Cotidianidades | P. Eulide García MSC
Invirtiendo para la destrucción
Una noche me senté a
ver televisión, específicamente un documental sobre la Segunda Guerra Mundial y
la verdad que era horroroso ver aquellas imágenes de destrucción de ciudades, lo
más terrible era ver cuántas personas muertas. De ahí me surgió escribir este
artículo.
Parece contradictorio
que siendo el ser humano la criatura racional de la creación, actúe contra lo
que debe indicarnos la razón. ¿Por qué digo esto? Me pregunto además ¿cómo es
posible que el ser humano invierta tanto dinero para destruir su propia
existencia? Parecemos niños que construyen castillos de arenas para derribarse
y volverlos a hacer. Lo normal sería invertir para prolongar la vida y el progreso
de los pueblos, pero no matar y destruir. No solo se da el caso de las guerras,
pues muchos seres humanos invierten sus recursos económicos para destruirse a sí
mismos, a través del uso de sustancias nocivas que van en contra de la salud,
como son: el uso drogas, alcohol, tabaco, entre otras; apena ver personas que
parecen desechos humanos, andando como zombis en las calles, viviendo de la
caridad de los demás o cometiendo delitos en contra de la ley, empujando su
familia a la desintegración, cometiendo asesinatos; en fin, todo para mantener
un vicio maldito que solo conduce a la muerte en todos los sentidos, parece
extraño pagar para morirse, pagar para matarse lentamente...
Esa actitud humana contradice
todos los planes del Creador el cual, desde el mismo inicio de la humanidad,
deseaba que el ser humano que había creado, cuidara la creación y que se
cuidara a sí mismo; confió tanto en su criatura que todo lo creado lo
dejó para que lo administrara responsablemente como cocreador, pero el traicionó
esa confianza que Dios le manifestó.
Relación hombre naturaleza
Hasta ahora he señalado
dos ideas que manifiestan ese desprecio del hombre hacia su propia existencia. Quiero
ahora señalar otra y es tan grave como las dos anteriores señaladas. Es el
maltrato a la naturaleza, como dirá el papa Francisco, el daño a la Casa Común.
Cuando hablamos de la naturaleza estamos hablando de la vida, no se puede concebir
la vida sin la naturaleza, su cuidado conlleva cuidar la vida; pero todavía no
hemos llegado al grado de inteligencia para reconocer que nuestra vida depende
del cuidado de nuestra casa común.
Se invierten miles de
millones de dólares en destruir nuestro planeta con la explotación de minas a
cielo abierto, destrucción de selvas, contaminación de los ríos, el descontrol de
los gases de las empresas; en fin, es por todos los lados que el ser humano está
invirtiendo para disminuir su vida, la razón actúa para autodestruirse: se
invierte para “alargar el promedio de vida”, pero da la impresión que se
invierte más para acortarla: Bastaría fijarse en los presupuestos de los
Estados para las compras y fabricación de armas de destrucción masiva, cada día
los gobernantes se preocupan más por la seguridad territorial que por el bienestar de sus conciudadanos.
Los que sí invierten en la vida
No reconocer aquellos
que sí invierten en la vida sería una mezquindad de mi parte, porque podemos
destacar tantos hombres y mujeres que se desvelan y hasta han dado la vida
luchando para que la humanidad viva mejor. Son aquellos que a través de
instituciones sin fines lucrativos luchan por el cese de las guerras, otros que
trabajan con los desamparados de las calles, esos que son descartados por la
sociedad; también aquellos que forman parte de grupos ecológicos que enfrentan
las grandes empresas multinacionales, que da la impresión de la lucha de Goliat
y David. Sin embargo, aunque aparentan perder la batalla no se desaniman y
mantienen su firmeza. Estos hombres y mujeres merecen un reconocimiento, da
vergüenza que la sociedad civil parezca luchar sola para conservar la
naturaleza, mientras las autoridades se hacen cómplices de los destructores de
la vida. De la naturaleza recibimos de lo que hemos dado. ADH 831
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