Solidaridad | P.
Miguel Ángel Gullón
Crónica de un desalojo anunciado
Como
si de la obra literaria de Gabriel García Márquez se tratara así ocurrió en la
ciudad de Santa Cruz de El Seybo el pasado 26 de enero de 2021 cuando cientos
de guardias campestres de la empresa azucarera Central Romana cumplieron con
las amenazas que desde hacía días se venían dando a un grupo de familias
laboriosas cuyo pecado era levantar sus humildes viviendas en un terreno en el
centro de la ciudad. Eran tantos los rumores que hasta decían los más
informados de la llegada de helicópteros para perpetrar tal cruel violación.
Es
justo recordar como el día 9 de julio de 2020 a eso de las 10 de la mañana
llegaron numerosos policías privados de la empresa a destruir las viviendas y
sembradíos que encontraban a su paso ante los lloros y lamentos de unas
familias llenas de rabia e impotencia porque fueron literalmente encañonadas
con muchas armas largas de este fuerte poder económico. Pues bien, estas
familias agrupadas en una asociación llamada “Seibanos sin techo” volvieron a
levantar sus casas con los materiales que encontraban. Mientras tanto, cada
domingo a las 3 de la tarde, primero debajo de la javilla y después en la
capilla ecuménica, se soñaba cómo había que seguir en la lucha de la forma más
pacífica y solidaria con las personas que llegaban a pedir un solar pues no
tenían cómo pagar un alquiler de dos mil pesos al mes en este tiempo de
pandemia.
En
el transcurrir de los meses era una alegría ver los rostros felices de los
niños y niñas, de los abuelos, etc. que sentían que ya nadie volvería a
molestarles. Hasta la energía eléctrica fue llevada a las familias que ya se
habían mudado. Además se vivía con gran ilusión la construcción de una capilla
ecuménica destinada a albergar todos los cultos religiosos y también como lugar
de reuniones comunitarias. Pero a principios del mes de enero se acercaba la
sombra del quinto aniversario de los salvajes desalojos de la misma empresa que
se realizaron a escasos metros del lugar llamado “los solares” donde las
familias vivían ya apaciblemente. Y llegaron los rumores, por lo cual saltaron
todas las alarmas. Todas las autoridades provinciales supieron de este fatídico
rumor que tomaba fuerza con el paso de los días.
La
noche del 25 de enero, de 9 a 11 de la noche, se sostuvo una reunión en la
Gobernación Provincial en donde la Gobernadora, Irene Martínez, convocó a todas
las autoridades provinciales y regionales con el objetivo de detener el
desalojo que se efectuaría horas después. Se decidió llamar al Central Romana
para pedir una tregua de paz hasta las 11 de la mañana del día siguiente,
festividad del natalicio de Juan Pablo Duarte, a lo cual accedió el jurídico
Gilberto Cedeño. A continuación, las autoridades se apersonaron en el lugar
donde las familias estaban cocinando para pasar la noche en vigilia y se les
dijo que estuviesen tranquilas, que ya no iba el desalojo. Entre una mezcla de
incredulidad y esperanza cada familia se fue, confiando que se respetaría la
tregua de paz. Pero nada más lejos de la realidad: a las 4 de la madrugada
llegaron cientos de guardias campestres y de policías fuertemente armados a
desalojar… Ahí se vivió de nuevo el terror… niñas de 15 años invadidas por el
pánico… sólo las imágenes pueden describir tanta barbarie. A resaltar que el CR
transgredió todas las leyes en esta actuación: actuó sin orden de desalojo,
dentro del toque de queda y antes de la hora establecida para este tipo de
actuaciones. Por último, entró en una tierra que no es suya pues no presentó
título de propiedad.
A
las 11 de la mañana se dio la reunión en la Gobernación entre las autoridades y
el citado jurídico que sólo sabía enlazar alguna que otra palabra con los ojos
clavados en el suelo, avergonzado pero infinitamente orgulloso de ser fiel a su
diabólica empresa. Estuvo a punto de irse cuando se le recordó la barbarie que
el CR había hecho 5 años antes, el mismo día y a la misma hora. Pero, en pro de
la paz y el diálogo se le escuchó y se le prometió que no se le volvería a ocupa
la tierra que ellos ocupan ilegalmente. Las autoridades prometieron urbanizar
el área y entregar casas a las familias. Queda ahora esperar pacientemente se
cumplan las promesas.
A
destacar la carta enviada ese mismo día por Mons. Jesús Castro Marte, Obispo de
la Diócesis Nuestra Señora de la Altagracia, la cual significa un apoyo vital
en esta lucha por la dignidad. Muchas gracias, Monseñor Jesús, por alentar esta
bella misión que nació con la mística de custodiar la dignidad de las personas.
Adjuntamos la carta a nuestro escrito por la gran importancia que reviste para la
sociedad dominicana que sueña con un mundo más justo y fraterno inspirada en
los ideales de libertad del patricio Juan Pablo Duarte. ADH 854
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