Doctrina
Social | Alexis Cifuentes
Presencia católica en la política
Para una nueva presencia de los católicos en la
política no es suficiente (aunque necesario) el análisis ponderado de la
realidad. Los conocimientos técnicos no aseguran por sí solos la buena voluntad
y el deseo de servir, para que alguien participe en el ambiente de la política.
Entrar en esa realidad, en las condiciones actuales del mundo, supone asumir
unos valores que van contracorriente; y también estar muy claros de los
problemas reales, de conciencia que llegarán cuando la ética se encuentre con
la realidad.
Otro valor, muy importante para los cristianos
católicos, antecede a muchas cuestiones que se requieren para una presencia
católica en la política que contribuya a renovar desde sus raíces. Sin ese
valor, participar en la política trae como consecuencia que se tire la toalla,
que se reniegue entrar en los juegos oscuros de ella o, por el contrario, que
el individuo termine formando parte de todo aquello de lo que renegaba y se
disponía a combatir, para alcanzar una nueva política, al servicio de la
persona y de la sociedad.
La dimensión social del Evangelio está cada vez más impresa en el corazón de los que quieren vivir con autenticidad su fe
Para esa nueva presencia en la política, los católicos
sí tienen que asegurar una formación que los ponga al día y no quedar rezagados
en su sano intento de aportar desde su fe. Pero con esa formación y solidez de
vida, en todas las actividades humanas, se requiere primero un acto de amor.
Ese amor tiene como presupuesto el encuentro de amistad con el Señor, que
mostró gestos de compasión ante la condición de fragilidad humana y lejos de
rechazar, levantó a la persona para que viva con la dignidad de los hijos de
Dios.
Ese amor no es sentimientos pasajeros o visión
romántica de la realidad. No es la postura del que se “lamenta” por lo que está
pasando pero no actúa; de quienes al encontrarse ante el mal de las personas
sienten lástima, pero no se mueven a actuar para sacarlos de la situación. El
verdadero amor centrado en Jesús, nos mueve con gestos de amistad, reales,
hacia los demás necesitados. Así superamos el egoísmo y la indiferencia ante la
realidad que golpea a los más débiles y los margina. Desde el amor de Jesús
superamos el egocentrismo y entramos en la atmósfera del “nosotros”, donde la
solidaridad significa, como dice el papa Francisco, ocuparse del otro, de la
otra.
Para entrar en la política como ciudadanos competentes
y compasivos, capaces de aportar su saber y su cordialidad para encausar
proyectos sociales que sigan transformando nuestra sociedad. En el mundo de hoy
la política tiene mucho de espectáculo, de teatro, de componendas; y en su
interior, más allá de lo que se ve, mucha gente ruin, dispuestos a pisotear y
aprovecharse de los demás. Un cambio político es urgente, hoy más que nunca
cuando falta liderazgo mundial y los “magnates” de las finanzas han ocupado los
lugares de quienes deben orientar el bien común y las transformaciones de los
pueblos.
Una nueva presencia política de los católicos y
católicas es urgente y necesaria. La dimensión social del Evangelio está cada
vez más impresa en el corazón de los que quieren vivir con autenticidad su fe. Creyentes
conscientes son ciudadanas y ciudadanos críticos, incluso al interior de la
Iglesia, para exigir que a la luz del evangelio, no se legitimen regímenes y poderes
nacionales y mundiales que no quieren que las cosas cambien, porque están como
ellos quieren y les conviene. La dimensión social del Evangelio exige para este
tiempo ese tipo de católicas y católicos asumiendo una nueva presencia, desde
el amor solidario, en el mundo de la política, a la que ellos pertenecen.
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