Cultura y Vida | Ricardo Ruiz de la Serna/A&O
La era cristiana nació en Rumanía
Lo inventó Dionisio el Exiguo,
el monje bizantino oriundo de Dacia que introdujo la era cristiana como forma
de dividir el tiempo y enumerar los años. En la exposición Tesoros arqueológicos de
Rumanía. Las raíces dacias y romanas, que acoge el Museo
Arqueológico Nacional hasta el próximo 27 de febrero, pueden ustedes asomarse a
ese mundo que alumbró a Dionisio. Bajo el alto patronazgo del rey Felipe VI y
del presidente de Rumanía, y en el marco de los actos por el 140 aniversario de
las relaciones diplomáticas entre Rumanía y España, ha llegado a la capital una
deslumbrante selección de más de 800 objetos arqueológicos de gran relevancia,
procedentes del Museo Nacional de Historia de Rumanía y de otros 40 museos e
instituciones del país de los dacios, los getas y los sármatas. Han contribuido
también a la muestra instituciones como el Museo Arqueológico de Sevilla, el
Ayuntamiento de Guadix y el Museo del Prado. El resultado es esta exposición
que nos permite viajar en el tiempo. El recorrido está estructurado en seis
grandes ámbitos que nos conducen a través de las diferentes civilizaciones
antiguas que florecieron en el territorio de la actual Rumanía. Cobran vida
ante nosotros los griegos del mar Negro, los guerreros escitas, los jinetes
sármatas, los nobles getas y los reyes dacios. Admiren la opulencia de las
ciudades romanizadas. Adéntrense en ese mundo de los bárbaros que terminaron
romanizándose.
Es de agradecer que los organizadores hayan
diseñado un recorrido que no fatiga ni abruma. Así, el visitante puede
detenerse ante un casco principesco de oro reluciente que tal vez perteneció a
un niño. La pieza tiene unos 25 siglos. El orfebre no podía imaginar que hoy lo
verían nuestros ojos. Observen las figuras con que está decorado. Aprecien el
dinamismo de ese sacrificio que se ofrece ante sus ojos. Vayan con cuidado
porque, en estos pasillos, habitan dioses paganos como Glycon, cuya estatua con
forma de serpiente nos mira curiosa. Sigan con la mirada los trazos de la
hiedra en esta estela funeraria del siglo VI que viene de Constanza y luce una
cruz. Son muchas las piezas de oro y plata –brazaletes, pulseras, anillos,
pendientes y colgantes– que testimonian la riqueza de aquella provincia, a
caballo entre Oriente y Occidente, a la que fueron destinadas tropas de
Hispania. Imagínense al soldado bético vigilando entre las brumas de los
Cárpatos o recordando el Guadalquivir desde las orillas del Danubio. El
catálogo de la exposición contiene tres estudios de Constantin C. Petolescu, de
la Academia Rumana de Ciencias, que arrojan luz sobre las relaciones entre
Hispania y la Dacia en tiempos de los emperadores Trajano y Adriano, hispanos
ellos mismos.
En efecto, Roma y el reino dacio mantuvieron una
dura pugna durante más de 15 años por el dominio de los Cárpatos y la frontera
del río que atraviesa Europa Central. Los mapas que se exhiben en las distintas
salas permitirán al visitante comprender la importancia estratégica y
geopolítica que, en el primer siglo de nuestra era, revestía esta región. En el
mismo catálogo, David Soria Molina, de la Universidad de Murcia, analiza las
guerras dacias del emperador Trajano, que terminó con la destrucción de su
rival y la romanización del territorio.
La religiosidad de los dacios aparece por doquier
en estas salas. Mientras caminaba por las salas, recordaba los comentarios de
Mircea Eliade a la obra de Brancusi en La prueba del laberinto.
Hay algo que recuerda al genial escultor rumano en este guerrero dacio que nos
da la bienvenida. «Brancusi se acercaba a ciertas piedras con la reverencia exaltada
y a la vez angustiada de alguien que veía manifestarse en ese elemento una
potencia sagrada, una hierofanía», recordaba Eliade. Gracias a estas piezas,
cobran vida el misterioso culto de Zalmoxis, las prácticas mágicas de los
antiguos dacios y el tesoro de tradiciones y cuentos populares rumanos. No
dejen de admirar el kit de magia antigua. Vean estas figuras parecidas a
fetiches. Fíjense en la estatuilla de un lobo al que quizás se veneraba como
animal totémico.
España y Rumanía tienen muchas cosas en común;
entre ellas, el legado de Grecia, Roma y la cristiandad. La conmemoración de
los 140 años de relaciones diplomáticas ha propiciado esta exposición admirable
de los tesoros de ese país con el que tantas cosas compartimos.
Publicado por Alfa & Omega
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