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    lunes, 22 de noviembre de 2021

    Yo quiero ponerme en cuclillas


    Solidaridad | César Luis Caro/RD

     


    Yo quiero ponerme en cuclillas

    Quisiera ser fuerte y resistente, como la gente de la selva... Ser como ellos

     

    Porque en esa postura la gente trabaja. Las mujeres en cuclillas lavan enormes tinas de ropa a la orilla del río. Así se inclinan sobre las ollas humeantes en la tushpa mientras preparan un pango o un chilicano.

     

    También en cuclillas los hombres permanecen, machete en mano, limpiando linderos. Y los chicos y chicas del grupo de jóvenes, cuando escriben con sus plumones en los papelotes durante la reunión del sábado, están en cuclillas.

     

    Y no les duelen las rodillas, sino que, en esa postura, la gente ríe, bromea, chambea. En cambio, cuando yo era niño, en el colegio, el profesor de educación física nos castigaba a dar una vuelta completa a la pista en cuclillas, y eso te dejaba dolorido y reventado.

     

    Me gustaría ser capaz de quedarme un buen rato en cuclillas, como los peruanos, los loretanos, los indígenas, la gente de acá.

     

    Si pudiera, como ellos, estar bajo el sol de las dos de la tarde y que no se quemara mi blanca piel (mejor sería que fuera más oscurita, como la suya); o andar un rato por Indiana sin cansarme ni sudar a chorros; o cargar una bolsa de cemento o un paquete de jabón…

     

    No pido la habilidad de los nativos, que pescan con arco y flechas, o trepan a una palmera de huasaí … únicamente caminar sobre las maderas húmedas del puerto sin peligro de caerme al río.


    Ojalá no tuviera que usar carpa para dormir, porque los zancudos no me harían enfermar, ni zapatos con medias o botas de jebe, porque los ysangos no se me subirían para darme comezón. Me encantaría dormir al fresco y pisar el pasto con mis pies descalzos, como la gente.

     

    O subir y bajar a un bote guardando el equilibrio y con agilidad, como hacen los lugareños de acá de mí misma edad y mucho más viejos. O mojarme tranquilamente bajo la lluvia sin temor a resfriarme.

     

    Y ya puestos a pedir, no sé qué daría por hablar kichwa, ticuna u otra lengua originaria.

     

    Las mujeres en el alto Napo paren en cuclillas. Tal es su potencia y su determinación.

     

    Sí, quisiera ser fuerte como ellos, resistente, quisiera ser parte armoniosa de la selva. Ser… como ellos.

     

    Publicado por Religión Digital




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