Opinión | MarÃa Luisa Berzosa fi
Querido hermano Francisco
Me piden una reflexión sobre el tiempo
transcurrido desde aquel 13 de marzo de 2014 cuando al caer de la tarde te
asomaste al balcón central de la BasÃlica de San Pedro. Guardo en mi corazón,
de manera fresca y palpitante, todos los datos de aquellos instantes: tu saludo
como obispo de Roma, tu afirmación de que fueron a buscarte “al fin del mundo”,
escucho el silencio impresionante de la multitud en la plaza para bendecirte
…¡cuántas sorpresas en pocos minutos!
Y llegó tu nombre como Papa: pasabas de Jorge
Mario a Francisco y todo esto me permite tratarte asÃ, en carta pública, de
hermana a hermano en la misma fe. Te habÃa conocido en Buenos Aires, pero
intuÃa que ahora no era simplemente un cambio de nombre. Que todo eso encerraba
mucho más y habÃa que estar abierta a la novedad que en efecto, ha ido
viniendo. Si te soy sincera me mantuve muy a la expectativa en tus primeros
dÃas, un tanto desconcertada positivamente y cada gesto, cada palabra me iba
llegando como un aire fresco, distinto, nuevo, oxigenante, “franciscano” …
Y comenzaste a dar los primeros pasos como Papa
con firmeza y decisión, parecÃan simples gestos apenas perceptibles pero ya
estaban cargados de significado intencional para su desarrollo posterior. Aquel
primer jueves santo donde te atreviste -¡tremenda osadÃa!- a lavar los pies a
mujeres y no a sacerdotes como era lo esperado; quedarte a vivir en la Casa de
Santa Marta, el dejar los ropajes pontificios y simplificarlos cuanto era
posible … muchos cambios en poco tiempo. Y poco a poco te lanzaste a poner luz
en otros mayores, como la reforma de la curia, los abusos de todo tipo, la
transparencia en la economÃa, en la comunicación.
Imposible borrar de la retina tus pasos firmes en soledad, bajo la lluvia, en aquel atardecer del 27 de Marzo, orando en una Plaza de San Pedro totalmente vacÃa
Pero creo que has promovido muchos y variados
acontecimientos a nivel mundial: tus viajes a las periferias del mundo, la
preocupación por la familia y el amor con la EncÃclica Amoris Laetitia, la
solicitud por el planeta explicitada con verdadera urgencia en la EncÃclica
Laudato Si, ese cuidado por la “casa común” que latÃa como un grito pero que
supiste poner en primera lÃnea de urgencia planetaria. La reciente “Fratelli
Tutti” con ese deseo de amistad social y fraternidad universal. El Pacto
Educativo Global por la Educación, algo que nos moviliza como individuos y
sociedades, la EconomÃa Joven los diversos SÃnodos: de la Palabra, de la
Familia, de la Fe, los jóvenes y el discernimiento vocacional; el SÃnodo
extraordinario sobre la AmazonÃa…
No son tantos los años transcurridos hasta ahora
de tu pontificado pero me atrevo a decir que han sido muy fecundos y de alguna
manera revolucionarios. Dijiste a los jóvenes “hagan lÃo”, pero permÃteme
decirte que lo has hecho en grande, has abierto horizontes insospechados al
ocuparte de las personas y sus derechos, comenzando por los más básicos y
elementales, las de cerca -bajo tu ventana- muchos hombres y mujeres sin techo
han encontrado alimento e higiene, lecho donde dormir, y las de lejos han
recibido tus visitas, tus mensajes de paz y no violencia, tu cercanÃa de padre
y pastor.
Y te has mostrado especialmente sensible a los
grupos humanos en movilidad, obligados a salir de sus paÃses de origen en busca
de un futuro mejor con el riesgo de muerte, muchas veces navegando en sus
frágiles pateras han sido tragados por el mar.
Pero un rasgo que puede considerarse, desde mi
punto de vista, eje transversal de estos años de pontificado, ha sido mostrarnos
a Jesús, el Señor, como centro de la vida cristiana desde su dimensión de
perdón y liberación, de acogida a todas las personas sin exclusión, con esa
mirada hacia los más pobres y desfavorecidos de la vida.
Y una invitación a vivir en esas claves como una
opción que se va haciendo en discernimiento, en búsqueda desde la oración y que
no puede dejar de traducirse en un compromiso que abraza a los demás como
hermanos y hermanas,
Es desde ahà que vas abriendo espacios en una
iglesia más inclusiva, más igualitaria; has ido dando pasos que pueden parecer
tÃmidos para lo que necesitamos -¡es muy lento el proceso!- pero considero que
son significativos por lo que suponen de cambio y de puerta abierta para
continuar ese camino. Nos duele no tener una única mesa en el banquete
eucarÃstico donde no haya sillas vacÃas, en la que quepamos todas las personas;
sufrimos con colectivos humanos en los márgenes, sin una acogida abierta. Te
agradecemos mucho estos intentos y confiamos en poder continuar este proceso.
No estás solo en el intento.
Y no podemos olvidar este último tiempo asolado
por la pandemia del Covid-19. Imposible borrar de la retina tus pasos firmes en
soledad, bajo la lluvia, en aquel atardecer del 27 de Marzo, orando en una
Plaza de San Pedro totalmente vacÃa, como queriendo abrazar la humanidad
doliente a los pies del Cristo de San Marcelo que salvó a Roma de la peste.
Sentimos tu presencia en nuestras casas, en cada rincón, porque tu deseo era
comunicarnos tu proximidad en esa hora de dolor para la humanidad.
Y sin que esta pandemia parezca remitir, has hecho
otro viaje, bien valiente y arriesgado, a Irak y nos has dejado imágenes y
palabras que vuelven a poner a Dios en el centro de la vida y de la historia,
pero en diálogo interreligioso como en su momento lo hiciste en AsÃs y en otras
ocasiones. Porque ser cristiano no nos da derecho a imponer a nadie nuestras
propias creencias sino a respetar las de otras culturas sin cerrarnos al
diálogo que enriquece.
Deseo felicitarte por estos 8 años de tu vida que
nos has regalado como obispo de Roma, como lÃder espiritual que inspira
abriendo caminos de futuro, manteniendo el sueño de la utopÃa para hacer del
mundo una realidad más parecida a los sueños de Dios.
Y agradecerte tu entrega y dedicación incansable,
pero permÃteme decirte una cosa: cuÃdate para que puedas seguir cuidándonos.
Estamos necesitados de tu espÃritu soñador, de tu impulso hecho de gestos y
signos que animan y estimulan, de palabras que se entienden tan bien porque
llegan al corazón.
Seguimos rezando por ti cada dÃa como nos pides; y
por favor, no pierdas esa alegrÃa y sentido del humor que tanto suavizan los
problemas de la vida.
Un abrazo grande de tu hermana,
MarÃa Luisa Berzosa fi - Roma, 13 Marzo 2021
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