Actualidad Mundial | Mons. Telésforo Isaac
Haití, al margen de
los acontecimientos actuales
Al margen de lo que acontece en
la parte occidental de la isla Hispaniola, Haití, hay lugar para algunos breves
relatos de hechos y prácticas curiosas tradicionales, de las cuales el autor
puede dar fe, por su presencia y conocimiento de esas anécdotas.
Días antes de la votación para elegir al Dr. François Duvalier, en las
elecciones de 1956-1957, en una finca de la comunidad llamada Mont Rouis, cerca
de la ciudad de Saint Marc, a una hora de distancia de Puerto Príncipe,
presencié lo siguiente: el candidato del partido de Duvalier para la senaduría
de Puerto Príncipe, Emmanuel Moreau, llevó en su camioneta grandes bultos que
contenían boletos oficiales de la Comisión Electoral. Ordenó al mayordomo de la
finca, M. Ducasse, a poner sus huellas digitales a miles de las boletas, que se
presume, serían los votos para elegir al candidato a la senaduría de la capital
de la nación. El empeñado mayordomo se pasó el día entero imponiendo sus
huellas; sólo tomaba tiempo para descansar, tomar café y comer joumou a griot (comidas
típicas haitianas). Yo tenía experiencia de las elecciones en la República
Dominicana, donde era obligación votar por el Generalísimo Trujillo o su
nombrado candidato; pero lo del fraudulento proceso de Haití fue realmente
extraordinario.
Otra curiosidad tradicional practicada en Haití, que muchos conocían, pero
nadie contaba, es lo que relato aquí con sentido de mesura reverencial. Al
final de la colina de la Avenida Jean Paul, Haut a Turgeau, había una gruta con
la imagen de la Santa Virgen María. Los sábados, allá por los años 1954-1956,
mujeres de todas las clases e iglesias religiosas cristianas, hacían
peregrinaciones subiendo la cuesta hacia la gruta; se postraban en adoración y
hacían la siguiente plegaria de petición, según nos consta: “Oh, santa Madre de
Dios, tú que concebiste sin pecar, tenga piedad de mí, y me permita pecar sin
concebir”. Se entiende que esta plegaria es una modalidad de método
“anticonceptivo”, de una práctica con base cristiana llevada a cabo con
inusitada fe.
La anécdota más curiosa e intrigante que tuve en la institución en Mont
Rouis, donde me gradué en Teología y Antropología, fue un hecho ocurrido una
noche en que estudiaba las intrigas que confrontaba Jesús con los fariseos,
saduceos, sacerdotes y abogados de la religión judía. Por razones que no puedo
explicar, pronuncié en alta voz una expresión como la siguiente: “cuántos
dirigentes malévolos había en el pueblo judío; pero gracias a Dios por la
Sagrada Familia y los santos apóstoles”. Uno de los compañeros estudiantes me
oyó, y de manera furiosa me reclamó por lo que dije como comentario de una
verdad no refutable; lo que yo había expresado fue un detonante de una
explosión psiquiátrica de Lafont Lapoint. La algarabía fue tan notoria en la
biblioteca que el rector de la entidad fue llamado, y él se llevó al
estudiante. No lo volví a ver al pobre compañero; pues, fue internado en un
centro para la recuperación psiquiátrica.
Todavía no entiendo por qué la expresión que hice fue el detonante para que
la inestabilidad del compañero se disparara. Quien suscribe lo da a
conocer, solo por curiosidad, en estos momentos históricos cuando el mundo
muestra interés en todo lo que acontece en esa parte occidental de la isla,
especialmente los que somos de República Dominicana y vivimos al este de la
frontera.
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