Reflexiones | César Rollán Sánchez/Eclesalia
Tres columnas y una piedra angular
Ayer fue un día de los que no te dejan
indiferente. A primera hora de la mañana me tocó ir al colegio de mis hijas a
llevar los libros de texto, para poder seguir participando en el Programa
Accede. Este programa ofrece la gratuidad de los libros, siempre que los
devuelvas en buen estado al terminar el curso. Se nos olvidaron algunos forros
(imprescindibles según las instrucciones), pero se pudo solucionar el problema
a última hora de la mañana, justo cuando las dos mayores comenzaban sus
vacaciones de verano.
Después tenía una cita en el juzgado. Resulta que
hace unos días acudí a esta venerable institución, requerido, en calidad de
testigo, por un asunto del seguro de hogar. Era, por tanto, mi segunda vez para
la misma causa. En la anterior ocasión no se celebró la vista porque faltaba un
testigo; en esta tampoco porque faltaba otro. Yo debía ser el único testigo
presente en ambas ocasiones y me citan para una tercera… dentro de unos meses.
Para un profano como yo, esto es, cuanto menos, un gran desconcierto, pero todo
sea por la causa de la justicia.
A última hora de la tarde me tocaba la segunda
dosis de la vacuna, la de la COVID-19. Hacía meses de la primera y la siguiente
se demoró desde entonces (mediados de marzo), por inseguridades con la marca
que se administraba a los docentes menores de 60 y mayores de 49. Fue todo
bien, ágil, un tanto impersonal, efectivo y menos emotivo (personalmente) que
la primera vez.
Hasta aquí, lectora o lector interesado en mis
palabras, tres instituciones fundamentales en la organización social de nuestra
comunidad: la enseñanza, la justicia y la salud. Tradicionalmente se ha tenido
a la religión como el cuarto pilar, cimiento, también, para muchas personas
creyentes. Estaba pensando en esta triple casualidad en menos de 24 horas,
cuando me llega el mensaje del fallecimiento de la madre de un buen amigo.
Inmediatamente después le he llamado, entristecido por la noticia, y enseguida
ha fluido entre nosotros la sintonía de la esperanza que nace de la fe común.
Los días y las horas nos mueven por vericuetos
impredecibles. Sabemos qué es lo que tiene que ir sucediendo, pero desconocemos
cómo. De vez en cuando nos cruzamos con los lugares comunes que nos constituyen
como sociedad humana. Confiamos en el buen hacer de la escuela pública, en el
sistema jurídico, en la estructura sanitaria. Pensamos que la inversión que
hacemos con nuestros impuestos deriva en un servicio adecuado, sostenible y
eficaz. Desde la interioridad en la que Dios nos habita, muchas y muchos nos
damos, además, de bruces con la realidad última de nuestra existencia: Dios
mismo, Dios amor, Dios con los brazos abiertos, para quienes nos dejan y para
quienes esperamos encontrarnos algún día, cara a cara, con Él.
CÉSAR ROLLÁN SÁNCHEZ, eclesalia@gmail.com
MADRID.
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