Las razones del corazón | Manuel Soler Palá, msscc
Ciencia, ideología y religión
No raramente la ciencia pretende monopolizar
todas las esperanzas. Sin embargo no logra cumplir su promesa de otorgar la
felicidad definitiva. Sencillamente porque la ciencia positiva quizás explique
el cómo de las cosas, pero no su por qué. Por su parte la ideología pretende
dar razón de la realidad de modo unitario y sin fisuras, pero sólo consigue
seducir a los incautos. La realidad es compleja y tiene muy diversos puntos de
vista.
La ciencia
Las ciencias han impulsado grandemente el
progreso. Sus fundamentos son seguros, lógicos y metódicos, aunque le queda
mucho trecho para descubrir numerosos secretos en campos tales como la
astrofísica, la biología, la psicología... Los descubrimientos científicos
aplicados a la técnica han resuelto problemas que nuestros antepasados ni
imaginaron. También nos han proporcionado una vida más fácil y cómoda. Baste pensar en los aparatos electrodomésticos, en los medios de
locomoción, en la informática. El trabajo ya no requiere el esfuerzo de otros
tiempos y, gracias a la máquina, la vida humana, ha adquirido más calidad y se
ha prolongado considerablemente.
Claro que el progreso tiene su cara
oscura, pues resulta ambivalente. Las técnicas más avanzadas nos permiten
dominar en buena parte la naturaleza, pero también sirven para manipular a la
persona a través de la propaganda subliminal, la selección de la información,
etc. ¿Es lícito hacer todo aquello que
se puede hacer técnicamente? No, nunca debería llevarse a cabo lo que daña la
dignidad de la persona, tanto en el campo biológico como psicológico y moral.
Una cosa es cierta, las ciencias dan
soluciones parciales y concretas a unas cuestiones muy dignas, pero no
consiguen dar respuesta al interrogante acerca del sentido de la vida, de la
humanidad, del universo. Las ciencias positivas —las susceptibles de
demostraciones en el laboratorio— están supeditadas a una metodología
totalmente incapaz de dar respuesta a la cuestión del sentido. El método usado
nada logra formular acerca del amor, el humor, la esperanza... Y si se atreven
a expresar alguna opinión al respecto, ciertamente van más allá de lo que les
es permitido. Es como si el oculista se atreviera a indicar al paciente qué
cosas le es lícito mirar y qué otras no.
En todo caso es tarea de la filosofía y
de la teología pronunciarse sobre el particular, pues que estas ciencias sí
pretenden pensar la totalidad del ser y no meramente resolver unas cuestiones
concretas. Ahora bien, el método de la filosofía o de la teología no permite
dar soluciones contundentes al estilo de las matemáticas o la química.
De manera que los sectores de la realidad
que más nos importan, inquietan y fascinan, escapan a la ciencia y a la
técnica. Nada pueden decirnos del sentido último de las cosas. Del porqué
estamos en este mundo, hacia dónde vamos y qué esperamos. Y, en el fondo, éstas
son las grandes preguntas que nos persiguen, como nuestra propia sombra, a lo
largo de la vida. Hay gente que pasa de largo frente a ellas, pero habría que
preguntarse si ha despertado verdaderamente a su humanidad. Porque no se
comprende que un ser inteligente no quiera saber acerca de la meta de su
existir.
La ideología
Las ideologías pretenden proporcionar una
interpretación total de cuanto existe y acontece. Pero una tal pretensión las
lleva a ser reduccionistas o a manipular la realidad a fin de que encaje en sus
esquemas. Así se comporta el darwinismo, el neoliberalismo, el marxismo, el
freudismo, el materialismo, el nihilismo, etc.
Alardean de haber encontrado la raíz
última que aguanta y da sentido a las diversas realidades y acontecimientos. El
freudismo lo explica todo a través de la libido, el marxismo cree hallar la
raíz última de la sociedad y su desarrollo en la economía y el afán de lucro,
el darwinismo identifica las fuerzas de la evolución biológica y social en el
dominio del más fuerte.
Una visión tan unidimensional no responde
a la multiplicidad de los fenómenos ni al misterio que es el hombre y su mundo.
El que se deja apresar por la ideología se torna totalitario e incapaz de
observar la realidad sin prejuicios. El punto de vista obtenido desde un
determinado lugar varía del que obtiene el observador situado en las antípodas.
La ideología sólo es capaz de ofrecer intuiciones más o menos provisionales.
Un breve paréntesis en este punto. La
fe cristiana contiene algunos elementos de la ideología: un grupo bien
organizado dirige y traza las líneas de comportamiento, propone unas verdades
no comprobables empíricamente, unos símbolos, unos principios morales, unas
explicaciones acerca del origen y del fin del universo... Sin embargo la fe
cristiana no coincide con la ideología por cuanto el cristianismo —como su
nombre indica— se refiere últimamente a una persona y no a unas ideas.
Jesucristo es el definitivo punto de referencia.
En fin, nos seguimos preguntando por el
sentido de la vida. Ni la ciencia ni la ideología responden de modo
satisfactorio. En nuestro momento histórico parecen derrumbarse, además, valores
e ideas que orientaban a muchos en épocas pasadas. Se extiende la sensación de
vacío, se cierran los grandes horizontes, se abre paso la resignación y se
acude a los programas inmediatos.
¿Dónde hallaremos la respuesta al sentido
de la vida? Habrá que escuchar las razones de la filosofía y de la religión.
Sus respuestas no tendrán la contundencia de la física o la matemática, pero
puede que toquen las fibras profundas del corazón. El ser humano no es solo
razón ni cerebro. En realidad atiende más al sentimiento y al corazón. ADH 794.
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