Nuestra Fe | Juan Luis Vázquez Díaz/A&O
«El modo de Jesús de apreciar a la mujer lo aprendió de José»
Este
8 de diciembre se ha cerrado el Año de San José. El experto en cultura judía
José Barta desvela rasgos inéditos de su biografía desde el punto de vista
histórico
«A
José se le ha llamado padre putativo, considerado como legítimo sin serlo de
verdad, pero eso es una tontería. Si Dios le encargó ser el padre de su Hijo,
entonces es que esa paternidad fue superior incluso a la genética», afirma José
Barta, director de los Encuentros Judeocristianos de la asociación AEDOS. En el
cierre del Año Jubilar dedicado al esposo de la Virgen, publica Misión de san
José para hacer «una composición de lugar» de su figura desde el punto de vista
histórico.
Al
último de los patriarcas la tradición le ha tenido siempre como carpintero,
«pero fue algo más. El término bíblico griego es tekton, un artesano y
constructor que fabricaba aperos y objetos de la vida diaria». Se trata de una
profesión «hereditaria» que pasaba de padres a hijos, y que «exigía una
formación de muchos años, desarrollando habilidades y técnicas que se heredan
entre generaciones. Eso no se aprendía de la noche a la mañana, y posiblemente
lo aprendió de su padre. Tenía conocimientos científicos básicos, pero
necesarios para su profesión, y debía ser organizado y metódico. No era para
nada un chapuzas».
En
lo más espiritual, «lo mismo que Dios fue preparando a la Virgen, también lo
hizo con José». Así, el futuro padre del Mesías «debió de tomarse muy en serio
su fe y la educación que recibió en la pequeña sinagoga de Nazaret».
Y
aunque muchas veces se le ha pintado como un anciano, «seguro que se casó
siendo joven, porque de otra manera no habría sido capaz de soportar lo que él
sufrió física y emocionalmente después. Tuvo que viajar para ejercer su
profesión y debió volver a empezar desde cero varias veces. Eso no lo hace
alguien ya cansado por la vida».
A
María «probablemente la conocía desde que eran pequeños», y lo más plausible es
que Joaquín fuera un escriba, «el ayudante del jefe de la sinagoga de Nazaret.
Conocería a José como alumno y se daría cuenta de su calidad humana». También
Joaquín sería el encargado de enseñar a María los rudimentos de la fe, pues en
aquella época «algún rabino decía que más valía quemar la Torá que enseñársela
a la mujer. Ellas no tenían obligaciones religiosas, porque se consideraba que
no eran capaces de conocer la Ley. Y en las sinagogas se las echaba fuera
cuando llegaba el momento de la glosa a las Escrituras».
Se
debieron de casar cuando él ya había cumplido los 20 años, «la edad en la que
se consideraba al varón como autónomo, pues ya habría heredado el taller de su
padre», y ella en torno a los 12 años «o poco más, lo más común entonces». Para
Barta, «el fiat de María llevaba implícito el fiat de José, que era necesario
para los planes de Dios».
Ambos
construyeron «un matrimonio moderno para esa época», algo que se percibe en
detalles como que, a la Pascua en Jerusalén, un acontecimiento anual que
obligaba a los varones mientras sus familias se quedaba en casa, no subió solo
él, sino también María y Jesús. «Vivieron todo eso juntos, además de las
oraciones en la vida diaria. Y seguro que arrastraron a muchas familias de su
entorno en aquellas caravanas a la Ciudad Santa». En este sentido, José fue
«absolutamente respetuoso con la mujer, si lo miramos con respecto a su
contexto histórico». De alguna manera, esta mirada única hacia la mujer se
reflejó después en la vida pública de Jesús. «María encabezaría el grupo de
mujeres que acompañaron a Jesús –dice Barta–, algo completamente insólito, porque
los rabinos no aceptaban mujeres, era algo mal visto. Sin embargo, Jesús lo
hizo. ¿De quién aprendió ese modo de apreciar a la mujer? Sin duda, de su
padre, José».
De
José se ha destacado a menudo su silencio, pero Barta no está del todo de
acuerdo: «Es verdad que en el Evangelio no aparecen palabras suyas, pero lo
cierto es que sí conocemos algo que dijo, lo más importante». Y explica que en
la Brit bilá, el rito de la circuncisión, era el padre el encargado de imponer
el nombre al hijo. «Por eso sabemos al menos una palabra que sí dijo: “Jesús”.
Así, gracias a José, los cristianos de todas las épocas tenemos la que es la
palabra salvífica por excelencia».
Publicado
por Alfa & Omega
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