Rincón de la Palabra | P. José Israel Cruz Escarramán
Desde el Itinerario Pascual
En el capÃtulo
quinto del primer documento del papa Francisco, Evangeli Gaudium,
nombrado evangelizadores con espÃritu, encontramos un auténtico itinerario
pascual que orienta la vida de todo bautizado a continuar la misión de la
Iglesia que es anunciar el Evangelio, proclamar a Cristo. Cada uno de los
miembros de su cuerpo mÃstico que es la Iglesia, cuenta con la acción misteriosa
del Resucitado y de su EspÃritu para permanecer en la obra evangelizadora en
todo tiempo y lugar. Interiorizar en nosotros la expresión pronunciada por san
Pablo “ay de mà si no predicara el Evangelio” (1 Corintios 9).
De las ataduras
que frenan la realización de la misión evangélica, señalamos textualmente las
palabras del Papa: falta de una espiritualidad profunda que se traduce
en el pesimismo, el fatalismo y la desconfianza”. Este modo de conducta podrÃa
estar deteniéndonos, llegando a pensar que los trabajos, las iniciativas y
aportes para la realización de la misión comunitaria y personal, nada pueden
cambiar, por lo cuál es inútil esforzarse.
Para superar una
visión puramente egocéntrica que desemboca en el mayor de los casos en
pesadumbre, se necesita tener siempre presente el poner al centro de nuestra
vida a Jesucristo, partiendo de un mensaje kerygmático: “si Cristo no resucitó,
nuestra predicación está vacÃa” (1 Cor 15,14). Cristo resucitado y glorioso
es la fuente profunda de nuestra esperanza, y no nos faltará su ayuda para
cumplir la misión que nos encomienda. En tiempos de una convivencia difÃcil
por situaciones ajenas a nosotros mismos donde parece que todo ha muerto,
por todas partes vuelven a aparecer los brotes de la resurrección.
La fuerza de la
resurrección consiste en cambiar todo ambiente de muerte y falta de luz, siendo
portadores de la vida del Resucitado, cada bautizado es un instrumento para
realizar creativamente esta tarea.
Afirma el papa
Francisco:
“Todos sabemos por experiencia que a veces
una tarea no brinda las satisfacciones que desearÃamos, los frutos son
reducidos y los cambios son lentos, y uno tiene la tentación de cansarse. Sin
embargo, no es lo mismo cuando uno, por cansancio, baja momentáneamente los
brazos que cuando los baja definitivamente dominado por un descontento crónico,
por una acedia que le seca el alma” (EG, 277).
Proponernos un
itinerario pascual que no sepulta el Evangelio con excusas, sino que alegre y
gozosamente se transforma en tiempo de gracia, para ser reflejos del actuar de
Dios a través nuestro. “La resurrección de Cristo provoca por todas partes gérmenes de ese
mundo nuevo; y aunque se los corte, vuelven a surgir, porque la resurrección
del Señor ya ha penetrado la trama oculta de esta historia, porque Jesús no ha
resucitado en vano. ¡No nos quedemos al margen de esa marcha de la esperanza
viva!” (EG, 278).
Para mantener
vivo el ardor misionero hace falta una decidida confianza en el EspÃritu Santo,
porque Él «viene en ayuda de nuestra debilidad» (Rm 8,26).
Que también en la
pascua permanezcamos comunicando la vida recibida a través del anuncio del
Evangelio, y poder transmitirla a
todo el mundo, llevándola a todos los rincones, hasta el confÃn de la tierra, comenzando por los que están a nuestro alrededor. Lanzarnos, con valentÃa y
confianza a la misión de toda la Iglesia. ADH 855
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