Fe y Vida | Maricruz Howley/ADH
¿Por qué ser como niños?
"Jesús llamó a un niñito, lo colocó en medio de los discípulos, y
declaró: En verdad les digo: si no cambian y no llegan a ser como niños, nunca
entrarán en el Reino de los Cielos."
Mateo 18, 2-3
Mi abuelo paterno sureño, descendiente directo de libaneses que se
asentaron en el sur de nuestro país era un hombre alto, delgado, de ojos
verdes, pelo algo canoso, bigotes prominentes y hablar estruendoso con su
marcado acento sureño, un poco tosco, pero de buen corazón y buen humor y
fervoroso devoto de la Virgen de la Altagracia. Siendo muy niña me dijo: cuando
muera volveré de noche para halarte el dedo gordo de los pies, con la inocencia
de ser niña le respondí: y cuando uno muere puede volver para hacer eso, me
contestó que él si podía y yo le dije, pues vuelve y así sabré que eres tú.
Pocos años después de aquel día mi abuelo murió por causa de la cornada
de un toro con el que se descuidó, eso sí, no sin dar pelea por su vida durante
una semana completa, pero Dios le ganó el pleito y se lo llevó a su lado como
fue su voluntad.
Y así con la inocencia que caracteriza a los niños esperé por muchas
noches que se convirtieron en años que mi abuelo volviera para halarme el dedo
gordo de los pies y que yo supiera que era él. Con el correr de los años y al crecer
entendí que no pasaría, que mi querido abuelo turco no volvería. Había dejado
de ser inocente, había dejado de creer, había dejado de ser niña.
Y este es el punto, creer como si aún fuéramos niños. Creer en nosotros
mismos, creer en nuestro prójimo, en el próximo, creer aunque a veces parezca
que todo está perdido, creer que nos levantaremos al caer igual que lo hizo
Jesús cruz a cuestas camino al calvario, creer que no estamos solos en ese
camino pues Jesús como el cirineo nos ayuda con nuestras cargas, creer aunque
atravesemos el desierto una y otra vez, él está allí y nos acompaña, no nos
abandona. Creer con fe ciega que si está vivo y aunque no podamos verlo,
podemos sentirlo y lo encontramos en cada acto de bondad en nuestras vidas.
Volvamos a ser niños, volvamos a creer como niños y compartamos que
Jesús sigue entre nosotros y espera que, como él, sigamos su camino en el que
nos esperan las maravillas que ha preparado para cada uno de nosotros.
Puedo decirles que si creo y aunque el camino sea pedregoso y duro lo
seguiré porque estoy convencida que allí entre sus maravillas en el encuentro
eterno y con su promesa si volveré a ver a mi abuelo turco.
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