Rincón de la Palabra | Hna. Ángela Cabrera, MDR.
Introducción a los Dones
del Espíritu Santo
Vamos a iniciar una sección donde estudiaremos y
reflexionaremos en torno a los siete dones del Espíritu Santo. De manera que lo
iremos presentando gradualmente. El propósito de esto es que cada uno de los
lectores descubra los dones que Dios, mediante su Santo Espíritu le ha regalado
para ponerlo al servicio gratuito de los demás. Estos son: sabiduría,
inteligencia, ciencia, consejo, piedad, fortaleza y temor de Dios. Estos dones,
que ya en su sentido numérico nos hablan de plenitud, son el poder de Dios
actuando en la humanidad, con el propósito de santificarla, y de hacerla
partícipe de la historia de salvación.
No son conquistas personales a base de esfuerzo personal. Están vinculados a la gracia operante de Dios, que se ofrece en misericordia y generosidad, porque el Reino de Dios no se construye sin Dios
El texto de Isaías 11 es la base fundamental donde
los dones se registran, apareciendo por primera vez nombrados: “Saldrá un
vástago del tronco de Jesé, un retoño de sus raíces brotará. Reposará sobre él
el espíritu de Dios: espíritu de sabiduría e inteligencia, espíritu de consejo
y fortaleza, espíritu de ciencia y temor de Dios”. Dicho pasaje no menciona el
don de piedad, para completar el número siete, pues éste fue añadido en los
primeros años del cristianismo.
Nos recuerda el Catecismo, en el número 1831, que
“los dones, pertenecen en plenitud a Cristo”. Ha recibido la plenitud del
Espíritu. Jesús es el don que se da. Los dones van dibujando en nosotros el
rostro de Cristo. Imprimen en nosotros estos rasgos. No son conquistas
personales a base de esfuerzo personal. Están vinculados a la gracia operante
de Dios, que se ofrece en misericordia y generosidad, porque el Reino de Dios
no se construye sin Dios. Para participar y forjar ese Reino, en su divina
pedagogía, el Señor nos regala sus dones. El Espíritu Santo se torna el Maestro
interior que va modelando conforme a aquello que Dios ha soñado para sus hijos
y sus hijas. Estos hijos e hijas de Dios, por ellos mismos son débiles, por
eso, el Espíritu les asiste con fortaleza y vitalidad creadora y creativa.
Los dones tienen una trascendente organización
interna, porque todo lo de Dios es mística y belleza. Son como una escalera,
con un escalón bajito y otro alto. Pero a este alto no se sube sin pasar por el
primero. El más elevado es el de la sabiduría y el más pequeño, el temor de Dios,
como lo describiremos detalladamente. Hay cuatro de ellos que se vinculan
directamente con el intelecto humano, donde se subraya aquello que Dios desea
comunicar al interior humano esperando que éste lo descubra. Estos dones son:
sabiduría, inteligencia, ciencia y consejo. Otros tres, se asocian a la
voluntad humana, o sea, al deseo que posee la persona para corresponder a
aquello que Dios le revela: piedad, fortaleza, temor de Dios.
El Espíritu Santo es una Persona, autora de que los
talentos humanos se eleven al nivel del don, o sea, que las cualidades no sean
tenidas como facultades de provecho personal, sino como regalos para caminar
hacia Dios y colaborar con Él. Se trata entonces de dones que permiten
participar al modo de Cristo. Estos dones cultivan la perfección y la santidad
según los divinos y secretos juicios de Dios, que respetan el proceso de
aceptación y madurez humana. ADH 846
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