Comentario | José Luis Sicre
El labrador, la vid y los sarmientos
Para captar la originalidad del evangelio conviene
recordar otras referencias a la vid en el Antiguo Testamento. Un salmo compara
al pueblo de Israel con una vida pequeña, que Dios trasplanta a la tierra de
Canaán, donde crece de manera espléndida y extiende sus pámpanos hasta el Gran
RÃo (el Éufrates). Alude al imperio davÃdico. Pero llega un momento en que la
vid se ve asaltada, pisoteada y destruida por los pueblos vecinos y los grandes
imperios. ¿Por qué ha ocurrido esto? Una canción de IsaÃas ofrece la respuesta:
la vid, que ha recibido inmensos cuidados por parte del labrador, en vez de dar
uvas da agrazones. Pasando de la imagen a la realidad, Dios esperaba de su
pueblo justicia y bondad y encontró malicia y maldad.
En el evangelio, la imagen cambia profundamente. La
vid no es el pueblo, sino Jesús. Y adquieren un protagonismo inesperado los
sarmientos, nosotros.
Este pasaje se conoce como «la parábola de la vid y
los sarmientos». TÃtulo erróneo, porque no tiene en cuenta al protagonista
principal, el labrador, que es quien poda, arranca y tira los sarmientos que no
dan fruto. Y más bien que parábola es una fábula, donde los protagonistas son
animales o plantas que pueden hablar y actuar. En este caso, los protagonistas
secundarios, los sarmientos, no hablan, pero sà actúan. Algunos deciden
mantenerse unidos a la vid, y dan fruto abundante. Otros deciden
independizarse, cortar la relación con la vid, y dejan de dar fruto. (La imagen
de unas ramas en movimiento, en este caso alejándose del tronco, recuerda la
fábula de Yotán, que comienza: «Se pusieron en marcha los árboles para elegirse
un rey»).
El enfoque del evangelio, insistiendo en la idea de
permanecer en Jesús, se comprende recordando un episodio de Lucas. En la
aparición a los discÃpulos de Emaús, estos terminan pidiéndole: «Quédate con
nosotros, Señor». En Juan cambia la perspectiva. Es Jesús quien nos dice:
«Permaneced en mû. Es muy distinto «quedarse con» y «permanecer en», aunque
parezcan lo mismo. Lo segundo habla de mayor intimidad, como la de un niño en
el seno de su madre.
El tÃtulo habitual subraya la importancia de la vid. Y
en parte lleva razón: de estar unidos a ella o separados de ella depende el
futuro de los sarmientos. Pero la vid no hace nada. Simplemente está ahÃ. Todas
las acciones las realizan el labrador o los sarmientos. Enfoque curioso, que
nos obliga a reflexionar sobre la importancia de Dios Padre en la vida del
cristiano; y el papel fundamental de Jesús, aunque a veces tengamos la impresión
de que no hace nada en nuestra vida.
1ª lectura: la viña y la poda de Dios (Hechos de los
Apóstoles 9, 26-31)
Aunque no tenga relación ninguna con el evangelio, el
texto de los Hechos se puede leer como una concreción del mismo. El final nos
dice cómo la vid, la comunidad cristiana, se extiende y fructifica. Y la
primera parte, la que trata de Pablo, recuerda lo que dice la fábula a
propósito del labrador: «a todo el que da fruto lo poda, para que dé más
fruto». Podar es cortar, herir al árbol, despojarlo de algo que le ha costado
tiempo y esfuerzo producir. Pero el campesino lo hace para que esté más sano y
fuerte. Eso es lo que hace Dios con Pablo.
Después de su conversión, Pablo podrÃa esperar que lo
recibieran muy bien en Jerusalén. Pero ocurre algo muy distinto: no se fÃan de
él, lo rehúyen, hasta que Bernabé lo presenta a los apóstoles. Cuando comienza
a predicar, los judÃos de lengua griega intentan eliminarlo y debe huir a
Tarso. En realidad, toda la vida de Pablo fue una gran poda, una vida llena de
persecuciones y sufrimientos. Pero a través de ellos se convirtió en el mayor
de los apóstoles. Dio mucho fruto. Una buena enseñanza para los que quisiéramos
que todo nos fuera bien en la vida, sin ningún tipo de dificultades.
2ª lectura: cómo permanecer unidos a la vid (1ª carta
de Juan 3,18-24)
El evangelio insiste en la necesidad de que el
sarmiento esté unido a la vid. La segunda lectura nos indica el modo concreto
de mantener la unión.
El texto, como es habitual en Juan, resulta complicado
y mezcla diversos temas: el amor falso y el verdadero, el complejo de
culpabilidad, la confianza en Dios, la observancia de los mandamientos, la fe
en Jesús y el amor mutuo, la permanencia en Dios y el don del EspÃritu.
Siguiendo la metáfora del evangelio, es una vid demasiado frondosa que conviene
podar. BastarÃa recordar que amar de verdad y con obras equivale a creer en
Jesús y amarnos unos a otros. Esa es la forma de permanecer unidos a la vid y
la única garantÃa de que daremos fruto como cristianos.
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