Reflexiones | Miguel Ángel Mesa/Eclesalia
Eternamente Jóvenes
Ya he superado los sesenta
años (voy camino de
cumplir 62) y cuando alguien me dice (porque me mira con buenos ojos) que no
aparento la edad que tengo, lo primero que hago es agradecérselo, pero le
comento a continuación que ya he entrado en la cuarta edad, porque divido la
existencia en cuatro etapas: la primera hasta los 20 años, la segunda hasta los
40, la tercera hasta los 60 y la cuarta a partir de la sesentena.
Hablando en serio, creo
que una de las mayores presiones que ejerce la sociedad actual sobre
las personas mayores, que ya peinamos canas, es la no aceptación del paso de
los años, reconociendo que hemos entrado en otra etapa vital.
La publicidad de toda clase
nos impone el querer ser siempre jóvenes, aparentándolo mediante cremas que nos rejuvenezcan, vistiéndonos
con la ropa de nuestros hijos, haciendo ejercicios físicos que ya no somos
capaces de aguantar, y otros muchos reclamos más… aparentando ser quienes no
somos.
Pienso que es bueno,
necesario y esencial, cuidar bien de nuestro cuerpo, vestirnos como mejor nos encontremos
ante el espejo, seguir bailando, paseando y haciendo deporte, para mejorar
nuestra salud, etc. Pero reconociendo bien nuestros límites y los años que tenemos.
Creo incluso que hoy día es
algo contracultural, una postura
auténticamente alternativa, el hacer gala de nuestra edad, pues aquí seguimos,
con alegría, en este momento de nuestra vida, aunque ya nos visiten algunos
achaques, se nos cuelen unas goteras y tengamos que reconocer diversas
carencias.
Es heroico, en la mayoría
de las ocasiones, saber decir que no a
lo que no puedes hacer ya en este momento vital. Pero admitidas las propias
limitaciones con serenidad, desde la realidad personal de cada uno, brota el
agradecimiento inmenso por todo lo que se ha vivido y la dicha por todo lo que
nos queda por vivir, por experimentar, por compartir, por disfrutar… Y para
ello, aquí dejo algunos ingredientes necesarios para conseguirlo (Eclesalia
Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su
procedencia):
·
Alimentar
cada día lo que de verdad nos da calidad y calidez humana, el encuentro con los demás, el compromiso
solidario, con toda nuestra historia (lo bueno y lo malo, pues de todo podemos
aprender) en la mochila que llevamos a la espalda, la satisfacción por ser
quienes somos, aquí y ahora.
·
Analizar
lo que sinceramente merece la pena, lo que es primordial y lo que solo es humo, vanidad, secundario y
accesorio.
·
Apreciar
la belleza y el valor que hay en lo escondido, en lo pequeño, en lo que no trasciende,
en lo cotidiano, desechando lo que es solo apariencia y superficialidad.
·
Mantener
viva la llama de la esperanza, trabajando cada día para que sea un aliento eficaz en nuestro
entorno vital y en el mundo, reavivando así la ilusión y la confianza de los
demás.
·
Aceptar
que ya no somos quienes éramos en nuestra juventud, pero que aún brilla en nuestras pupilas
el destello del niño o la niña que fuimos, y por eso nos seguimos divirtiendo y
gozando con las cosas más nimias y cotidianas.
·
Reconciliarnos
(con mucho humor) con nuestras fragilidades y nuestra vulnerabilidad, nos ayudará a caminar con ánimo,
demostrando a la vez madurez y sabiduría.
·
Cuando vuelvan
a nosotros los recuerdos de
cualquier tipo, llevemos a la práctica lo que significa re-cordar: volver a
pasar todo por el corazón.
·
Reavivar
la pasión, el asombro, pues
mantener viva una actitud de admiración y conmoción, ante tantas realidades que
nos rodean, no tiene ningún límite de edad.
·
Descubrir
que no todo es blanco ni negro, porque existen una inmensa variedad de grises y otros muchos
colores. Esto también demuestra inteligencia, consideración, aceptación y
tolerancia.
·
Acompañar y dejarnos
acompañar. Cuidar y dejarnos cuidar. Acariciar y dejarnos acariciar. Amar y
dejarnos amar.
·
Seguir
explorando siempre cosas nuevas, motivando los sueños personales y solidarizándonos con los anhelos
colectivos.
·
Abandonar
las pre-ocupaciones para ocuparnos generosamente, ayudando a sanar tantas heridas, enjugar tanta
lágrima, aliviar tanta soledad y desconsuelo.
·
Disfrutar,
pasear, charlar y reír con los amigos y amigas. Abrazar y besar con ternura siempre que
podamos.
·
Solo se
trata de aceptarnos tal como somos y brindar por la vida que nos palpita dentro, en el mundo que
tenemos a nuestro alrededor y el universo del que formamos parte.
·
Y por
último, tratemos de vivir el momento presente con profundidad, agradecimiento e intensidad, como lo expresó
admirablemente Antonio Machado: “Hoy es siempre todavía, toda la vida
es ahora”.
MIGUEL ÁNGEL MESA, miguelmesabouzas@gmail.com
MADRID.
ECLESALIA.
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