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    martes, 4 de mayo de 2021

    Economía que enriquece a todos


    Humanismo Integral | Ignacio Miranda





    La Economía Solidaria, el modelo que enrique a todos

     

    Estudiosos de las ciencias sociales acostumbran presentar propuestas a partir de estas preguntas: ¿qué?, ¿quién?, ¿Cuál?, ¿cómo?, ¿cuándo?, ¿por qué?

     

    En octubre se celebra el Día del Ahorro y, al mismo tiempo, el Mes del Cooperativismo Dominicano que, nacido en 1946, en este año se conmemora su 69º Aniversario. Un ejercicio como éste nos ayudaría a salir de la superficialidad que caracteriza esta época para formularse algunas propuestas y responderlas con profundidad.

     

    ¿Qué es el cooperativismo?, ¿quién fue su fundador en nuestro país?, ¿cuál es su fin?, ¿cómo se puede ahorrar si los ingresos son insuficientes para satisfacer nuestras necesidades?, ¿desde cuándo existe el cooperativismo en nuestro país? ¿por qué fallan las cooperativas?

     

    Una buena proporción de lo que escribo es producto de mi experiencia cotejada con valores, principios y virtudes procedentes de fuentes informativas y formativas confiables. Algunas de las preguntas que anteceden quedarán respondidas aquí y las restantes las dejo como tarea a nuestros lectores.

     

    En mi último libro: Equidad Integral, aparece el subtítulo: valor que enriquece a todo. Este subtítulo se inspira en otra expresión en la que he sido reiterativo: “la economía solidaria enriquece a todos y no empobrece a nadie”.

     

    La Economía, al igual que la Política, son como las hermanitas gemelas, adoptadas por la madre común de las ciencias sociales, que es la Sociología. Las dos antecedieron a su madre de adopción, pero ninguna puede practicarse con eficacia ignorando a las otras, porque todas ellas, aunque con diversas variables, tienen como fin satisfacer las necesidades humanas. Objetivo esencial de la Economía es orientar el uso racional de los recursos humanos y físicos, representados en los valores del trabajo y de la tierra.

     

    De ahí que, al economista no lo define ocupar una función pública encumbrada, sino que su identidad se establece por el comportamiento humanista que expresan los valores fundamentales de la ciencia que practica, profundiza y actualiza sus principios, los encarna, y los comunica con su testimonio de vida. De esa manera estaría ejerciendo su deber moral de rescatar la economía secuestrada por el poder financiero en connivencia con políticos corruptos, que dan primacía al dinero obtenido de manera fácil, rápida y abundante, sobre el trabajo creador de los bienes que satisfacen las necesidades humanas.

     

    Cualquier persona que haya recibido una lección inicial de Economía conoce el principio de la “teoría cuantitativa del dinero” y reconoce que, en esencia, ésta se basa en el equilibrio entre los bienes producidos por el trabajo y el dinero recibido por el trabajador en compensación a su esfuerzo. En consecuencia, cualquier dinero que no proceda del trabajo, puede provocar un alza en los precios y, consecuentemente, una pérdida del poder adquisitivo.

     

    Juegos de azar, impuestos al consumo, funciones que no aportan al desarrollo orientado al bien común, trabajo deficiente en calidad y cantidad, especulación, producen una masa de dinero superior al producto que aportan y elevan los precios en perjuicio de los desempleados y a toda persona de bajo nivel de ingreso.

     

    Nadie, en su sano juicio, ignora que estamos gobernados por un Estado fiscalista que da primacía al ingreso fácil procedente del juego de azar, los combustibles, ITBIS, endeudamiento, para financiar una estructura irracional y una nómina supernumeraria con empleados incapaces que dañan la propia imagen de servidores estatales cualificados, cuando lo justo es que este financiamiento proceda de las personas físicas y morales de mayores niveles de ingresos.

     

    La Economía Solidaria que, como hemos expresado en diversas ocasiones, el cooperativismo es la forma más conocida y practicada en el mundo, contiene la respuesta a la crisis económica que padecemos.

     

    Tres fechas memorables lo identifican: 1-10-46, convocatoria a la Semana Social del Caribe, con el tema central de la promoción cooperativa, como expresión de la Pastoral Social; 23-10-63, promulgación de la ley 28, que establece la obligatoriedad de la enseñanza en los niveles de educación básica y secundaria y la sugiere para las universidades; 25-10-63, creación del Instituto de Desarrollo y Crédito Cooperativo (IDECOOP).  

     

    Lo anterior revela que la economía solidaria no es una idea que algunos pretenden proponer como un invento de modificación de un “sistema agotado”, sino que tiene antecedentes de profundas raíces en nuestro país.  

     

    Lamentablemente, en el cooperativismo ocurre lo mismo que con toda nuestra Historia: los hechos relevantes, las personas que los encarnan, y las razones que contienen para enmendar errores y ratificar aciertos, quedan relegados a los intereses particulares y contra el bien común.

     

    Este comportamiento ha traído como consecuencia que no se apliquen los valores y principios normativos para la creación de un modelo económico solidario, a partir de la austeridad, que fomenta el ahorro, la inversión, la creación de puesto de trabajo, el abastecimiento del mercado interno y la venta de excedentes para importar lo que racionalmente no convenga producirse en el país.

     

    A nuestro juicio, la verdadera razón para declarar Octubre Mes del Cooperativismo Dominicano, es la enseñanza del cooperativismo porque es el instrumento más idóneo para instruir y practicar el modelo económico solidario, basado en la equidad, enrizado en la justicia y que tiene por fruto la paz permanente.

     

    Desde el principio de la Era Cristiana hasta nuestros días, el humanismo cristiano,  en el que finca sus raíces más profundas la economía solidaria, ha contado siempre con diversas fuentes y personas que las encarnen, comenzando por el  Evangelio y cristianos de ayer y de hoy, como también personas de buena voluntad que comparten este estilo de vida. En ellos encontramos lecciones académicas y estructuras de participación en modelos de economía solidaria, tanto de cogestión como de autogestión que nos pueden servir de modelos a seguir.

     

    San Lucas, y su maestro san Pablo, no eran cristianos; más aún, no conocieron físicamente a Jesucristo; y Pablo persiguió a los primeros cristianos. Pero, a partir de su conversión, han encarnado de manera tal sus valores que, gracias a ellos, hemos conocido la Palabra de Dios. El Evangelio según San Lucas, y el Libro de Los Hechos de los Apóstoles, escrito también por él, contienen una grandísima riqueza sobre la economía solidaria.

     

    En el Capítulo IV de Los Hechos de Los Apóstoles, nos enseña: “En el grupo de los creyentes todos pensaban y sentían lo mismo: lo poseían todo en común y nadie consideraba suyo nada de lo que tenía”.

     

    El Papa Juan XXIII, en el numeral 132 de su Encíclica Mater et Migistra (Madre y Maestra, nos dice:  “Por lo que se refiere a los impuestos, la exigencia fundamental de todo sistema tributario justo y equitativo es que las cargas se adapten a la capacidad económica de los ciudadanos” (MM, 132).

     

    EN RESUMEN

    Principio esencial del cooperativismo es la “Educación Continua”. Esta educación integral encarnaría en las personas, desde su adolescencia, los valores fundamentales de la convivencia social y el desarrollo integral, tales como austeridad, ahorro, laboriosidad, producción en el hogar, consumo orientado a un  nivel de vida digno, fortalecimiento de  la comunidad familiar, integración  en nicho de consumidores y programas  de cooperativos de consumo,  para reducir al máximo la cadena de intermediación y así evitar la especulación  adquirir más bienes con menos dinero. ADH 812.

     

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