Reflexión | Telésforo A. Isaac, Obispo Émérito Iglesia Episcopal / Anglicana
Tu vocación consiste en
amar a Dios y servir a la Humanidad
Toda vocación implica necesariamente compromiso con
Dios y servicio a la humanidad. Para servir bien, hay que sentirse a gusto
como siervo; y los siervos de Dios son los que -con profunda fe y buena
voluntad-, hacen realidad con sus vidas, las palabras de nuestro Señor
Jesucristo, cuando señala cuál es el mandamiento más importante de la ley: “Ama
al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente… y
ama a tu prójimo, como a ti mismo”. (Mateo 22:37). En estas palabras
están comprendidos los dos aspectos fundamentales que hacen posible una
auténtica vocación: amor a Dios y amor al prójimo.
En forma más sencilla, Ricardo Herrero, citó en el
diario madrileño ABC, el 19 de septiembre, 1988, a Don Alfonso de Ligorio,
diciendo lo siguiente: “En servir a los demás se encuentra la sustancia de la
vocación cristiana”. Esta es una verdad irrefutable apoyada por las
Santas Escrituras, porque el mismo Cristo se identificó con la figura profética
de Isaías, el siervo de Yahvé. (Isaías 42:1). “¡Miren a mi elegido, al
que he llamado a mi servicio! Él cuenta con mi apoyo; yo mismo lo elegí, y él
me llena de alegría. He puesto en él mi espíritu”.
La falta de autenticidad se notará muy pronto, porque los conflictos internos comenzarán a cuestionar la integridad y la veracidad de la vocación
Repetidas veces los evangelios señalan a Jesús como
el “siervo escogido” (Mateo 12:18; Lucas 23:35), y ante
la insinuación de la madre de los discípulos Santiago y Juan, para darles
ciertos puestos de consideración en su reino, el Señor Jesús les dijo a todos
los discípulos: “El que quiere ser grande, deberá servir a los demás”, y
luego el Señor Jesús se expuso a sí mismo como ejemplo más evidente, al decir:
“el Hijo del Hombre no vino para que le sirvan, sino para servir”.
(Mateo 20:27-28).
Al pensar en los ejemplos bíblicos acerca de la
relación íntima que hay entre el llamado de Dios y la ejecución y cumplimiento
de la vocación, es necesario estar consciente de su posición ante Dios y el
pueblo al que sirve. Para esto se debe escudriñar el corazón y tratar de
descubrir si verdaderamente tiene vocación, o si es una ilusión, o si es una
búsqueda inconsciente de ocupar el tiempo en algo, o tal vez una forma de ganar
el sustento económico, el apoyo moral, el elogio social o en algunos
casos: ejercer poder con batuta semidivina.
Si no es auténtica la vocación cristiana, como
siervo de Dios al servicio de su pueblo, muy pronto se descubre la vaguedad de
la fe y la falta de verdadero compromiso. La falta de autenticidad se notará
muy pronto, porque los conflictos internos comenzarán a cuestionar la
integridad y la veracidad de la vocación.
A veces, una vocación comienza a florecer y se
desarrolla en forma creciente y se fortalece con los años y las oportunidades
de servir. Aumenta otras veces por experiencias particulares o
acumuladas, que satisfacen a un corazón limpio y fiel. Estos son los
casos de muchos cristianos que van descubriendo su vocación sobre la marcha de
la vida o en el curso de sus servicios a otros. Hay casos muy notables en
la historia de los grandes hombres y mujeres que pueden servir de
ejemplos.
Entre los muchos siervos de Dios que sintieron el
Llamado de Dios y respondieron de manera consagrada, podemos mencionar a dos de
los más destacados e influyentes en la religión cristiana, estos
son: Moisés, un prototipo de dirigente y luchador por una causa noble y
justa. La imagen de su personalidad puede servir de espejo para los que
tienen vocación, o son llamados a una tarea de liderazgo, en medio de difíciles
problemas y presiones descomunales. Como él, dudarán, se enojarán, a
veces podrían sentirse desanimados o decepcionados; pero, como él, serían
triunfadores por su fortaleza espiritual, su lealtad, su firmeza, y sobre todo,
por su concepto claro de vocación al servicio de Dios, a la humanidad, y no
fomentar su propio ego y ambición.
Saulo
de Tarso (San Pablo) el Apóstol a los no judíos. Su llamamiento una especular
experiencia; pues, fue interpelado mientras se dirigía a Damasco a perseguir a
los del Camino, los creyentes seguidores de Jesús perseguir a los llamados del
Camino, los creyentes de Jesús, cuando fue interpelado al oír la voz de Jesús
de Nazaret, quien le dijo: “Levántate y entra en la ciudad de Damasco. Allí se
te dirá lo que debes hacer”. (Hechos 22: 6-16).
Una
pregunta de lugar en este momento es: ¿En qué consiste tu vocación y cómo lo
vienes desarrollando? Hágase una reflexión para ver si en realidad estas
respondiendo al llamado a “servir a Dios y no ser servidos”; a más
bien, a “amara a Dios y al prójimo”. ADH 849
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