Rincón
de la Palabra | Ángela Cabrera, mdr
Comunión
con Dios y pobreza evangélica
Si nos preguntamos qué cosas son necesarias para mantener la comunión
con Dios es posible que nos encontremos con la escancia de la pobreza. Pero ¿de
qué pobreza se trata? Ciertamente no es aquella que peligra la dignidad humana
promovida por el actual sistema que nos arropa violentamente. No es la pobreza que
sufren los humildes por carecer lo indispensable para vivir respetuosamente.
¿Cuál es esta pobreza? Para identificarla iniciemos
describiendo algunos elementos indispensables para mantener la comunión con
Dios o mantener la consciencia de su presencia. Cuando se ha identificado a
Dios como centro y origen de la vida, cuando se hace opción de vivir conforme a
su gracia, entonces comenzamos a oler el verdadero sentido de la pobreza.
Hay un único modelo extraordinario que nos concretiza
la escancia de lo que buscamos transmitir. El Jesús pobre de Nazaret. En una pequeña aldea, Belén, comienza
a gestarse la innovación divina que marca la diferencia. Una familia en camino,
pero constituida, un pesebre humilde, pero con visitas solidarias, animales y
sonidos que recuerdan la creación como el adorno más hermoso de nuestra morada.
En el pesebre de Belén nada sobra y todo tiene un
sentido. María, por estar vacía de sí misma se llena de Gracia. José, por
abandonar el orgullo patriarcal se repleta de justicia. El niño, por no
reclamar nada de lo indispensable para sostenerse y permanecer, se convierte en
paradigma de la humanidad deseada por Dios. Los reyes, en su disponibilidad
para el encuentro, recuerdan que hay alguien mayor que nosotros, a quien
debemos adorar…
La familia de Nazaret nos indica que, participar de la
vida divina son necesarios: intimidad y obediencia a Dios; acogida de sí mismo
como proyecto Soñado. Son indispensables los lazos interpersonales permeados de
solidaridad, así como el amor a la creación y el compromiso por preservar la
vida.
Si actualmente nos preguntásemos: ¿qué cosas serían
necesarias para mantener la comunión con Dios? La respuesta sincera nos lleva a
podar las ramas que van tomando vitaminas de nuestro tronco. Nos incita a
sacudir el polvo de nuestros pies, aquel que se ha ido pegando en el camino.
Nos provoca repartir equipajes que se tornan cargas inútiles y pesadas. Una
respuesta sincera nos anima a quitar las máscaras que a lo largo de la vida cubren
la propia identidad. Preguntarnos por qué y para qué sobre las pertenencias y
posesiones ayuda a identificar las cosas importantes para Permanecer en Dios y
aquellas que son justificadas, pero no necesarias. Desapegarnos no es fácil,
pues los apegos son seductores. Pero caminar hacia la transparencia en Dios nos
puede colmar de una plenitud y libertad indescriptibles. Quedarse vacío para
llenarse de Dios es un don y una tarea. Que Dios nos premie para desear
intensamente que su Gracia sea nuestra belleza. ADH 775
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