Espiritualidad | Diego López, LC/Z
En el día de Cristo rey: las tres características del reino de
Jesús, según el Papa Francisco
“El
hecho es que la realeza de Jesús es muy diferente de la mundana. «Mi reino
—dice a Pilato— no es de este mundo». Él no viene para dominar, sino para
servir. No llega con los signos de poder, sino con el poder de los signos».
En
el Ángelus de este domingo, el Papa Francisco habló sobre las características
del reino de Jesús, que no es un reino mundano. Hoy acompañaron al Papa desde
el barcón dos jóvenes: una chica y un chico que han dado un saludo al final a
todos los católicos del mundo. ¿La razón? El hecho de que este día se celebra
por vez primera, coincidiendo con la solemnidad de Cristo rey, la Jornada
Mundial de la Juventud (y, además, la Jornada Mundial de la Pesca), a lo que el
Santo Padre hizo referencia. A continuación, ofrecemos la parte del Ángelus en
el que el Papa desarrolla las tres características del reino de Jesús. Los
títulos son añadidos nuestros.
1)
El reino de Jesús no es mundano
“El
hecho es que la realeza de Jesús es muy diferente de la mundana. «Mi reino
—dice a Pilato— no es de este mundo» (Jn 18,36). Él no viene para dominar, sino
para servir. No llega con los signos de poder, sino con el poder de los signos.
No se ha revestido de insignias valiosas, sino que está desnudo en la cruz. Y
es precisamente en la inscripción puesta en la cruz que Jesús es definido como
“rey” (cf. Jn 19,19). ¡Su realeza está realmente más allá de los parámetros
humanos! Podríamos decir que no es rey como los otros, sino que es Rey para los
otros.
Pensemos
de nuevo en esto: Cristo, delante de Pilato, dice que es el rey en el momento
en el que la multitud está en su contra, mientras que cuando le seguían y le
aclamaban había tomado distancia de esta aclamación. Jesús se demuestra, así,
soberanamente libre del deseo de la fama y de la gloria terrena. Y nosotros,
preguntémonos, ¿sabemos imitarle en esto? ¿Sabemos cómo gobernar sobre nuestra
tendencia a ser continuamente buscados y aprobados, o hacemos todo para ser
estimados por parte de los otros? En lo que hacemos, en particular en nuestro
compromiso cristiano, me pregunto, ¿qué cuenta? ¿Cuentan los aplausos o cuenta
el servicio?”.
2)
El reino de Jesús es liberador
“Jesús
no solo evita toda búsqueda de grandeza terrenal, sino que también hace libre y
soberano el corazón de quien le sigue. Él, queridos hermanos y hermanas, nos
libera del sometimiento del mal. Su Reino es liberador, no tiene nada de
opresivo. Él trata a cada discípulo como amigo, no como súbdito. Cristo, aun
estando por encima de todos los soberanos, no traza líneas de separación entre
sí y los demás; desea más bien hermanos con los que compartir su alegría (cf.
Jn 15,11). Siguiéndolo no se pierde, no se pierde nada, sino que se adquiere
dignidad. Porque Cristo no quiere en torno a sí servilismo, sino gente libre.
Y, preguntémonos ahora, ¿de dónde nace la libertad de Jesús? Lo descubrimos
volviendo a su afirmación frente a Pilato: «Sí, como dices, soy Rey. Yo para
esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la
verdad» (Jn 18,37)”.
3)
El reino de Jesús nos hace libres
“La
libertad de Jesús viene de la verdad. Es su verdad la que nos hace libres (cf.
Jn 8,32). Pero la verdad de Jesús no es una idea, algo abstracto: la verdad de
Jesús es una realidad, es Él mismo que hace la verdad dentro de nosotros, nos
libera de las ficciones, de las falsedades que tenemos dentro, del doble
lenguaje. Estando con Jesús, nos volvemos verdaderos. La vida del cristiano no
es una actuación donde se puede llevar la máscara que más conviene. Porque
cuando Jesús reina en el corazón, lo libera de la hipocresía, lo libera de las
escapatorias, de las dobleces.
La
mejor prueba de que Cristo es nuestro rey es el desapego de lo que contamina la
vida, haciéndola ambigua, opaca, triste. Cuando la vida es ambigua, un poco de
aquí, un poco de allá, es triste, es muy triste. Cierto, debemos lidiar siempre
con los límites y los defectos: todos somos pecadores. Pero cuando se vive bajo
el señorío de Jesús, uno no se vuelve corrupto, no se vuelve falso, con la
inclinación a cubrir la verdad. No se lleva doble vida. Recordad bien:
pecadores sí, lo somos todos, corruptos, ¡nunca! Que la Virgen nos ayude a
buscar cada día la verdad de Jesús, Rey del Universo, que nos libera de las
esclavitudes terrenas y nos enseña a gobernar nuestros vicios.
Publicado
por Zenit
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