Iglesia hoy | Kleiner López/elcaribedigital
Número de monjas y vocaciones se achica en el país
El
fenómeno es global y es atribuido a un cambio cultural relacionado con la
carencia de Dios en las familias
Que
nadie se equivoque porque las monjas, que experimentan ese estilo de vida todos
los días, lo tienen claro: la vida religiosa no está en crisis. La familia lo
está.
La
convicción viene de varios frentes de vida consagrada: las Hermanas de la
Caridad del Cardenal Sancha, las Hijas de María Auxiliadora, las Misioneras de
los Sagrados Corazones de Jesús y María y de las Hijas de San Pablo, también
conocidas como Hermanas Paulinas.
Están
de acuerdo con que el número de religiosas ha disminuido en el país y en todo
el mundo, pero aseguran que este momento de minoridad es a la vez un hito de
autenticidad misionera con pocas similitudes en la historia de la Iglesia
Católica.
En
el año 2015, en República Dominicana había 1,608 religiosas, de las cuales,
1,078 eran dominicanas. Entonces, estaban repartidas en 305 comunidades que
ejercían una vida apostólica a través de la educación, la salud y el trabajo
social o una vida contemplativa monástica que en el silencio del claustro se
enfocaba fundamentalmente en la oración.
Aunque no existan estadísticas oficiales, el número de mujeres que lleva una
vida consagrada a Dios se aproxima a 900 en la actualidad, según estima la
Conferencia Dominicana de Religiosos (CONDOR).
La
presidenta de la entidad, sor Carmen Ferrer, quien además es madre general de
las Hermanas de la Caridad del Cardenal Sancha, sostiene que hay un proceso de
formación integral y humana que se produce en la familia y que es el que constituye
el germen para que surjan las vocaciones religiosas.
“En
mi casa, por ejemplo, se oraba. Yo aprendí a respetar a las personas, que el
pobre podía sentarse en nuestra mesa; que debíamos tener respeto por el que no
tenía nada”, explica la religiosa antes de contraponer la dura realidad del
siglo XXI.
Empieza
por decir que a los niños ya no los crían los padres, que crecen con pocos
valores sociales, que nadie les habla sobre dar, servir o ayudar. “En fin, lo
que hay es un bombardeo de antivalores”, declara Sor Carmen, quien se pregunta:
“¿Cómo puede, entonces, un joven entregar la vida en un servicio desinteresado,
sin retribución? ¿Quién va a querer hacer un voto de pobreza, irse a trabajar
en los barrios, no recibir un sueldo y no disponer de la libertad de hacer lo
que mejor le parece en todo momento?”.
Aunque
pertenece a una congregación religiosa diferente, la secretaria general de la
CONDOR, Patria Fernández, coincide con sor Carmen. “Si la familia está en
crisis no puede haber más vocaciones. Estamos en un momento donde la gente más
joven lo que está buscando son respuestas rápidas, no el compromiso”, afirma de
manera categórica.
Indica
que en el mejor de los casos se puede encontrar un joven que se comprometa a
viajar a África por tres años para hacer una labor voluntaria con la que no
mantendrá ningún vínculo después que regrese a su país porque “en el fondo, la
gente le tiene miedo al compromiso definitivo que conlleva la vida religiosa”.
Sin vocaciones
La
hermana Fernández pertenece a los Misioneros de los Sagrados Corazones de Jesús
y María y cuando habla lo hace con la propiedad de la experiencia vivida.
“Nosotros tuvimos como 4 años seguidos sin vocaciones. Algunas jóvenes
entraban, pero luego salían y a otras les ayudamos a salir...”, expresó.
“Así
es -interviene sor Carmen-, porque la vida religiosa no puede ser un escape,
una evasión. Hay que ver si la persona reúne las condiciones porque si vienes
con un proceso de abandono de uno de los padres o de un abuso sexual es posible
que lo que estés necesitando sea una ayuda psicológica”.
La
decisión de entrar a una congregación religiosa femenina implica una
preparación que puede durar de 7 a 9 años y asumir un estilo de vida
comunitaria, donde toda decisión individual está sujeta al bien común.
Sor
Gabriela Araya Ponce, de las Hermanas Paulinas, comenta que el problema
vocacional es una constante en unas congregaciones más que en otras y que en la
suya en particular, representa un “desafío a trabajar de manera más intensa con
las jóvenes”.
Durante
la década de 1930, los años prolíficos de su congregación, las Hermanas
Paulinas llegaron a ser más de 3,000 en todo el mundo. Hoy son 2,112. Desde que
pisaron tierra dominicana en 2006, las Comunicadoras del Evangelio, como
también se les conoce por su actividad apostólica de promover la palabra de
Dios a través de los medios de comunicación, dirigen la Librería Paulina, en
Santo Domingo y en Santiago, poniendo a disposición del público libros
religiosos que probablemente no se encontrarían en ningún otro lugar del país.
En
total son 6 religiosas y todas, extranjeras. Si bien han tenido jóvenes en
formación, las vocaciones dominicanas que surgieron no perseveraron. “No sé por
qué se van. Sin embargo, por experiencia propia puedo afirmar que solo la vida
de oración te permite perseverar y ser fiel, porque la gracia de Dios se recibe
en la oración. Si no tienes oración, te cansas, no aprendes a aceptar al otro”,
revela la hermana chilena, que hace 52 años hizo sus votos perpetuos.
De
acuerdo con la edición de febrero de 2020 de la revista Donne Chiesa Mondo
(Mujeres Iglesia Mundo), del periódico L’Osservatore Romano, una de las tres
fuentes oficiales para la divulgación de noticias sobre la Santa Sede, desde el
2010, el número de religiosas ha bajado en 10 mil al año, lo que significa que
la Iglesia católica perdió casi 100 mil hermanas en una década.
La
publicación asegura que las religiosas son menos de 650 mil a nivel global y
que las vocaciones solo aumentan en África y Asia, mientras en América, Europa
y Oceanía van en descenso.
Sor
Esther Jiménez García forma parte del nuevo liderazgo que tienen las Hijas de
María Auxiliadora, una congregación religiosa que está a punto de cumplir 100
en las Antillas Mayores. Tienen presencia en Cuba, Puerto Rico y República
Dominicana y un vigor renovado.
En
medio de la pandemia del coronavirus crearon una pastoral virtual para
acompañar a las jóvenes que estudian en colegios salesianos; tienen un canal de
YouTube en el que ofrecen catequesis; realizan un encuentro semanal a través de
Facebook para rezar el Rosario y un programa formativo denominado Peregrinos en
Común mediante la plataforma digital de Zoom.
“Estamos
desarrollando un proceso de acompañamiento, entendiendo que existen situaciones
de depresión y que hay gente que está viviendo realidades duras, dolorosas y
procesos fuertes de duelo”, explicó sor Esther.
Desde
su punto de vista, hay un cambio cultural que afecta no solo la vida
consagrada, sino la vida matrimonial. Por eso, cuando habla sobre las
vocaciones sostiene que este es un tiempo de minorías, no de mayorías.
“Aun
en medio de la pandemia, el Señor sigue llamando y hay jóvenes valientes que
dan el sí. Actualmente, nosotras tenemos dos vocaciones en formación”, contó la
religiosa, no sin reconocer que en décadas anteriores en un año podían ingresar
más de 12 aspirantes.
En
el año 2017, el Papa Francisco había expresado su preocupación por lo que
denominó una “hemorragia de sacerdotes y monjas” en la Iglesia católica. Entre
los factores que el pontífice citó como causa de renuncia a las vocaciones
estuvo la existencia de una sociedad que desalienta los compromisos de por
vida.
De
todos modos, sor Carmen, la madre superiora de las Hermanas de la Caridad del
Cardenal Sancha, admite que tanto los religiosos como las religiosas “tenemos
que ser más significativos y más testigos de Dios”.
Aclara
que el hecho de estar en un convento no le proporciona una coraza contra las
tentaciones y el pecado. “Hay que orar todos los días. Los religiosos y religiosas
necesitamos que se ore por nosotros para que podamos ser fieles y fecundos”,
expresa la hermana que ingresó a la congregación en el año 1965.
Fundada en Santiago de Cuba por el Cardenal Sancha y Hervás, el instituto religioso llegó a tener 61 junioras esperando su traslado para irse a trabajar a otros países. Hoy tienen 11 en toda la congregación que posee residencias en Haití, Colombia, Perú, Venezuela, Panamá, Puerto Rico, New York, España, Italia, Cuba y República Dominicana.
Para sor Carmen, el verdadero valor de la vida religiosa radica en la renuncia
consciente a tener una vida normal por la opción superior de vivir conforme a
una promesa de fe y entrega total que se le hace a Dios.
“Es
una decisión personal. Aunque me gustan los niños, nunca he añorado lo que no
tuve porque siempre trabajé con jóvenes en las escuelas y en la pastoral
juvenil de las parroquias lo que me permitió sentirme realizada en ese espacio
afectivo”, asegura la religiosa.
Tras
25 años de trabajo ininterrumpido en el barrio de Sábana Perdida, no tiene
dudas de que las vocaciones seguirán surgiendo. “Dios llama, pero no es una voz
que escuchas literalmente. Él llama cuando puedes ver el dolor y el sufrimiento
de la gente; cuando ves a un niño que no sabe que le puedes enseñar o a una
niña que tiene quién la acoja”. Sor Carmen asegura que si tienes un corazón que
sabe escuchar, reconocerás el llamado.
La
formación religiosa puede durar hasta 9 años
Independientemente
de la congregación religiosa a la que decida incorporarse, la joven que aspira
convertirse en monja debe desarrollar un proceso de clarificación de las
motivaciones por las que desea dedicar su vida a Dios.
Es
un camino que le permite conocerse a sí misma y descubrir la certeza del
llamado de Jesús y si está en disposición de asumir un compromiso para toda la
vida. Está conformado por varias etapas:
• Aspirantado
• Postulantado
• Noviciado
• Juniorado
• Formación Permanente
Publicado
en elcaribe.com.do:
https://www.elcaribe.com.do/panorama/pais/numero-de-monjas-y-vocaciones-se-achica-en-el-pais/
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