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| Luis Miguel Modino
Dos religiosas en la lucha contra el coronavirus en la Amazonía: “Dios viene al encuentro de sus ovejas cansadas y enfermas”
La Iglesia
de Brasil ha sido un instrumento de solidaridad durante la pandemia de Covid-19.
Son muchos los signos que han revelado una Iglesia samaritana, dispuesta a
atender las heridas de los que se han quedado tirados al borde del camino.
Misioneros
y misioneras voluntarios en la Amazonía
Esta
solidaridad también se ha manifestado en la Amazonía, donde además de la ayuda
material, varios misioneros y misioneras han dedicado su tiempo a ayudar a la
población que tradicionalmente sufre, pero especialmente en esta época de
pandemia.
Enviadas por
la Conferencia Brasileña de Religiosos, con el apoyo de sus congregaciones, las
hermanas Marilde Inês Guarnieri y Lucisnei Rojas Dorado, ayudaron durante tres
meses en la ciudad de São Paulo de Olivença, en la diócesis de Alto Solimões.
Ellas mismas definen este tiempo como “una experiencia misionera como
voluntarias para la vida “.
Según su
propio relato, “hace tres meses escuchamos la repentina llamada que nos llegó a
través de las superioras de nuestra Congregación y de la CRB. Esta llamada
resonó en nuestros corazones como un grito de ayuda para extender nuestra mano
solidaria a nuestros hermanos y hermanas de cierta región del Amazonas que
estaban sufriendo las graves consecuencias de la pandemia del Covid-19”.
Ayuda
ante una situación muy grave
Cuando
llegaron a Sao Paulo de Olivença, el estado de Amazonas atravesaba una
situación muy grave, con un número elevado y creciente de infectados y un alto
índice de ingresos hospitalarios, muertes y secuelas. Las religiosas nos
cuentan que en aquella época había “familias enteras comprometidas por este mal
“. Dicen que “nos sentimos obligadas a responder, y aún sin saber exactamente
dónde y qué debíamos hacer y sin mucho tiempo para organizarnos, en un ‘lo que
Dios quiera’, nos pusimos a disposición y salimos al encuentro de esta
realidad”.
Las hermanas
cuentan que “el 13 de febrero llegamos a Tabatinga, Amazonas, y en el
aeropuerto nos recibió Mons. Adolfo Zon, que nos saludó desde lejos y salió a
recibirnos con alegría, bendiciéndonos con la señal de la Cruz de pies a
cabeza, pero no con agua bendita, sino con un frasco de alcohol en gel en las
manos, demostrando la necesidad de cuidado y alegría: requisitos fundamentales
para ser misioneros en este tiempo”.
Destino
SãoPaulo de Olivença
Desde
Tabatinga, sede de la diócesis de Alto Solimões, las religiosas se dirigieron,
el 14 de febrero, a Sao Paulo de Olivença, donde fueron recibidas, bajo la
lluvia, como ellas mismas dicen, por el padre Marcelo, siendo conducidas a la
casa de las Hermanas Cordimarianas, “que nos acogieron con cariño “. Según las hermanas,
“todo estaba organizado y convivíamos fraternalmente durante este periodo “.
Poco a poco,
junto con el padre Marcelo, fueron conociendo la ciudad y la realidad del
municipio, donde viven los indígenas tikuna, cambeba y kokama, así como los
manauaras, peruanos y colombianos. También conocieron las comunidades de la
Parroquia. Todo ello hizo que “poco a poco fuéramos conociendo e insertándonos
en esta realidad de dolor y sufrimiento a la que se enfrenta el mundo entero “,
afirman las hermanas.
Sufrimiento
de Cristo encarnado en esta tierra
Este tiempo
coincidió con el tiempo litúrgico de la Cuaresma, la Semana Santa, la Pasión,
Muerte y Resurrección de Jesús, nos dicen las religiosas, “donde experimentamos
con más fuerza el sufrimiento de Cristo encarnado en esta tierra, puesto de
manifiesto en el contexto de la pandemia y el abandono político y social bien
conocido por todos “. En su informe, destacan que “el silencio impuesto por el
aislamiento social se hacía notar en cualquier espacio de esta ciudad, un grito
apagado de dolor y miedo ante la pérdida de personas cercanas y queridas, y el
temor a lo desconocido que podía llegar en cualquier momento, para cualquiera”.
Las
religiosas afirman que “actuamos directamente en primera línea en la lucha
contra el coronavirus, en la atención hospitalaria y en el equipo de vigilancia
domiciliaria del municipio, ayudando a los equipos que estaban desgastados por
la sobrecarga en el cumplimiento de horarios y funciones. Muchos de ellos se
contaminaron con el virus del Covid-19, fueron hospitalizados, una compañera
enfermera que luchaba contra el Covid-19 murió, y muchos de ellos perdieron familiares
“. Aun así, destacan que son “un equipo incansable en la lucha contra este mal,
junto a ellos compartimos momentos de dolor y muerte, pero también la alegría
por las vidas estabilizadas y recuperadas “.
Dios que
se manifiesta en su misericordia y gracia
Durante este
tiempo de misión, las hermanas insisten en que “hemos sentido fuertemente la
presencia de Dios que viene al encuentro de sus ovejas cansadas y enfermas,
Dios que en su misericordia y gracia se ha manifestado y nos ha acompañado
todos estos días”. Ha sido un tiempo para dar gracias por los numerosos y
hermosos gestos de solidaridad, “de personas e instituciones que fueron
sensibles y tomaron la iniciativa y la decisión de ayudar haciendo campaña para
adquirir materiales y equipos de protección individual para hacer posible las
acciones necesarias “.
La
experiencia vivida por las hermanas les ha mostrado que “juntas podemos
contribuir concretamente con el Reino en el cuidado de la vida “. Las
religiosas afirman que “las vacunas han ido llegando y gracias al compromiso de
todos, hoy tenemos un número muy reducido de infectados. Esto ha hecho que,
poco a poco, se reinicien las actividades en el municipio de São Paulo de
Olivença”.
Por último,
las hermanas Marilde y Lucisnei dicen estar “agradecidas a Dios por haber sido
elegidas para contribuir a este proyecto”. Por ello, agradecen, “nuestro
agradecimiento a nuestras Congregaciones: Hermanitas de la Inmaculada
Concepción y Hermanas Franciscanas de Cristo Rey, CRB, REPAM, Mons. Adolfo,
Padre Marcelo y Hermanas Cordimarianas. Gratitud. Paz y Bien “.
Publicado
en:
Prensa Celam
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