dios, confiar en él, pues él, que nos llama, nos capacita para el llamado y siempre provee lo necesario para la realización de la misión a la que nos llama.


    Al igual que Abraham, somos llamados por Dios para ser colaboradores de su proyecto de salvación para la humanidad, el cual solo es posible cuando depositamos nuestra confianza ciega en Dios, que nos guiará por su camino, el cual, aunque pueda parecer incierto y cuesta arriba, como lo fue para Abraham, siempre es seguro, porque Dios no se olvida sus hijos y nunca abandona al que él llama. ADH 849

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