Comentarios | Jesús Espeja, OP
¿Es posible una Navidad en tiempos de
pandemia?
En los desastres de la pandemia experimentamos
nuestra fragilidad. No solo es la incógnita de siempre ante la muerte. Es el
miedo, la inseguridad, el dolor ante tanto sufrimiento, la impotencia para
inmunizar al virus y para curar las heridas abiertas en nuestra organización
social. El horizonte se oscurece y no es fácil mirar confiadamente al porvenir.
Aunque la celebración de Navidad había entrado ya
en la lógica de la comercialización, y para muchos se había diluido su
significado religioso, era oportunidad para despertar los sentimientos de amor
y de amistad. Este año, por la pandemia, la situación ha cambiado. Apenas
podremos tener reuniones e intercambios presenciales con familiares. Ni
siquiera los más devotos podrán participar en celebraciones religiosas
comunitarias como en otros años.
Pero todos estamos viviendo una experiencia común:
nuestra fragilidad, la certeza de que la vida terrena es perecedera y el empeño
por superar esta tragedia. Esta dura y realista experiencia llega cuando, sin
negar que hay muchos auténticos creyentes cristianos en la sociedad española,
no solo la Iglesia es cada vez más echada fuera de la cultura, sino que entre
los mismos bautizados son crecientes la indiferencia y el agnosticismo.
En estos aciagos tiempos de pandemia, debemos discernir la presencia benevolente de Dios en los anhelos de vida, en los gestos de solidaridad y en búsqueda de soluciones
La pandemia no distingue pulmones de ricos y
pobres. Todos los humanos somos una sola familia que hoy sufre la indefensión.
En 1947 A. Camus escribió “La Peste”, una significativa novela que sigue
teniendo actualidad. Al mismo tiempo que plantea con agudeza el tema del
sufrimiento, sugiere la necesidad de cambiar nuestra forma de vida. Estamos
viendo que la fuente de nuestro yo, lo que nos da consistencia, no es el
dinero, ni el poder ni la buena salud u otras muletas que fallan cuando un
virus microscópico nos invade ¿Por dónde tirar?
Es la hora en que todos nos sintamos solidarios, y
explicitemos qué pensamos sobre el sentido y el destino de nuestra vida tan
maltratada por desgracias y tan machacada por el sufrimiento. No faltan
distintas respuestas. Entre ellas, y cuando ya parece que el cristianismo
social se diluye, tiene actualidad y puede ser oferta para todos la fe o
experiencia cristiana en la celebración de Navidad.
(…)
Celebrar Navidad en la fragilidad
Otros años en Navidad hemos celebrado la presencia
de Dios en y con nosotros como ternura, relación de amor, abrazo de afecto y
reconciliación entre todos. Este año podemos celebrarla en la experiencia de
nuestra fragilidad.
En el nacimiento de Jesucristo los cristianos
percibimos la presencia de lo divino en lo humano. En estos aciagos tiempos de
pandemia, debemos discernir la presencia benevolente de Dios en los anhelos de
vida, en los gestos de solidaridad y en búsqueda de soluciones. Y ofrecer el
significado de Navidad: “paz a los todos seres humanos porque Dios los ama”. La
fuente de nuestro yo, lo que nos da consistencia es que somos
incondicionalmente amados. Nos habita una Presencia de amor que siempre nos da
fuerza para levantarnos de nuestras propias cenizas.
Artículo completo en www.iglesiadigital.org
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