Reflexiones | Jaume Patuel y Puig/Eclesalia
Do ut des, es una expresión latina que significa:
Te doy para que tú me des. Una forma de transacción, de reciprocidad. O también
doy para que me hagas. Siempre dar o hacer para recibir o hacer. O en términos
populares: Nadie da nada por nada. Esta idea está muy extendida: ¡Desconfía de
quien te regala algo! ¿Qué quiere? Siempre que se da se busca de forma
consciente o inconsciente una recompensa: Nada es gratis. Y más en un mundo
capitalista donde el dinero lo es todo como principio y fin.
Ciertamente, según los contextos, una frase tiene
muchas lecturas. En psicoanálisis, siguiendo a Melanie Klein (1882-1960),
especialista en infancia, por una parte, todo acto viene a ser como una
reparación de haber hecho algo con malestar, o siempre en deuda. Pero también,
dice, hay personas que dan porque quieren y no esperan ninguna recompensa ni
han faltado a nadie. Donación gratuita.
El ejemplo más claro, y de hecho así ha sido y es:
El amor de los padres hacia los hijos, como el amor de amistad. Se da y no se
espera nada a cambio. No quiere decir que no haya una satisfacción por tener
esta actitud. Pero esta persona no espera ni se frustra ni se desespera porque
no se le reconozca ni se le dé nada a cambio.
Dar sin esperar nada es una actitud humana madura
y profunda. Pero requiere un trabajo interior. Y este trabajo es sanar y
clarificar las sombras que todo el mundo tiene. Un maravilloso diálogo con uno
mismo.
¿Qué se espera cuando se da? Aquí hay una
reflexión. Si piensas o crees que no esperas nada, y así puede ser, hay que
averiguar cuáles son las reacciones interiores. Aquí se ve el grado de madurez
de cualquier ser humano. Esto tampoco quiere decir que en un momento dado, no
se pueda recordar los favores ante actitudes inadecuadas.
No siempre es la frase de Hobbes (1589-1679): Homo
homini lupus (El hombre es un lobo para el hombre). Porque también existe la
frase de Feuerbach (1804-1852) que expresa: Homo homini Deus (El hombre es un
dios para el hombre). Podemos ir aún, un poco más lejos, a Séneca (4 aC-65 dC)
que exclama: Homo homini sacra res (El hombre es algo sagrado para el hombre).
Es decir, ¿qué mirada tenemos del que da y también de quien recibe?
Dicho de otra forma. Entiendo que no se pueden dar
afirmaciones universales, que puede que sean orientativas pero no de aplicación
matemática o de lógica aristotélica, sino que hay que ir “caso por caso”, es
decir, la situación concreta. Y más hoy en día en el mundo global, basado en la
economía, la técnica y la digitalización. Como si fuera una máquina en lugar de
ser un organismo vivo, relacional y con consciencia. Además, la tecnocracia nos
lleva a una relación virtual. Quien da o quien hace, ¿porqué lo hace o da?
Existe la donación gratuita sin nada que esperar. Es necesario, más que nunca,
practicar los valores de madurez, de desprendimiento, de desafección para poder
irnos encontrando en un mundo mejor, que esté al alcance de todos.
En esta situación, que la pandemia nos ha llevado,
se ha mostrado cuántas personas han dado y mucho, incluso la vida, sin esperar
ni querer respuestas. Por tanto, en la pandemia ha quedado evidente que hay
personas que dan y no esperan nada. Pero también a la pandemia ha habido todo
lo contrario: Doy si me dais, si no me dais, no doy.
En otra ocasión, reflexionaba así sobre el
agradecimiento: Quien recibe sea agradecido. Aquí lo miro desde otro ángulo:
Del de aquel que da, del que lo hace generosamente. O también, porque no, doy
razonablemente y no me aprovecho de la situación. Otros, y esto ha sido bien evidente,
doy y me aprovecho mucho la situación. Y como siempre, persona por persona.
Debemos partir del caso concreto y ver qué dice la ley. Porque la ley por muy
perfecta que sea, nunca puede incluir todos los casos. De ahí la sabiduría de
los jueces y de las personas con responsabilidades de la cosa pública o de las
cívicas privadas.
Es cierto, y muy natural, que el ser humano,
cuando está en la matriz, al nacer, y hasta que empiece a caminar, todo se le
da. No hace ningún esfuerzo. No puede. Todo es protección: Una entrega de los
otros, esperando, que de mayor se acuerde o madure. Pero al mismo tiempo el
niño debe aprender que también debe dar así como le han dado. Ley de
reciprocidad. Y en este proceso de individuación o desplegamiento o maduración
o toma de los diversos niveles de conciencia debe poder ver que hay otros que
dan y no esperan. Insisto en esta idea, que en el mundo global, donde la
economía no es únicamente la base, sino también el techo, tiene como punto de
partida y de llegada: el ídolo del dinero (que es fabricado por el ser humano
para los seres humanos).
Una actitud de servicio desinteresada en un mundo
global, en un sistema neoliberal imperante, tecnificado, digitalizado y
excluyente o el dar sin esperar respuesta o el recibir generosamente sin tener
que devolver, son indicadores de madurez, de amor, que dan felicidad y al mismo
tiempo abren un Horizonte esperanzal para que vaya llegando a las personas
concretas, sino fuera así sería un derribo humano, la codicia como meta. Una
inhumanidad (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus
artículos, indicando su procedencia).
JAUME PATUEL i PUIG, pedapsicogogo y teólogo, jpatuel@copc.cat. MATARÓ (BARCELONA).
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Promueve el diálogo y la comunicación usando un lenguaje sencillo, preciso y respetuoso...