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    jueves, 13 de mayo de 2021

    ¿Por qué ser como niños?


    Fe y Vida | Maricruz Howley/ADH

     





    ¿Por qué ser como niños?

     


    "Jesús llamó a un niñito, lo colocó en medio de los discípulos, y declaró: En verdad les digo: si no cambian y no llegan a ser como niños, nunca entrarán en el Reino de los Cielos."  Mateo 18, 2-3

     

    Mi abuelo paterno sureño, descendiente directo de libaneses que se asentaron en el sur de nuestro país era un hombre alto, delgado, de ojos verdes, pelo algo canoso, bigotes prominentes y hablar estruendoso con su marcado acento sureño, un poco tosco, pero de buen corazón y buen humor y fervoroso devoto de la Virgen de la Altagracia. Siendo muy niña me dijo: cuando muera volveré de noche para halarte el dedo gordo de los pies, con la inocencia de ser niña le respondí: y cuando uno muere puede volver para hacer eso, me contestó que él si podía y yo le dije, pues vuelve y así sabré que eres tú.

     

    Pocos años después de aquel día mi abuelo murió por causa de la cornada de un toro con el que se descuidó, eso sí, no sin dar pelea por su vida durante una semana completa, pero Dios le ganó el pleito y se lo llevó a su lado como fue su voluntad.

     

    Y así con la inocencia que caracteriza a los niños esperé por muchas noches que se convirtieron en años que mi abuelo volviera para halarme el dedo gordo de los pies y que yo supiera que era él. Con el correr de los años y al crecer entendí que no pasaría, que mi querido abuelo turco no volvería. Había dejado de ser inocente, había dejado de creer, había dejado de ser niña.

     

    Y este es el punto, creer como si aún fuéramos niños. Creer en nosotros mismos, creer en nuestro prójimo, en el próximo, creer aunque a veces parezca que todo está perdido, creer que nos levantaremos al caer igual que lo hizo Jesús cruz a cuestas camino al calvario, creer que no estamos solos en ese camino pues Jesús como el cirineo nos ayuda con nuestras cargas, creer aunque atravesemos el desierto una y otra vez, él está allí y nos acompaña, no nos abandona. Creer con fe ciega que si está vivo y aunque no podamos verlo, podemos sentirlo y lo encontramos en cada acto de bondad en nuestras vidas.

     

    Volvamos a ser niños, volvamos a creer como niños y compartamos que Jesús sigue entre nosotros y espera que, como él, sigamos su camino en el que nos esperan las maravillas que ha preparado para cada uno de nosotros.

     

    Puedo decirles que si creo y aunque el camino sea pedregoso y duro lo seguiré porque estoy convencida que allí entre sus maravillas en el encuentro eterno y con su promesa si volveré a ver a mi abuelo turco.

     

     

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