Reflexiones | Amigo del Hogar
Dale un abrazo a tu hermano
Si lo propusiera literalmente, abrazar al hermano
serÃa una insensatez en muchos casos. El protocolo que nos pide mantener el distanciamiento
social para protegernos mutuamente es una manera de cuidarnos y cuidar a los
demás. El cuidado recÃproco es un signo visible de aprecio mutuo, no solo
amabilidad, es aprecio por la vida de todos y conlleva cierto esfuerzo para
estar alerta. Nos encontramos y de repente nos damos cuenta de la humana
tendencia a estrechar la mano en saludo o acercarnos para abrazar la otra
persona.
Los negacionistas no toman en cuenta lo serio del
momento que atravesamos. Digamos que detrás de esta realidad amenazante hay
gente que conspira contra gran parte de la humanidad y que su secreta
complicidad tiene unos fines malignos, como siempre los tienen ciertas
ideologÃas y polÃticas sociales que atentan contra la vida. A pesar de fundadas
sospechas, el virus, su letalidad y las muertes reales alrededor de nosotros
evidencian una amenaza, un peligro real.
Una fe ingenua que deja todo el peso del transcurso de
la vida a la acción de Dios desde arriba, a su función de juez que premia y
castiga, que además supone su intervención permanente a favor de nosotros, sin
que fuera necesaria la prudencia, el sentido común para no poner la mano a la
llama ardiente porque Dios está ahÃ, para cuidarte y asegurarse que no te
queme, es una fe carente de razón y corazón para comprender cómo Él se hace
presente y actúa misericordiosamente en nosotros.
Ni hablemos de otra gran parte de la humanidad que sin
ser negacionistas y conscientes de la situación, no tienen suficiente fuerzas
espirituales y fÃsicas para seguir adelante. Creen en Dios, pero es más
evidente la realidad amenazante y dolorosa de la presencia del virus. Quizás
las limitaciones propias, su vulnerabilidad y la indefensión ante los hechos,
les provoca temor, están desorientadas en un clima de carencias materiales o
espirituales. Otros, en muchos casos, haciendo la opción de “comamos y bebamos que
mañana moriremos”, viviendo lo mejor que se pueda, mientras tanto.
Darle un abrazo al hermano, a la hermana, como
proponemos al principio, tiene como objetivo primero descubrir que hay otros
modos de abrazar, por ahora, que no sean los abrazos fÃsicos. En segundo lugar,
que no nos sintamos solos, no solamente necesitamos abrazos, pensemos como
podemos seguir abrazando a la gente que queremos. Cómo seguir dando una
respuesta esperanzadora y seguir adelante. Tercero, acoger el modo como nos
sentimos y confiar más en nuestra capacidad de seguir, de dejarnos acompañar y
confiar en el Señor, cercano y compasivo que siempre ha estado con nosotros,
antes y durante esta situación de hoy.
Recuperemos el sentido de la vida ante cualquier tipo
de carencia o vulnerabilidad que nos haga dudar, temer o paralizarnos. Siempre
podemos volver a nuestra interioridad. Si tenemos fe, allà en lo más secreto,
todo lo ve y lo acoge el Dios de Jesús. Seamos sinceros también. Reconozcamos
si nuestras vidas se han ido decantando por el individualismo y el consumo; qué
medios hemos utilizado para no aprender a crecer en la soledad, y buscado fuera
cualquier satisfacción posible. Nuestra fragilidad es ahora el potencial de
nuestro crecimiento como personas, a solas y acompañadas, envueltas en el amor
de Dios, abrazando y dejándonos abrazar sin que tengamos que poseer ni dominar
a nadie. Aprendamos que sin el cuidado común para el bien de todos, la
humanidad no tiene futuro.
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