Nihil
Obstat | Martín Gelabert Ballester, OP
¿Palabra de Dios en latín
o al alcance de los fieles?
El Papa ha publicado un decreto “sobre el uso de la liturgia romana antes
de 1970”, o sea, para que nos entendamos, sobre las condiciones en las que
puede utilizarse el Misal que promulgó San Pío V después del Concilio de
Trento, que estuvo en uso hasta el Vaticano II. El decreto, que no cierra la
posibilidad de utilizar ese antiguo rito, pero fija una serie de condiciones
para ello, ha sido muy mal recibido por aquellas personas y grupos amantes de
la liturgia en latín tal como se celebraba antiguamente.
No voy a entrar en ese asunto que, a mi modo de ver, va mucho más allá de
un determinado rito y una determinada lengua para la celebración. Pues de lo
que se trata es de la aceptación íntegra del Concilio Vaticano II, no sólo de
su constitución sobre la liturgia, sino de sus decretos sobre el ecumenismo y
la libertad religiosa, e incluso de las constituciones Gaudium et Spes, Lumen
Gentium y Dei Verbum.
Me interesa subrayar una de las condiciones indicadas por Francisco para
este tipo de celebraciones: “las lecturas se proclamarán en lengua vernácula,
utilizando las traducciones de la Sagrada Escritura para uso litúrgico,
aprobadas por las respectivas Conferencias Episcopales”. De lo que se trata,
cuando se proclama la Palabra de Dios, es de que sea comprendida para que pueda
ser acogida. La liturgia no es magia. Es oración y escucha. Y en la oración no
se trata de Dios, sino de nosotros. Dios no necesita de nuestra alabanza. Somos
nosotros los que necesitamos alabar a Dios y darle gracias. Dios entiende todas
las lenguas.
Sin duda, algunos de los que asisten a estas liturgias según el rito
romano antiguo, entienden el latín, pero seguro, seguro, seguro que no lo
utilizan como lengua vehicular para comunicarse entre ellos. Y seguro que la
mayoría de los que asisten a esas liturgias entienden poco el latín. Por eso,
la homilía, cuando la hacen, es en la lengua del pueblo. Para que se entienda.
Pues con más razón debe entenderse la Palabra de Dios. Al menos la Palabra de
Dios y de paso, si fuera posible, el resto de la liturgia. Ya sé que se pueden
utilizar traducciones escritas para seguir la Misa. Pero la liturgia no está
para ser leída, está para ser proclamada y escuchada. Y comprendida, claro. A
lo mejor, si la comprendieran podrían compararla con los nuevos textos
litúrgicos y juzgar por sí mismos de su riqueza.
Y ya puestos añado una cosita. Algunos llaman celebrar “coram Deo” a la
celebración de espaldas al pueblo. “Coram Deo”, o sea de cara a Dios. Dios, que
yo sepa, está en todas partes, delante, detrás, a la derecha o a la izquierda.
Jerusalén y la Meca están situadas en oriente. El altar es uno de los símbolos
de la presencia y presidencia de Cristo en la celebración. Da lo mismo ponerse
a un lado u otro del altar (de espaldas al pueblo o de cara al pueblo). Se
ponga donde se ponga, el sacerdote está siempre de cara a esa piedra, que
simboliza a Cristo.
Publicado en www.dominicos.org
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