Espiritualidad | Dolores Aleixandre/RD
¿Ser madre de Jesús?
Dar espacio. Una nueva imagen para vivir el
Adviento
Los cristianos
tenemos un “lenguaje de Adviento”: espera, esperanza, salvación, María,
preparación, encarnación, profetas…
Podemos añadir
esta otra expresión: dejar espacio e imaginar esta
escena: una expedición se ha adentrado en una selva, pero se han perdido y no
encuentran salida. Pasan los días, están sedientos, hambrientos y al borde
de la desesperación. De pronto, les llega por radio el aviso: está llegando un
helicóptero de rescate y lo único que tienen que hacer es despejar un espacio para
que el helicóptero aterrice. No se les pide que hagan ninguna otra cosa
excepto esa: dejar un lugar vacío, quitar estorbos para acoger la
salvación que llega.
Es una buena
metáfora para entender mejor qué es el Adviento y por qué, para vivirlo a fondo
tenemos que alejarnos de esos imperativos que, desde fuera, nos ordenan lo
contrario: llenarnos de cosas, de prisas, de ruido. Necesitamos soltar trastos
inútiles, vaciar, liberar espacio, dejar sitio, y eso es precisamente lo
que ocurre en un embarazo: desde el comienzo y de manera progresiva, todo en el
interior de la madre, las paredes de su útero, se van contrayendo y retirando
para dejar espacio a la vida que está creciendo dentro de ella y que necesita
moverse y desplegarse.
Jesús preguntó
una vez: “¿Quiénes son mi madre y mis hermanos? Y mirando a los
que estaban sentados a su alrededor, añadió: Estos son mi madre y mis
hermanos. El que hace la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi
madre.” (Mc 3, 21-22; 31-35). Lo de ser “hermanos de Jesús” quizá
podamos entenderlo, pero ¿Cómo podemos ser su “madre”?
Para irnos
haciéndonos “madre de Jesús” necesitamos ir dejándole espacio en nuestra vida y
“empujando hacia atrás” los estorbos que no le dejan desplegarse y crecer en
nosotros. En lo concreto, se trata de la práctica cotidiana del amor en su
versión de “hacer sitio”, dejar pasar primero a otros, abrirles espacio para
que puedan ser como son y moverse a sus anchas. Por ahí va ese desafío de
maternidad...
Publicado
por Religión Digital
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