Educación |
Hno. Pedro Orbezua Iriarte, fsc.
¡Que la Escuela vaya bien!
Cómo ser para educar
San Juan Pablo II, en audiencia con motivo del tricentenario del
Instituto de La Salle en Italia, 2020, afirmó algo muy conveniente y apropiado
para todos: “El pensamiento
ascético-educativo lasallista versa no tanto sobre cómo educar, cuanto sobre cómo
ser para educar, es decir, cómo vivir en sí el estilo y la esencia del
educador”.
Ocupados por “el cómo educar”, que si “aprendizaje basado en
proyectos”, que si “enseñanza por competencias”, … naturalmente con sus más y
sus menos, sus defensores y atacantes… olvidamos lo prioritario: el “para qué”,
¡la “finalidad” de la educación!, que, -al decir de Fernando Savater- “es educar para la plenitud humana (...) hay
que hacer seres humanos mejores. Sé que suena retórico, pero es que, en el
fondo, no hay otro objetivo (...) No se trata de decir que hay que mejorar la
educación a base de poner un ordenador por niño en la escuela. La cosa es más
complicada. Ahora, cuando se habla de educación, se habla de medios, pero si no
sabemos qué vamos a hacer con ellos (...) Sin estos planteamientos, todas esas
cosas no sirven para nada”. Y además desatendemos y descuidamos y
menospreciamos el “cómo ser para educar”,
el quid de la renovación de la educación.
Para comenzar un primer señalamiento de “cómo ser para educar”: “El maestro es fundamentalmente un testigo
que acompaña e inspira porque su ejemplo entusiasma, cuestiona, acompaña y
orienta. Es también mediación fundamental de los procesos educativos porque
crea una relación pedagógica que favorece el crecimiento integral de los niños
y jóvenes con quienes comparte su vida y su misión. Su presencia ilumina,
señala horizontes, genera ambientes para el aprendizaje, promueve la autonomía,
sugiere caminos y transmite principios; de esta forma contribuye a la formación
de personas libres, autónomas y responsables”. (Declaración MEL).
- Ni tanto y ni tan calvo.
- Sí, mi hermano, sí. ¡O eres un Maestro vocacionado, una Maestra
vocacionada, o te buscas otro trabajito!
La Historia me la contaron con Rita Hayworth como protagonista,
ahora ahí les va a mi manera. “Rita -en
cierta ocasión- visitó un hospital y le llamó la atención una religiosa que
atendía con toda solicitud y cariño a un pobre mendigo, cuyas heridas
resultaban muy, pero que muy desagradables. El tufo obligó a Rita a taparse la
nariz con un pañuelo al tiempo que comentaba a la Hermana:
- ¡Hermana, yo no haría eso ni
por un millón de dólares!
Y la Hermana, sonriente, le
contestó.
-¡Ni yo tampoco!
Retomo la pregunta: ¿Cómo
ser para educar? Más arriba lo señalamos y, luego, resumimos en una palabra
que por repetirse una y otra vez no quede: ¡Vocacionado,
Vocacionada! Como la religiosa de la historia. Y como DLS y la primera
comunidad de Maestros, allá en Reims, en la segunda mitad del siglo XVII.
Veamos. qué descubrieron y decidieron.
De la Salle y aquellos maestros, atentos e impresionados por la
situación de abandono de los “hijos de los artesanos y de los pobres”,
decidieron llamarse “Hermanos”, Hermanos entre sí, en comunidad, y hermanos
mayores de los jóvenes confiados a su cuidado. Esta doble comprensión de la
fraternidad estableció tanto una IDENTIDAD como una MISIÓN. (Decl. 11).
Tu identidad, Educador, Educadora, es ser Hermano, Hermana. En la
“Comunidad educativa”, sin excepción somos hermanos y hermanas entre nosotros y
nosotras. Decidimos, elegimos, optamos, por ser Fraternidad. Para una misión:
¡construir fraternidad! La Escuela, Laboratorio de Fraternidad.
DLS y la comunidad de “Hermanos” advirtieron muy pronto, “que las
escuelas nacientes no producían todo el provecho que se esperaba de ellas, porque
no había una conducta uniforme; cada maestro seguía su humor particular…” y que
por ello, para responder a las necesidades de los niños y jóvenes, la escuela
exigía trabajo en equipo… era indispensable educar juntos, en fraternidad para
construir fraternidad. Y como entonces, ahora en este país y en este curso
escolar 2020-21. ADH 855.
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