Reflexiones
| Telésforo Isaac, Obispo Emérito Iglesia Episcopal/Anglicana
Hay esperanza, a pesar de la situación imperante
A pesar
de estar aparentemente en el umbral de la desesperación, hay esperanza. El
umbral es el paso primero de cualquier cosa o entrada a alguna parte, pero la
desesperación es cosa muy seria. Es tal vez una de las más trágicas de las
condiciones humanas.
Perder la
esperanza es anular la calidad de vida y la misma existencia de la fuerza y
eficiencia de la virtud de las personas templadas.
Cuando se
llega a la entrada de la desesperación se comienza a percibir un sentido de
pérdida de la esperanza y el individuo o pueblo llega al estado de sentir un
desaliento que equivale a estar cercano a la defunción cívica.
La
desesperanza roba la alegría, alienta la inseguridad, perturba la mente,
trastorna el equilibrio emocional, debilita la voluntad de producir, merma la
confianza, nubla la visión, quebranta la espiritualidad, agota la paciencia, y
hasta puede hacer dudar de la fe.
Cuando la
sociedad está en el umbral de la desesperación debido a múltiples incidentes de
violencia acontecidos en el país resultado de funestos desempeños políticos, de
malas prácticas de negocios, donde la nociva desesperanza comienza a socavar la
confianza, debilita la fe y quebranta la virtud del amor; este es el comienzo
de una tragedia social comparable a una muerte infligida por descorazonados
malévolos, conscientes de sus nefastas acciones, o por la negligencia,
parsimonia, incompetencia o inconsciencia de la autoridad.
Este
estado de situación puede ser causado por múltiples razones, entre ellas: la
maledicencia de importantes figuras políticas y funcionarios gubernamentales
que deben proteger a la sociedad, y en lugar de esto, están implicados o
apoyan actos inmorales, de corrupción y sobornos. Entre estos hay miembros del
Poder Judicial, que por inercia o involucramiento, contribuyen a la impunidad y
de esta manera dan muerte solapadamente a la esperanza del pueblo. Aún hay
comunicadores sobornables que son como voces de heraldos de la maldad; y para
colmo, la incapacidad o parcialidad de algunos indignos jueces que dictan
sentencias que causan vergüenza y hieren la susceptibilidad de gentes de
valores humanos y de corazones nobles.
Por otro
lado, sabemos de personajes politiqueros y patrioteros que inciden de manera
indecorosa para denigrar y negar la dignidad humana, por tener conciencias
enturbiadas de prejuicios de mala clase.
Estamos a
un paso de un estado de desesperación, por lo cual anhelamos escuchar a
profetas como Juan el Bautista diciendo: “Raza de víboras… arrepiéntanse y
hagan la voluntad de Dios”. Hay la necesidad de llevar a cabo y cumplir con las
obligaciones cívicas para devolver la esperanza al pueblo. No debemos permitir
que se pase de la puerta del civismo, de la moralidad, del buen ejemplo de toda
la ciudadanía, para entrar en el estado de desesperación. Se requiere
urgentemente el cambio radical de todas las personas en todos los niveles de la
sociedad, para cumplir cabalmente con las leyes, las buenas costumbres e
implementar la justicia social y ejercerla con el mejor decoro, para el bien
común.
Cerremos
la puerta del umbral de la desesperación y no seamos pusilánimes y serviles.
Digamos ¡No! al mal que se presenta en la antesala de nuestro conglomerado,
para no perder la esperanza, ni perecer bajo el imperio de la violencia y la
inmoralidad. ADH 814
Publicado
en la revista Amigo del Hogar impresa, edición de Julio 2017 / Año 76 / N° 814
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Promueve el diálogo y la comunicación usando un lenguaje sencillo, preciso y respetuoso...