Humanismo Integral | Ignacio Miranda
Pastoral Social y Ahorro solidario
El legítimo fin de la economía es satisfacer las
necesidades humanas
Existe una gran aproximación entre el legítimo de
la Economía y la Pastoral Social: “La dignidad y promoción de la persona humana
es el eje vertebral de la Pastoral Social” (I Concilio Plenario Dominicano,
1247).
Otros números del I Concilio Plenario Dominicano
(CPD), dentro del capítulo destinado a la Pastoral Social, se relacionan más
específicamente con la economía solidaria:
“La Pastoral Social apoyará todo tipo de
iniciativas, asociaciones, cooperativas, etc., que desde la solidaridad y el
bien común busquen soluciones al problema del desempleo y la sobre vivencia de
los sectores más pobres” (CPD, 1289).
“La Iglesia debe esforzarse para que los
campesinos y pequeños agricultores se integren en asociaciones y cooperativas
para capacitarse y explotar sus tierras con técnicas modernas a fin de lograr
una mayor producción y un mejor mercado” (CPD, 1296).
El cooperativismo es la forma de economía
solidaria más conocida y practicada, pero no una manifestación exclusiva ni
excluyente en la economía solidaria.
La economía solidaria constituye un sistema
económico comunitario de copropiedad y cogestión, en que lo social y lo
económico se interpenetran para alcanzar el bien común de los asociados,
procura elevar el nivel de vida de sus miembros al mayor grado posible, en
proporción al esfuerzo personal realizado.
El fundamento de la copropiedad es el ahorro, cuya
raíz es la austeridad.
La austeridad no consiste en privarse de
necesidades que son fundamentales para alcanzar la vida plena como manifestación
de la dignidad de la persona humana, imagen de Dios. Pero sí exige, en todo
momento, el uso racional de los recursos disponibles orientándolos hacia la
satisfacción de las carencias reales, rechazando las necesidades ficticias y
estableciendo un orden de prioridad en la adquisición de los bienes requeridos
para estos fines.
En todo presupuesto, desde la persona hasta el
Estado, por precaria que sea la situación, de todo ingreso, debe dedicarse una
proporción al ahorro, grande o pequeña. Ello así porque vale la pena un
sacrificio actual para alcanzar un mayor bienestar futuro.
El bienestar o riqueza, hemos dicho en diversas
ocasiones, y lo reiteramos ahora y siempre, no consiste en tener mucho sino en
necesitar poco, pues es la diferencia entre la necesidad y la posesión.
Prescindir de las necesidades ficticias, es el primer paso hacia la riqueza.
En el cooperativismo tradicional, el ahorro tiene
dos variables: el sistemático y el depósito.
En la economía solidaria concebida por la
Fundación Humanismo Integral (FHI), que fortalece el cooperativismo tradicional
con los valores del humanismo cristiano, contenido en la dimensión social del
Evangelio, se agrega una tercera categoría de ahorro: el Fondo Institucional de
Cooperación (FIC).
El ahorro sistemático consiste en destinar una
suma fija de manera periódica, digamos mensualmente, por parte de cada socio,
en la tesorería de la empresa solidaria. Este ahorro se convierte en inversión,
que da opción a un préstamo según lo establecido por la política de crédito.
El concepto de sistemático incluye la norma de ser
una suma fija a la fecha establecida al llenar su solicitud de ingreso, como
por ejemplo, RD$200 mensuales el día primero de cada mes.
En el ahorro sistemático, no importa cual sea la
suma. Lo importante es que la persona se acostumbre a ahorrar. FHI tiene por
lema “muchos pocos hacen un mucho que, usado de manera solidaria, conduce al
bien común”.
Si el socio decide aumentar su ahorro sistemático,
puede hacerlo, pero su nuevo nivel de ahorro sólo cualificará para un préstamo
por encima del monto agregado, después de un período no menor de seis meses.
Esto se hace para evitar la tentación maliciosa de
hacer ahorros forzosos con el propósito insolidario de tomar préstamos por
encima de lo que legítimamente tiene derecho el socio.
Ahorro en Depósito. El depósito es un ahorro
eventual, no sistemático. El socio deposita una suma, en una o varias ocasiones
con propósitos diversos. Puede estar establecido en su presupuesto personal o
familiar para la compra de un producto costoso que no distribuye la empresa,
como medio de garantía solidaria para un préstamo de un compañero, etc.
Fondo Institucional de Cooperación (FIC), es una
iniciativa nueva aportada por la FHI a la economía solidaria. Se trata de una
suma, por una sola vez, aportada como depósito o inversión, de parte de la
entidad promotora del proyecto o por una persona físicas o moral con el fin de
promover el despegue del programa, de modo que, por el efecto de demostración,
se incentiven las personas que cualifican para integrarse.
La economía solidaria por la que propugna la FHI,
aspira ser un sistema económico que llene todas las necesidades personales y
comunitarias, durante toda la existencia: ahorro, financiamiento, inversión, producción
de bienes y servicios, consumo, salud, educación; y finalmente, servicios
funerarios.
Dentro del sistema pueden entrar programas de
Cogestión y de autogestión.
La empresa comunitaria o de cogestión está
integrada por varios socios que participan de una actividad específica o de
servicios múltiples. Se puede ser socio de una cooperativa agropecuaria, de
ahorro y préstamo, de consumo, de vivienda, de trabajo, de servicios
funerarios, etc. Pero también puede ser una cooperativa de servicios múltiples
que contenga todos estos programas y otros más.
EN SÍNTESIS, el ahorro solidario no constituye un
fin en sí mismo, sino la base del financiamiento del sistema de la economía
solidaria.
Como sistema, comienza en la austeridad, raíz del
ahorro; continúa con la inversión en empresas de cogestión o autogestión
generadoras de productos y empleos; y, concluye con el mercadeo de los bienes
producidos.
Del mismo modo que el ahorro debería iniciarse por
los cuerpos intermedios de la sociedad, tanto de naturaleza función como
territorial especialmente por los grupos y sectores parroquiales, en los cuales
sus agentes están llamados a ser sacerdotes, profetas y reyes, la producción de
alimentos podría comenzar en granjas integrales propiedad de agentes pastorales,
lo mismo los talleres de producción de bienes y servicios urbanos; y, el
mercadeo, en nichos de distribución parroquiales. ADH 699
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