Valores | Carlos Osoro Sierra/A&O
La realidad del mundo no se sostiene sin Dios
Hace
pocos dÃas leÃa un artÃculo en el que el autor se planteaba: «¿Qué es la
realidad?». Es una cuestión que me animó a hacer la reflexión que ahora
comparto con vosotros, tanto con los que creéis como con quienes estáis lejos o
con dudas sobre Dios. ¿Os habéis dado cuenta de cómo pensamos la realidad, la
nuestra personal y la de todo lo que existe? Muy a menudo, cuando pensamos en
ella, la definimos por bienes materiales o por problemas que nos acucian en la
vida de todos nosotros, ya sean de Ãndole social, económica, polÃtica o de
cualquier otro tipo, pero no pensamos en Dios…
Pensar
asà es una traición que nos hacemos a nosotros mismos. Traición que ha sido
dominante en las sociedades construidas en este último siglo, como nos
demuestran desde las sociedades sostenidas por sistemas marxistas hasta las que
apuestan por sistemas capitalistas exacerbados. De modos distintos, se ha
traicionado y falsificado el concepto de realidad. ¿Dónde está y de dónde viene
esta falsificación? De la amputación de la realidad que fundamenta todo y que
es decisiva: se elimina a Dios, se excluye a Dios; todo se piensa, determina y
plantea como si Dios no existiera. Con esta treta, al excluir a Dios del
horizonte, de la vida, de la historia, solo podemos recorrer caminos
equivocados, que dificultan la construcción de la vida de los hombres.
Pensemos
por unos momentos en Jesucristo, un Dios de rostro humano, que se acerca a
nosotros; es ese Dios-con-nosotros, el Dios que nos manifiesta su inmenso amor
desde la cruz. ¿Has pensado alguna vez lo que supone para ti contemplar, llegar
a comprender y vivir este amor hasta el extremo? ¿Has experimentado lo que da a
la vida humana acoger ese amor como hicieron los primeros discÃpulos cuando
dijeron: «Te seguiré adonde quiera que vayas» (Lc 9, 57) ¿Qué supuso en sus
vidas y en el mundo en el que anunciaban esta Buena Noticia?
Todos
los hombres estamos necesitados de amor, especialmente cuando emergen tantos
problemas y desajustes en el mundo y cuando, como recordaba la constitución
Gaudium et spes, «agitados entre la esperanza y la angustia, nos atormenta la
inquietud» (GS 4). En esta situación existencial surgen muchas preguntas que
alcanzan la vida entera del hombre: ¿qué será de la humanidad?, ¿qué será de la
creación?, ¿hay esperanza?, ¿hay futuro para la humanidad?, ¿podemos dar futuro
solo desde nosotros mismos? Para dar respuestas recurramos al Evangelio porque,
como planteaba Benedicto XVI en la encÃclica Spe salvi, es «una comunicación
que comporta hechos y cambia la vida». El Evangelio ilumina la vida y ofrece
futuro a la humanidad.
En
este sentido, en la encÃclica Fratelli tutti, el Papa Francisco incide en que
la fraternidad que deseamos entre los hombres precisa de Dios. Seamos
conscientes hoy de que Jesucristo cura a la humanidad: viene del Padre y llega
a esta casa nuestra que es la humanidad entera y nos da su mano, nos levanta y
nos cura. Como en otros momentos de la historia, disipa esas tinieblas que
crean las ideologÃas que nos separan y dividen, que nos hacen vivir imponiendo
a los demás; rompe las idolatrÃas y nos pone ante un Dios que necesitamos, pues
nos da la capacidad de levantarnos, nos abre a los demás, a todos sin
excepción; nos capacita para estar en pie ante todos los hombres porque nos
pone en pie ante Dios.
Vuelvo
asà a la pregunta de qué es la realidad. Es nuestro mundo, es todo lo que
existe, es Dios que da fundamento a todo y a ti mismo que lees mis palabras.
Realidad es nuestro mundo, ya que, a pesar de sus contradicciones, angustias y
dramas, la humanidad busca un camino de renovación e incluso de salvación;
busca a un Salvador, busca a Dios. Quien da fundamento y salidas es Dios,
¡cuánto necesitamos a Dios! Cuando cada dÃa leo los periódicos, oigo o veo los
noticiarios que nos cuentan la realidad, pero entre otras cosas también los
males y los amplifican, siento la necesidad de Dios para el hombre y para esta
humanidad. Quizá nos acostumbran a leer, oÃr o ver cosas horribles que nos
hacen insensibles, que nos intoxican, que nos endurecen, pero siento y veo la
necesidad de cambiar esa realidad y darle su contenido verdadero. Necesitamos a
Dios.
La
realidad que nos regaló Dios, de la que también formamos parte nosotros,
solamente se cambia con Dios, volviendo a poner en el centro a Dios. ¡Qué
fuerza tiene contemplar al hombre creado a su imagen y semejanza! Somos todos
nosotros un misterio de libertad y de amor que tiene su realización en la comunión
con Él, en la manera de ser de Dios que se nos ha manifestado en Jesucristo,
verdadero Dios y verdadero hombre, en quien entendemos que «Deus caritas est».
Y si Dios es amor y el hombre es su imagen, la identidad profunda de la persona
es su vocación al amor como señalaba santa Teresa del Niño Jesús.
Atrévete
a experimentar y a entregar a quienes tienes a tu lado la verdad de tu vida y
de todo lo que existe. Teniendo como fundamento a Dios, presenta el humanismo
verdadero, ese que se abre a Dios y reconoce la verdad del hombre y de todo lo
que existe. No queramos construir un mundo separado de quien le da fundamento;
respeta el deseo innato que tiene el ser humano de verdad sobre él y sobre todo
lo que existe. Jesús nos dijo con claridad: «Sin mà no podéis hacer nada» (Jn
15, 5).
Publicado
por Alfa & Omega
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