Teología | Revista CE/Dominicos
Compartir, dar algo de uno
mismo a los demás.
¿Qué me impide compartir?
El egoísmo, la avaricia, la codicia, que se despiertan
frente a los otros e impulsan a cerrar puertas, negar posibilidades, aislarse,
romper, volver la cara, difuminarse y esconderse en todo eso que siento y
pienso “es mío”, “para mí”. ¿De qué nos sirve? El egoísmo, la avaricia, nos
llevan a adoptar una forma de vida que tiende a la satisfacción imposible,
nunca se tiene suficiente, insatisfacción permanente, y la capacidad, la forma
de existir, de relacionarnos, que pudiera enriquecer nuestra condición de
persona se niegue, permanece oculta… ¡Qué gran experiencia la de compartir,
participar, olvidarse de sí y guardar, si hay que guardar, que sea en el
corazón, lo vivido y compartido con los demás! ¡Qué gran experiencia la de
comprenderse junto a los otros, pertenecer y compartir!
El Creador nos capacitó para compartir, por tanto,
para salir de nosotros y hacer de nuestra vida un don. Si algo nos define como
seres humanos es precisamente la capacidad de compartir. Reconocer lo que se
posee sin dejarse dominar por ello, el poder prescindir para que el otro, si lo
precisa, lo utilice, lo haga suyo…
La capacidad de compartir tiene que ver con la madurez
de la persona y con su evolución en la eliminación del egoísmo, narcisismo,
prejuicios y miedos; ser más aptos para hacer de la vida alegría y
gratitud.
Compartir, el otro está delante de uno, interpela, se
precisa de la comunicación. Comunicar es compartir, salir de uno mismo para
escuchar, preguntar y responder, y así ampliar el conocimiento y el saber sobre
el otro y sobre uno mismo.
Seguimos inmersos en un contexto de vulnerabilidad
provocado por la pandemia, COVID-19, todo se hace más extremo, sigue ocupando
el primer lugar; hasta los más “poderosos” son víctimas y de nada les sirve
tener mucho “de lo que sea”. Hay que seguir buscando herramientas para hacer
posible el camino de la superación. ¿Qué herramientas, qué medios?
En una entrevista al filósofo J. A. Marina a raíz de
su último libro “Biografía de la inhumanidad”, habla de tres presas, diques,
para detener la agresividad que es como una ola que rompe la cohesión de la
humanidad. Estos diques son: la afectividad, fomentar aquellas emociones como
la compasión, como el altruismo o la generosidad de la solidaridad y
cooperaciones que fomentan el entendimiento del grupo; establecer sistemas
normativos morales y jurídicos; las instituciones políticas y sociales que se
encargan de proteger los otros diques. Tres grandes diques, el afectivo, el
moral y de las instituciones políticas. Pienso que aporta pistas para la
reflexión sobre cómo afrontar situaciones que a todos afectan. Observar, la
primera la afectividad, fomentar emociones como la compasión, el altruismo o la
generosidad de la solidaridad y la cooperación ¿Será esto compartir?
Publicado en www.dominicos.org
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