Fe y Vida | Amigo del
Hogar
El camino recorrido por los primeros
creyentes
El ciclo
litúrgico de la cuaresma se ofrece en clave de itinerario pascual. Nos vamos
preparando en el trayecto de estas semanas cuaresmales para llegar a la Pascua.
Por eso, no podemos entender este tiempo sin el binomio vida-muerte,
muerte-resurrección. Este trayecto de preparación para el gran acontecimiento
de la Pascua nos ayuda a entender que no se puede resucitar si antes no se ha muerto.
Y en toda muerte está presente la vida, es decir, la resurrección.
Necesitamos
andar este camino de la vida recorriendo el camino de Jesús y fijarnos en el
camino recorrido por los primeros creyentes y luego la Iglesia a través del
tiempo. Se nos insiste en la conversión como un volvernos a Jesús, a su
persona, a su proyecto. El siguiente texto de Pagola nos puede ayudar a
profundizar en ese sentido.
Jesús de
Nazaret apareció en el pueblo judÃo como un personaje con rasgos propios de
profeta, que, después de la muerte de Juan el Bautista, causó un fuerte impacto
en la sociedad judÃa. La originalidad de
su mensaje y de su actuación despertó la expectación polÃtica y las esperanzas
religiosas dentro de su pueblo. Sin
embargo, muy pronto se convirtió en motivo de discusiones apasionadas, fue
rechazado por los sectores más influyentes de la sociedad judÃa y terminó su
vida muy joven, ejecutado por las autoridades romanas que ocupaban el paÃs.
Jesús de
Nazaret, terminado en el fracaso total ante su pueblo, los dirigentes
religiosos e incluso, ante sus seguidores más cercanos, parecÃa estar destinado
al olvido inmediato. Sin embargo no fue
asÃ. A los pocos dÃas de su muerte, el
cÃrculo de sus desalentados seguidores vivió una experiencia única: aquel
Jesús, crucificado por los hombres, ha sido resucitado por ese Dios al que
Jesús invocaba con toda su confianza como Padre.
A la luz
de la resurrección, estos hombres volvieron a recordar la actuación y el
mensaje de Jesús, reflexionaron sobre su vida y su muerte, y trataron de
ahondar cada vez más en la personalidad de este hombre sorprendentemente
resucitado por Dios. Recogieron su
palabra no como el recuerdo de un difunto que ya pasó, sino como un mensaje
liberador confirmado por el mismo Dios y pronunciado ahora por alguien que vive
en medio de los suyos. Reflexionaron
sobre su actuación, no para escribir una biografÃa destinada a satisfacer la
curiosidad de las gentes sobre un gran personaje judÃo, sino para descubrir
todo el misterio encerrado en este hombre liberado de la muerte por Dios.
Empleando
lenguajes diversos y conceptos procedentes de ambientes culturales diferentes,
fueron expresando toda su fe en Jesús de Nazaret. En las comunidades de origen judÃo
reconocieron en Jesús al MesÃas (el Cristo), tan esperado por el pueblo, pero
en un sentido nuevo que rebasara todas las esperanzas de Israel. Reinterpretaron su vida y su muerte desde las
promesas mesiánicas que alentaban la historia de Israel. Y fueron expresando su fe en Jesús como
Cristo atribuyéndole tÃtulos de sabor judÃo (Hijo de David, Hijo de Dios,
Siervo de Yavé, Sumo Sacerdote…) En las comunidades de cultura griega,
naturalmente, se expresaron de manera diferente. vieron en Jesús al único Señor de la vida y
de la muerte, reconocieron en él al único Salvador posible para el hombre y le
atribuyeron tÃtulos de sabor griego (Imagen del Dios invisible, Primogénito de
toda la creación, Cabeza de todo…)
De
maneras diferentes, todos proclamaban una misma fe: en este hombre Dios nos ha hablado. No se le puede considerar como a un profeta
más, portavoz de algún mensaje de Dios.
Este es la misma Palabra de Dios hecha carne (Jn 1, 14). En este hombre Dios ha querido compartir
nuestra vida, vivir nuestros problemas, experimentar nuestra muerte y abrir una
salida a la humanidad. Este hombre no es
uno más. En Jesús, Dios se ha hecho
hombre para nuestra salvación.
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