Actualidad | Jaime Tatayjunio
La Agenda 2030 para el
desarrollo y las religiones (IV)*
Dimensiones de la fe “penitencial”
y “apocalíptica"
El autor valora los Objetivos de Desarrollo Sostenible establecidos el año 2015 en la Agenda 2030, que reflejan un amplio consenso internacional respecto de los grandes retos que enfrenta la humanidad en el siglo XXI. Desde esa visión, Tatayjunio propone diez motivos que justifican la implicación confesional. La tercera y cuarta razones son la dimensión ascética apocalíptica, que presentamos a continuación.
La sabiduría de los procesos
expiatorios, articulados mediante complejos ritos de purificación religiosa,
resultan de gran ayuda en un momento en el que el ser humano toma conciencia de
las consecuencias socioambientales de sus decisiones cotidianas. La denostada
categoría teológica de «pecado» adquiere también, a la luz de la crisis
ecológica, una inesperada actualidad que demanda ampliar su significado: «Las
tres relaciones vitales [con Dios, con el prójimo y con la tierra] se han roto,
no sólo externamente, sino también dentro de nosotros. Esta ruptura es el
pecado. La armonía entre el Creador, la humanidad y todo lo creado fue destruida
por haber pretendido ocupar el lugar de Dios, negándonos a reconocernos como
criaturas limitadas» (LS 66).
La ruptura de relaciones ya no se
restringe al marco estrecho de las relaciones interpersonales; se extiende
ahora hacia el futuro, hacia el «prójimo lejano» e, incluso, hacia el conjunto
de las especies. De este modo, la ética teológica experimenta una triple
expansión: espacial, temporal y cósmica.[8] El Patriarca ortodoxo Bartolomé I
fue el primer líder espiritual que utilizó este duro lenguaje teológico en
relación con la degradación medioambiental: «Que los seres humanos destruyan la
diversidad biológica en la creación divina; que los seres humanos degraden la
integridad de la tierra y contribuyan al cambio climático, desnudando la tierra
de sus bosques naturales o destruyendo sus zonas húmedas; que los seres humanos
contaminen las aguas, el suelo, el aire. Todos estos son pecados»[9].
También los líderes islámicos han
afirmado: «Reconocemos la corrupción (fasād) que los seres humanos han causado
en la Tierra debido a nuestra implacable búsqueda del crecimiento económico y
el consumo».[10] Con un lenguaje análogo, la comunidad hindú ha llegado a una
conclusión similar: «A menos que cambiemos la forma en que usamos la energía,
la forma en que usamos la tierra, cómo cultivamos, cómo tratamos a otros
animales y cómo usamos los recursos naturales, no haremos más que aumentar el
dolor, el sufrimiento y la violencia»[11].
Dimensión «apocalíptica»
No resulta infrecuente percibir un
tono catastrofista en el tratamiento que los medios de comunicación, la
literatura y el cine hacen de las problemáticas ecológicas contemporáneas.
Ambientadas en escenarios post-apocalípticos, muchas novelas y películas han
abordado en las últimas décadas la posibilidad de un colapso global de los
ecosistemas terrestres, imaginando la degradación económica, social y política
que acarrearía[12].
Por un lado, hay quienes alertan de
los peligros de una estrategia que a menudo crea un alarmismo injustificado,
vaciando el discurso y desmovilizando. El pesimismo sobre el progreso humano y
las posibilidades de la tecnología habría conducido a la «muerte del
ambientalismo», tal y como se refleja en su incapacidad para estimular cambios
culturales profundos[13]. Por otro lado, hay quienes plantean la conveniencia
de este tipo de discurso como revulsivo capaz de cambiar la percepción,
transformar el imaginario y catalizar la acción: «En Levítico 26, la Torá nos
advierte que, si nos negamos a dejar descansar a la Tierra, ésta “descansará”
de todos modos, a pesar de nosotros y sobre nosotros – a través de la sequía,
el hambre y el exilio que convierten a todo un pueblo en refugiados. Esta
antigua advertencia escuchada por un pueblo indígena en una estrecha franja de
tierra se ha convertido ahora en una crisis de nuestro planeta en su conjunto y
de toda la especie humana»[14].
La teología budista también alerta
de las consecuencias kármicas de nuestras acciones, invitando al creyente a «adelantar
el futuro», tomar conciencia de las implicaciones de sus decisiones presentes y
actuar en consecuencia.
8. Cfr D. P. Scheid, The Cosmic Common Good:
Religious Grounds for Ecological Ethics, Oxford, Oxford University Press, 2016.
↑
9. Bartolomé
I, Discurso en Santa Bárbara, California, 8 de noviembre de 1997. Cfr E. Theokritoff, «Green Patriarch, Green
Patristics: Reclaiming the Deep Ecology of Christian Tradition», en Religions,
8 (2017), 16.
19. Islamic
Declaration on Global Climate Change, 18 de agosto de 2015. ↑
11. «Bhumi
Devi Ki Jai!»…, cit.
12. Películas
como The Road (2009) o The Book of Eli (2010) son buenas muestras del género.
Este es también uno de los hilos argumentativos de películas tan taquilleras
como Avatar (2009) o The Lord of the Rings (2001-2003). El carácter
«revelador», apocalíptico, de la crisis medioambiental ha sido puesto de
relieve por C. Godin, La haine de la nature, Ceyzérieu, Champ Vallon,
2012.
13. Cfr M. Schellengerger – T. Nordhaus, Love
Your Monsters: Postenvironmentalism and the Anthropocene, Oakland, Breakthrough
Institute, 2011.
14. A Rabbinic Letter on the Climate Crisis,
cit.
Publicado en:
https://www.laciviltacattolica.es/2021/06/25/la-agenda-2030-para-el-desarrollo-y-las-religiones/
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