Nuestra Fe | Zenit
¿Cómo es el corazón de María? La tierna descripción del Papa a
partir de lo que dice el Evangelio
Considerando
la liturgia de la solemnidad, el Papa dijo que el Evangelio del día (Lc
1,26-38) nos hace entrar en la casa de María de Nazareth donde recibe el
anuncio del ángel. Y añadió: “en esa intimidad doméstica el Evangelio nos da un
detalle que revela la belleza del corazón de María”.
El
Papa comenzó el día de la solemnidad de María acudiendo, antes de que el sol
saliera, en torno a las 6:15 de la mañana, a la Piazza Spagna donde se
encuentra una querida columna coronada por una escultura de la Inmaculada
Concepción. Se trató de un acto de devoción privada al no poder hacerla de
forma pública, y por tanto masiva la visita, por la pandemia. Posteriormente el
Papa se trasladó a la Basílica de Santa María la Mayor, donde continúo su
oración personal hasta las 7 de la mañana. Luego regresó al Vaticano.
Al
medio día de este 8 de diciembre, el Papa rezó el Ángelus con los peregrinos
reunidos en la Plaza de San Pedro, plaza medio vacía por tres factores: no se
anticipó que el Papa se asomaría a rezar el Ángelus, hacía frío y estaba
lloviendo.
Considerando
la liturgia de la solemnidad, el Papa dijo que el Evangelio del día (Lc
1,26-38) nos hace entrar en la casa de María de Nazareth donde recibe el
anuncio del ángel. Y añadió: “en esa intimidad doméstica el Evangelio nos da un
detalle que revela la belleza del corazón de María”. Con encabezados añadidos
por ZENIT, ofrecemos el texto de las palabras previas a la oración del ángelus
de este miércoles.
¿Qué
significa estar llena de gracia?
El
ángel la llama «llena de gracia». Si está llena de gracia, significa que la
Virgen está vacía de maldad, es sin pecado, Inmaculada. Ahora, ante este saludo
María —dice el texto— «se conturbó» (Lc 1,29). No solo está sorprendida, sino
también turbada. Recibir grandes elogios, honores y cumplidos a veces tiene el
riesgo de despertar el orgullo y la presunción. Recordemos que Jesús no es
tierno con los que van en busca del saludo en las plazas, de la adulación, de
la visibilidad (cf. Lc 20, 46). María, en cambio, no se enaltece, sino que se
turba; en lugar de sentirse halagada, siente asombro. El saludo del ángel le
parece más grande que ella. ¿Por qué? Porque se siente pequeña por dentro, y
esta pequeñez, esta humildad atrae la mirada de Dios.
¿Cómo
es el corazón de María?
Así,
entre las paredes de la casa de Nazaret vemos un rasgo maravilloso. ¿Cómo es el
corazón de María? Tras recibir el más alto de los cumplidos, se turba porque
siente dirigido a ella lo que no se atribuía a sí misma. De hecho, María no se
atribuye prerrogativas, no reclama nada, no atribuye nada a su mérito. No
siente autocomplacencia, no se exalta. Porque en su humildad sabe que todo lo
recibe de Dios. Por tanto, está libre de sí misma, completamente orientada a
Dios y a los demás. María Inmaculada no tiene ojos para sí misma. Aquí está la
verdadera humildad: no tener ojos para uno mismo, sino para Dios y para los
demás. Recordemos que esta perfección de María, la llena de gracia, la declara
el ángel dentro de las paredes de su casa: no en la plaza principal de Nazaret,
sino allí, en el ocultamiento, en la mayor humildad. En esa casita de Nazaret
palpitaba el corazón más grande que una criatura haya tenido jamás.
Dios
no necesita grandes medios para hacer maravillas, necesita nuestra humildad
Queridos
hermanos y hermanas, ¡esta es una noticia extraordinaria para nosotros! Porque
nos dice que el Señor, para hacer maravillas, no necesita grandes medios ni
nuestras sublimes habilidades, sino nuestra humildad, nuestra mirada abierta a
Él y abierta también a los demás. Con ese anuncio, dentro de las pobre paredes
de una pequeña casa, Dios cambió la historia. También hoy quiere hacer grandes
cosas con nosotros en la vida de todos los días, es decir, en la familia, en el
trabajo, en los ambientes cotidianos. Ahí, más que en los grandes
acontecimientos de la historia, ama obrar la gracia de Dios. Pero, me pregunto,
¿lo creemos? ¿O pensamos que la santidad es una utopía, algo para los
profesionales, una ilusión piadosa incompatible con la vida ordinaria?
La
idea engañosa de que una cosa es el Evangelio y otra la vida
Pidámosle
a la Virgen una gracia: que nos libre de la idea engañosa de que una cosa es el
Evangelio y otra la vida; que nos encienda de entusiasmo por el ideal de
santidad, que no es una cuestión de estampitas, sino de vivir cada día lo que
nos sucede con humildad y alegría, como la Virgen, libres de nosotros mismos,
con la mirada puesta en Dios y en el prójimo que encontramos. Por favor, no nos
desanimemos: ¡el Señor nos ha dado a todos un buen paño para tejer la santidad
en la vida diaria! Y cuando nos asalte la duda de no lograrlo o la tristeza de
ser inadecuados, dejémonos mirar por los «ojos misericordiosos» de la Virgen,
¡porque nadie que haya pedido su ayuda ha sido abandonado jamás!
Publicado
por Zenit
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