Corazón
Misionero | Joaquín Herrera, MSC
MSC en Centroamérica
A mediados del siglo pasado,
en el año 1955, los Misioneros del Sagrado Corazón iniciaron una nueva
experiencia apostólica. Esta vez el campo de acción se centro en una de las
repúblicas del istmo centroamericano, en concreto.
El departamento de El Quiché, uno de los
mas pobres de la república con el 95 por ciento de analfabetos aproximadamente
en esa época, con un solo hospital en todo el territorio, con una pobreza
extrema, sin vías de comunicación adecuadas entre sus municipios y con solo
tres sacerdotes en todas sus cercas de ocho mil kilómetros de extensión,
ofrecía un campo propicio para la acción de los Misioneros del Sagrado Corazón.
Históricamente, la acción de Dios fue
llevando a esa congregación misionera a lugares difíciles y muy complicados. Y
nuestra presencia en Centroamérica no ha sido una excepción.
Hacía poco que un obispo guatemalteco,
Mons. Rafael González, había fundado la acción Católica Rural Indígena. Un
movimiento laical indígena, bien organizado con catequistas interesados en su
formación, en el conocimiento de la Biblia y en la evangelización de su gente
que había estado cerca de cien años, desde la expulsión de los sacerdotes y
desamortización de los bienes de la Iglesia por parte del presidente Justo
Rufino Barrios, sin una presencia de ministros católicos. Ellos fueron la mano
derecha y los grandes evangelizadores con los que los Misioneros del Sagrado
Corazón trabajaron codo a codo
Gracias a la labor común de catequistas y misioneros en 1967 el departamento fue constituido eclesialmente y considerada como Diócesis modelo de Guatemala
Ante la extrema pobreza y la explotación
social en que vivía la mayoría de los habitantes de El Quiché, desde el inicio
de la acción evangelizadora estuvo acompañada de unas exigencias sociales que
ayudasen a despertar la dignidad de las personas, proporcionasen unos medios de
progreso y unas ansias de superación en todos los campos. A medida que las
comunidades cristianas iban aumentando se abrían escuelas en sus aldeas, se introducía
el abono, se construían salones comunales y oratorios, se hacían caminos que
permitiesen sacar sus cosechas en pequeños camiones y para que se pudieran
trasladar a sus enfermos al centro de salud que poco a poco se iban
introduciendo, se luchaba para conseguir que el agua potable llegase a sus
cantones y comarcas. Una obra que se pudo realizar gracias a la acción animadora
de los catequistas indígenas con mucho enfrentamientos y luchas. Pero sobre
todo se abría la conciencia de la persona humana y de sus derechos y
obligaciones como ciudadano no de segundo orden.
Toda esta acción influía en los intereses
de las gentes adineradas, de los usureros, de la gente de poder de los
opresores sociales y de los racistas que despreciaban a los indígenas. De ahí surgió
una acción en contra de la Iglesia y se empezó a llamar a los sacerdotes y sus
colaboradores comunistas, término que en Guatemala conducía muchas veces a ser
asesinados. No se conocía a los sacerdotes de El Quiché. Empezaron a ser
vigilados y algunos fueron expulsados del país.
Teniendo en cuenta las tensiones sociales
en contra de la acción evangelizadora, los Misioneros del Sagrado Corazón
abrieron un nuevo campo de acción en Nicaragua por si hubiera una expulsión
masiva de sus miembros. Históricamente este país entro en conflicto bélico
antes que Guatemala y los miembros de la congregación sufrieron en carne las
consecuencias del mismo.
Los conflictos sociales se fueron
agudizando cada vez más en Guatemala hasta que se llego a una guerra civil no declarada,
a un conflicto armado que muchos señalaron como un genocidio indígena, donde
las fuerzas de seguridad del estado perseguían claramente a la Iglesia Católica
por ser la culpable de la concientización sobre la dignidad humana,
conocimientos de derechos y deseos de superación en los grupos étnicos especialmente
en El Quiché. Como reconocía la Comisión para el esclarecimiento histórico en
su informe. La Iglesia Católica transito en muy corto tiempo en la historia
reciente de Guatemala, de una postura conservadora hacia posiciones y practicas
que, fundamentadas en el Concilio Vaticano ll y en la Conferencia Episcopal de
Medellín priorizaba el trabajo con los excluidos, los pobres y los marginados,
promoviendo la construcción de una sociedad más justa y equitativa. Estos
cambios doctrinales y pastorales chocaron con la estrategia contrainsurgente, que
consideró a los católicos como aliados de la guerrilla y, por tanto, parte del
enemigo interno, sujeto de persecución, muerte o expulsión.
Entre la estrategia de las fuerzas
armadas del Estado, hubo un plan de haber desaparecer a los sacerdotes de El
Quiché. Tres Misioneros del Sagrado Corazón fueron asesinados por permanecer al
lado del pueblo como el buen pastor: José María Gran, Faustino Villanueva y
Juan Alonso. Centenares de catequistas fueron asesinados por el mero hecho de
serlo.
Mientras tanto los MSC, en medio de las
dificultades y por estar acostumbrados a ellas se fueron haciendo presente en
El Salvador, Honduras y México. Estando y caminando con la gente necesitada
continúan intentando dar a conocer el amor tierno, compasivo, misericordioso,
fuerte y constante de Dios por toda la humanidad.
Publicado en Madre y Maestra, revista de
los MSC de España. No. 611, octubre 2019.
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