A debate | Javier Sánchez, capellán de la cárcel de Navalcarnero
¿Jesús fue comunista?: El
Evangelio y la preocupación por los pobres (1 de 2)
"Y Monseñor Romero,
los mártires de la UCA, don Helder Cámara, Pedro Casaldáliga, Rutilio
Grande..."
Cuando
pensamos en el Evangelio y en lo que supone la persona de Jesús, quizás, desde
algunos sectores, siempre parece que nos viene a la cabeza la figura de alguien
muy “angelical”, en el sentido de una persona “que no se metía en problemas de
ningún tipo”, y que su objetivo era “dedicarse a las cosas de su Padre”,
entendiendo precisamente por esas cosas, “las del cielo”, es decir lo que está
apartado del mundo y de la vida de cada día. Pero entender así a Jesús, el
Evangelio y el proyecto que El llamó “Reino de Dios”, y que le llegó a costar
la vida, es no entender nada, a mi juicio, de quién es realidad Jesús
de Nazaret, y cual es realmente su proyecto de felicidad para todos los
hombres y mujeres del mundo.
El proyecto de
Jesús, el llamado Reino de Dios, solo puede entenderse desde el texto que El
mismo proclama en lo alto del monte, según el Evangelio de San Mateo (lugar
típico de encuentro con Dios en el mundo judío), y en un llano, según el
Evangelio de San Lucas ( entendiendo por llano el lugar donde está la persona,
el ser humano, y donde en ese lugar se encuentran Dios y el hombre). Pero lo
que está claro es, que en cualquiera de las dos versiones, no podemos
entender el evangelio de Jesús y su proyecto de vida por antonomasia, si no es
desde la preocupación que tiene, el Hijo de Dios, por los pobres, los
sufridos, los desgraciados, los que en definitiva no contaban en su sociedad y
siguen sin contar en la nuestra.
Los pobres y
los marginados, los que nadie quiere, son los preferidos del Jesús del
Evangelio, y son por ellos por los que Jesús da la vida. Por ellos es vilmente
asesinado y por eso son precisamente los pobres, los que entienden el mensaje
de Jesús. Y frente a ellos, los ricos, los poderosos, los que se creen los
buenos y cumplidores de la fe judía, son los que no solo no lo entienden, sino
que son los que precisamente lo asesinan.
El poder es el
que da muerte a Jesús de Nazaret, justamente porque no aguanta que alguien,
desde abajo, desde la llamada “exousía”, o la autoridad moral que tiene, les
pueda arrebatar lo que para ellos es el sentido de su vida: el poder como
opresión, incluso
desde su mismo “sillón religioso”. Ese poder encarnado en los que detentan la
fuerza a nivel civil y religioso en la sociedad judía de su tiempo: sumos
sacerdotes, fariseos, escribas….Y es curioso, que ese mismo poder es el que
sigue matando a millones y millones de seres humanos en todo el mundo.
Ese poder
sigue haciendo que cada día la brecha entre pobres y ricos, sea cada vez mayor. Y por eso igual que a Jesús, a los que
se ponen de su parte también se les martiriza y se les llega a asesinar. El
poder de cualquier tipo e institución, no entiende “de lavar los pies”, sino
solo entiende “de comer del fruto prohibido”, para llegar a ser como Dios,
porque desde ese poder llegan a considerarse auténticos dioses, que atentan
como Caín, contra aquel que quiere solo insinuar que todos somos iguales, que todos
nos merecemos lo mismo, que todos somos Hijos e Hijas de Dios y que “no hay
distinción entre judíos, y gentiles, esclavos y libres” ,en el lenguaje paulino
de Gálatas (Gal 3, 28).
Dichosos los
pobres, y Ay de vosotros los ricos, llegará a decir el Evangelio, dichosos los
que lloran y son perseguidos por causa de la justicia, y ay de aquellos
satisfechos que tenemos de todo. Y esas palabras le causaron a Jesús de Nazaret
la entrega de la vida; el Jesús del Evangelio no puede soportar que
sean los ricos los que avasallen y que los poderosos sean siempre los primeros.
Por eso la comunidad lucana pone en boca de María el maravilloso himno del
Magnificat, después de su visita a Isabel: “Derriba del trono a los poderosos y
enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos
los despide vacíos” (Lc 1, 52-53). Y no entender esto, en el fondo es no
entender el Evangelio, aunque vayamos a misa “todos los domingos y fiestas de
guardar”. No entender esto, significa no entender la causa auténtica de la
muerte de Jesús: su preocupación por los pobres y crucificados de la tierra y
su crítica feroz hacia los poderosos que crean millones de desheredados cada
día, en la sociedad judía de entonces y en el hoy de nuestro mundo.
Pero tuvieron
que pasar muchos siglos, para que surgiera un pensador, llamado Carlos
Marx, ateo como él se confesaba, que criticaba profundamente la religión y
la manera de entender equivocadamente a Dios, y ese pensador creara el
marxismo, para decirnos a los creyentes que había cosas que nuestro Dios no
podía entender, y que a nuestro Dios seguro que le dolían: la brecha entre
pobres y ricos, tan criticada por Marx, hizo que la Iglesia también se fuera
preguntando en aquella sociedad de mediados del siglo diecinueve, cuál era su
papel en esa sociedad dividida y dual que estábamos creando los seres humanos.
Pero Marx, no fue el autor de ese pensamiento, ya lo había dicho el Evangelio,
muchos siglos antes. Ya había dicho Jesús que Dios y el dinero eran
incompatibles y que no se podía servir a dos señores. Ya el Evangelio de San
Mateo había juzgado a aquellos que “no asistían a los pobres, los encarcelados,
los hambrientos, los sedientos, los enfermos, los desnudos….” (Mt 25, 31 ss).
Y por
eso, desde que Marx nos lo recordó, parece que todos los que se
preocupan por el destino y la vida de los pobres, son tachados de comunistas, y
de ir en contra del Evangelio. Esta crítica no es nueva, no es de los que
ahora lo dicen. Y son tachados de ellos por los que tienen el poder y la
riqueza; en tiempos de Jesús, El era tachado de blasfemo por el poder
establecido, en nuestros tiempos, los que así actúan son tachados de
comunistas, por los mismos que detentan el poder en nuestro tiempo.
Hace unos
días, la vicepresidenta del gobierno español, Yolanda Díaz, fue recibida por el
papa Francisco, y desde la derecha reaccionaria y poderosa, se tachó esa visita
de “cumbre comunista”. Pero
precisamente porque ha tenido que venir un papa del hemisferio sur, un papa del
otro lado del atlántico, a recordarnos que la Iglesia tiene que estar al
servicio de los pobres, y que solo cuando es pobre y acoge en su seno a los más
pobres, es la auténtica Iglesia de Jesús. Desde el comienzo de su pontificado,
así lo anuncio Francisco, en su mismo nombre, diciendo que la Iglesia es la
comunidad de los pobres, es el espacio de acogida para todos. Y a lo largo de
todos estos años, así lo ha ido manteniendo; su preocupación fundamental son
los inmigrantes, los encarcelados, los enfermos… los que nadie quiere. En el
fondo, los mismos a los que prefirió Jesús de Nazaret. De nuevo los poderosos,
no lo entienden, y quizás no se atreven a asesinarlo, como hicieron con el
maestro, pero si se atreven a difamarlo y a crear corrientes en su contra, por
la misma razón: porque se les quita su poder, porque son criticados por hacer
del poder el eje de su vida, incluso a algunos eclesiásticos, que también lo
detentan hoy sí.
Es conocida la
anécdota del papa Francisco, en el cónclave donde fue elegido papa: “En
las elecciones, tenía a mi lado al arzobispo emérito de Sao Paulo, el
cardenal Claudio Humes, un gran amigo. Cuando la cosa se iba poniendo peligrosa
(iba ganando), él me confortaba, ja ja… Y cuando los votos llegaron
a los dos tercios, vino el aplauso porque había sido elegido papa. Y él me
abrazó, me besó y me dijo: no te olvides de los pobres. Y aquella palabra entró
aquí (señalándose la cabeza). Los pobres, los pobres. Mientras continuaba el
recuento, pensé en San francisco, el hombre de la paz. Y así llegó el nombre a
mi corazón. El hombre de paz. El hombre pobre. ¡Cómo desearía una Iglesia pobre
y para los pobres…!”.
Y sin duda que
está siendo el eje de su vida y su desvelo en cada momento. Por eso es
criticado. Y por eso también ha sido criticada esta visita con la
vicepresidenta del gobierno español, y ella misma ha dicho que con el papa le
unen muchas cosas y planteamientos.
No ha sido al
único que han tachado de comunista, en los últimos tiempos, incluso desde
dentro de la propia Iglesia. Son conocidas las palabras del gran don Helder
Cámara, obispo de Brasil, “Cuando doy pan a u pobre, dicen que soy un
santo. Cuando pregunto por qué el pobre no tiene pan, me llaman comunista”.
Este hombre que vivió y murió para los pobres fue tachado por eso de lo mismo,
cuando lo único que hacía era llevar a cabo, a la vida de cada día el Evangelio
de Jesús.
Publicado
por Religión Digital
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