Actualidad | Jaime Tatayjunio
La Agenda 2030 para el
desarrollo
y las religiones (III)*
La dimensión “ascética” de las religiones
El autor valora los Objetivos de
Desarrollo Sostenible establecidos el año 2015 en la Agenda 2030, que reflejan
un amplio consenso internacional respecto de los grandes retos que enfrenta la
humanidad en el siglo XXI. Desde esa visión, Tatayjunio propone diez motivos
que justifican la implicación confesional. La segunda razón es la dimensión ascética,
que presentamos a continuación.
Junto a la imprescindible
contribución profética, la experiencia espiritual de la humanidad posee
recursos enormemente valiosos que otros actores no son capaces de proponer o
desarrollar. Por ejemplo, las prácticas ascéticas que articulan la praxis
histórica de las grandes tradiciones religiosas y filosóficas[1]. Prácticas –
como el ayuno, la abstinencia, la peregrinación o la limosna – orientadas a
purificar la relación con Dios y con el prójimo, y en las que la austeridad, el
desprendimiento y la simplicidad de vida son signos de una vida espiritual
integrada.
En la lucha contra el consumismo
compulsivo, el «descarte» y la cultura del «usar y tirar» las religiones están
llamando a la sobriedad y la autocontención, una cuestión que la comunidad
científica, el mundo empresarial o la clase política tienen dificultades para
plantear.
Francisco ha puesto el énfasis en la
cuestión del sobreconsumo: «tenemos un superdesarrollo derrochador y
consumista, que contrasta de modo inaceptable con situaciones persistentes de
miseria deshumanizadora» (LS 109).
Ante esta situación, las religiones
articulan un discurso alternativo que resuena con una tradición multisecular
que valora la simplicidad de vida, la solidaridad y la renuncia a los excesos.
La tradición ascética posee un gran potencial para catalizar transformaciones
comunitarias. El caso de la comunidad hindú es quizá el más radical, dado que
llega a recomendar la renuncia al consumo de carne como modo de prevenir el
cambio climático: «A nivel personal, podemos reducir este sufrimiento
comenzando a transformar nuestros hábitos, simplificando nuestras vidas y deseos
materiales, y no tomando más que nuestra parte razonable de los recursos.
Adoptar una dieta vegetariana es uno de los actos más poderosos que una persona
puede tomar para reducir el impacto ambiental»[2].
Aquí encontramos una de las
contribuciones más originales y valiosas de la espiritualidad al debate
contemporáneo de la sostenibilidad, porque las comunidades religiosas no
proponen una mera renuncia voluntarista, sino que invitan a descubrir el
carácter sacramental de la realidad y permanecer abiertos a la posibilidad de
una experiencia mística en el encuentro con la naturaleza.
1. Cfr. P. J. Crutzen, «Geology of Mankind»,
Nature, n. 415, 2002, 23.
2. A
Rabbinic Letter on the Climate Crisis, 29 de octubre de 2015. Cfr D. Howard,
«Una dichiarazione islamica sul cambiamento climatico», en La Civiltà
Cattolica, 2015, IV, 44-53.
Publicación en:
https://www.laciviltacattolica.es/2021/06/25/la-agenda-2030-para-el-desarrollo-y-las-religiones/
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