Peregrinando a campo traviesa | Manuel Pablo Maza Miquel, S.J.
Rusia a
comienzos del siglo XX
El enorme
territorio ruso y su largo invierno siempre fueron dos terribles generales a
derrotar. Las fronteras rusas tocan Europa, el Pacífico asiático, el Báltico,
el Ártico y el Mar Negro.
Desde
1894, el autócrata Nicolás II regía Rusia. Se apoyaba en una aristocracia
terrateniente y una poderosa burocracia. Odiaba todo lo que cuestionase la
sociedad jerárquica rusa, la Iglesia Ortodoxa o el nacionalismo. En Rusia no existían, “partidos políticos
(hasta los inicios del siglo XX), tampoco elecciones, ni parlamento, ni
libertad de prensa. El zar había prohibido que se pronunciara en su presencia la
palabra Constitución.” (Antonio Fernández, 1996: 434, citado por Gloria M.
Delgado, 1999: 552).
En 1913,
un año antes de la Primera Guerra Mundial, Rusia había logrado establecer
algunas industrias y comunicaciones entre las principales ciudades. Rusia
vivirá la segunda revolución industrial del petróleo y de la industria pesada
durante la era de Stalin (1928 – 1953).
Los 9,
288 kilómetros del ferrocarril transiberiano construido entre 1891 y 1905
trajeron comunicación e integración. New York y San Francisco distan 4,677
kilómetros.
A comienzos
del siglo XX, cuatro quintas partes de los rusos eran campesinos, una quinta
parte, obreros (resumo Tussel, 2004: 215 y ss.) La tierra estaba en manos del
Mir, la comunidad aldeana. Los kulaks, los campesinos ricos, aspiran a reducir
el poder del Mir y explotar las tierras. Rusia pasó de 125, millones de
habitantes en 1887 a 174 millones en 1914. Era una amalgama de grupos étnicos,
lenguas y religiones. El Zar imponía la
rusificación forzada: lengua rusa y religión ortodoxa.
En 1914,
los europeos invertían en Rusia la misma cantidad que en los Estados Unidos,
4,000 millones de dólares. Con capital francés las líneas de ferrocarril se
multiplicaron por dos entre 1888 y 1913; las de telégrafo por cinco, las
oficinas de correo se triplicaron y el número de cartas enviadas por correo se
multiplicó por siete.
La
población rural se dividía en dos, como en muchos otros países, incluyendo los
EE.UU.: la mayoría trabajaba la tierra, y la minoría terrateniente se
beneficiaba.
La
policía secreta del Zar todo lo penetraba. Sin que unos y otros se conocieran,
5 de los 22 delegados en el congreso bolchevique de 1913, ¡eran espías del Zar!
(Palmer y Colton, 1950, 721 – 723). Estudiemos los partidos que competían por
el poder.
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