Nuestra Fe | Fray Alfredo Quintero Campoy/RD
La fe nos abre a una
esperanza firme e inamovible
"¡No estamos solos! Es
la voz que se escucha de Jesús"
La tribulación
por la que tiene que pasar todo bautizado para crecer, es fundamental
entenderla desde la enseñanza de Jesús.
Jesús mismo ha
sido probado, ha sido sacudido en el camino de la pasión. Él nos enseña a tener una mirada firme
y confiada en el Padre.
Este domingo
33 del tiempo ordinario, Jesús refiere que el término de la tribulación
es la ventana por la que se asoma su manifestación gloriosa, con el poder
de su cercanÃa que llena de luz al manifestarse y que es capaz de hacer menguar
o desaparecer la luz de las estrellas para ser él nuestra luz.
Aunque la
tribulación nos puede dar miedo, confundir, o hacer tambalear, sin embargo,
viene a ser la experiencia que nos afianza en nuestro encuentro y relación con
un Dios que viene en nuestro auxilio. La victoria a la que esta llamada la comunidad
cristiana tiene que saber superar la adversidad para abrir camino a quien viene
detrás.
¡No estamos
solos! Es la
voz que se escucha de Jesús para hacerse cercano, caminar con nosotros,
abriéndonos ese horizonte de esperanza inamovible que nos hace capaces de ser
fuertes en la tribulación, poderla superar con la ayuda de quien es luz,
fortaleza y vitalidad para nuestro espÃritu.
La pandemia ha
venido a sacudirnos, a dejar un horizonte incierto en la mirada del hombre
moderno; el cual se
ha sentido limitado, frágil, indefenso; colocándolo en el universo con una
consciencia de su finitud que puede llegar a concluir su tramo de historia en
cualquier momento.
Como bien lo
refiere Jesús en el evangelio de Marcos: sólo el Padre sabe el dÃa y la hora de
la manifestación que es definitiva.
En una
experiencia vivida asà por la pandemia, se hace necesaria la experiencia de la
alegrÃa. Podemos
decir que esa alegrÃa se ha fugado ante la experiencia del miedo e
incertidumbre. El hombre del evangelio, que se deja abrazar por la buena nueva
de Jesús, es un hombre de alegrÃa, que sabe a travesar el túnel de la oscuridad,
propia de la naturaleza de la tribulación, para abrirse paso a la luz.
Nosotros
estamos llamados a vivir esa alegrÃa que se sustenta en la experiencia de un
Cristo que vive en medio de la comunidad creyente y que derrama su espÃritu
para darnos vitalidad.
Que importante
es sentir la cercanÃa de Jesús, que se aproxima en nuestro caminar en signos que hay que descifrar a
la luz del EspÃritu Santo, para ver y entender su contenido y mensaje, que nos
llevan a una esperanza llena de luz que iluminan nuestros pasos y nos conducen
con una firmeza confiada en Él, que es el camino.
Jesús, ante el
miedo que siente en la tribulación de su pasión, se mantiene firme y
perseverante en su entrega para cumplir su misión tal como el Padre se la
confÃa.
Nosotros como
cristianos, en el hoy de estos tiempos tan probados para la fe, debemos
escuchar el susurro de la voz de Jesús que nos habla para tocar el corazón y
llenarnos de ánimo, para no perdernos en el desvÃo de caminos equivocados
y, que nos distancian de la comunidad de los bautizados, que es la iglesia.
El creyente
nace desde un bautismo que lo purifica y lo dispone siempre a una mayor gracia.
Podemos asà afirmar, que la tribulación nos dispone a un momento de
mayor madurez y crecimiento, que ciertamente nos estira, pero es capaz de sacar
lo mejor de nosotros: nuestras fortalezas que son más claras que la
debilidad pero que nos hacen tomar consciencia humilde de una fragilidad que es
capaz de manifestar su vitalidad intrÃnseca y fortaleza: cuando las ramas de la
higuera se ponen tiernas se acerca el verano, es decir viene un tiempo de mayor
fecundidad, crecimiento y fortaleza.
Publicado por Religión Digital
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