A Debate | José María Castillo/RD
¿Debe la Iglesia meterse en política? Por supuesto. Pero
haciéndolo como lo hizo Jesús
Leyendo
y releyendo los escritos del Nuevo Testamento, no es posible encontrar
argumentos que puedan justificar el hecho, tan repetido en la historia, de
intromisiones (directas o indirectas) de los dirigentes de la Iglesia en
asuntos políticos. Herodes mandó degollar a Juan Bautista y Jesús, por lo que
relata el Evangelio, no dijo ni palabra. En otra ocasión, cuando Jesús le hablaba
a la gente, algunos informaron en público que Pilatos había matado a unos
galileos cuando ofrecían un sacrificio en el Templo. La reacción de Jesús fue
sorprendente. Porque no dijo ni palabra contra Pilatos, sino que fue a sus
oyentes a quienes les dijo: “si no os enmendáis, todos vais a terminar lo
mismo” (Lc 13, 5).
A
lo dicho, hay que sumar la respuesta que Jesús les dio a quienes querían
crearle un grave problema con las autoridades romanas, utilizando el tema de
pagar o no pagar el tributo al César. A lo que Jesús hábilmente respondió: “Lo
que es del César, devolvédselo al César; y lo que es de Dios, a Dios” (Mc 12,
13-17; Mt 22, 15-22; Lc 20, 20-28). La política en su sitio y la Iglesia en el
suyo.
Y
a lo dicho, hay que añadir un hecho elocuente: en los relatos de la pasión y
muerte de Jesús, quien se resistió a condenar a muerte a Jesús no fue el
Sanedrín de los sacerdotes, sino el gobernante de los romanos (Mt 15, 6-15
par).
¿Debe
la Iglesia meterse en política? Por supuesto. Pero haciéndolo como lo hizo
Jesús. No con la pretensión de mandar y acaparar el poder y el capital, sino
con el proyecto de gestionar una sociedad en la que se respetan los derechos
humanos, y, sobre todo, si es que hay que proteger y favorecer a ciertos
sectores de la población, los más favorecidos deben ser los más necesitados. Si
la política se entiende de esta manera, es evidente que la Iglesia tiene que
meterse en política. Así lo hizo Jesús. Y así lo tienen que hacer los que
“siguen” a Jesús.
Pero
es un hecho que la política no se suele ejercer al servicio de la “igualdad”,
sino para defender (e incluso potenciar) las “diferencias”. Ahora bien, los que
piensan así y actúan en consecuencia, no se han enterado – o no quieren
enterarse – de que la diferencia es un “hecho”, mientras que la igualdad es un
“derecho” (Luigi Ferrajoli). Y, como es bien sabido, el “hecho” procede de la
naturaleza (hombre y mujer, por ejemplo), mientras que el “derecho” procede de
la decisión humana, según sus conveniencias (el “derecho” de hombres y mujeres
no procede de la naturaleza, sino de la conveniencia de los hombres).
Pues
bien, cuando los políticos tienen la libertad y el valor de aplicar este
criterio al gobierno de la sociedad, se hunde y desaparece el principio
determinante del capitalismo. El capitalismo se basa en un “derecho”, que han
inventado los capitalistas. Como en la antigüedad se inventaron derechos que no
tenían las mujeres, ni los esclavos, ni los recién nacidos, ni los extranjeros,
ni los homosexuales, etc. Tiene sobrada razón Peter G. Stein, en su excelente
estudio de El Derecho romano en la historia de Europa (Sioglo XXI, 2006, pg.
57), cuando afirma que “la Iglesia no redujo sus enseñanzas al Evangelio”, sino
que “incluía el Derecho romano”. O sea, la privación de derechos a Los
olvidados de Roma (Robert C. Knapp).
Es
lamentable que siga siendo de actualidad el texto que Walter Benjamin redactó
em 1921: Capitalismo como religión. Según este autor, “el cristianismo en
tiempo de la Reforma no propició el ascenso del capitalismo, sino que se
transformó en capitalismo”. La “gente de Iglesia”, con bastante frecuencia y
cuanto más arriba esté, justifica su situación justificada echando mano de la
Religión, que, con sus prácticas y observancias, tranquiliza las conciencias.
¿Debe
la Iglesia meterse en política? Tal y como se entiende y se practica la
política, lo que debe hacer la Iglesia es tener la libertad y la audacia de
decir y hacer no lo que le conviene a la Religión para sacar tajada al
capitalismo, sino decir y hacer lo que necesita la gran mayoría de la
humanidad, que, desde varios siglos antes de Cristo, millones de seres humanos
indefensos tienen que someterse y soportar, no las “diferencias”, sino las
“desigualdades” que inventaron lo que mandan.
Publicado
por Religión Digital
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Promueve el diálogo y la comunicación usando un lenguaje sencillo, preciso y respetuoso...