Vida Humana | José Luis Pinilla, SJ/VN
Mujer y sin papeles
Sin
papeles. Es Mujer. Como si fueran vulnerabilidades añadidas. Le trajeron
para cumplir su “trabajo”. Aunque ya se sabe que la normativa española tiene
grandes incongruencias. La de estar sin papeles y, por tanto, penalizada. Y,
por otro lado, la petición de regularización de su situación precisa el
permanecer tres años de forma irregular. Algo así como aguantar como persona
irregular para ser premiado. Un sinsentido, vamos.
Aunque
en nuestro caso, la mujer de la que os hablo encontró acogida en un barrio
humilde cerca de la Plaza de Castilla en Madrid. Y, en la estancia en
donde vive, hay una foto suya en la pared que va acompañada siempre de un
calificativo en un rotulo en rojo que la define como “sin papeles”.
Y
curiosamente pudo pasear libremente por Madrid sin ser molestada ni demandada
nunca por su situación, en los 20 años que lleva con nosotros. Un tiempo largo
que le ha permitido vivir el contraste de la opulencia de las vecinas
cinco torres en Madrid con la modestia de las casas en el su barrio ventillero y
popular. Y, por lo tanto, vecina de muchísima gente que acude a ella en
búsqueda de consejo, protección y fuerza para algunos ánimos a veces
vacilantes.
Desde
hace años pasea con garbo su ciudadanía extranjera sin que su imagen y perfil
de emigrante le haya ocasionado molestia alguna. Lleva “traje” de emigrante en
casa y cuando sale de ella. Desde hace veinte años es muy amiga y hasta cierto
punto “lideresa” de sus compatriotas ecuatorianos. Incluso muchos la visitan
para agradecerle sus servicios. La han aupado a hombros muchas veces por
festejarla. Sobre todo, en noviembre, que es cuando celebra “su santo”.
Una
presencia sanadora
Originaria
de Oyacachi, un pequeño pueblo indígena en Ecuador ubicado en las estribaciones
de la cordillera Oriental, al este de Quito. Posteriormente encontró acomodo en
otro lugar donde la visitaba mucha gente. Desde lugares lejanos. Dicen que solo
con su presencia tranquilizaba situaciones y acompañaba dolores. Era
sanadora simplemente estando con ella. Y lo sigue siendo en España.
Un
compañero, Miguel Ángel Sánchez-Arjona, SJ, en 2003 viaja a Ecuador
para conocer la realidad de origen de las familias que van llegando a Madrid.
En su viaje de regreso le acompaña esta mujer que entra por Barajas sin
papeles. Y sin problemas.
Le
visité este pasado 21 de noviembre por las calles de la Ventilla. Y
comprobé que a su paso le saludaban muchos paisanos de su tierra, incluso unos
policías ese día le abrían paso.
Religiosidad
popular
Ya
habrás adivinado, querido lector, que me refiero a la llamada Virgen del
Quinche, que dicho domingo en un recorrido procesional, llevada en andas con la
bandera de Ecuador a sus pies, abarcaba varias manzanas acompañada de música de
su país, himnos, flores, rezos y cantos gracias a una perfecta organización de
la ejemplar Asociación de la Virgen del Quinche y la Parroquia de San Francisco
Javier y San Luis Gonzaga, que han ido modificando al igual que el programa de
actos en su honor, la estructura organizativa del culto.
La
religiosidad popular no deja de crecer. Y muy especialmente entre los más
pobres del mundo. Haríamos bien en abrirnos a una apertura que nos acerque a la
experiencia devocional y espiritual sobre la que como Iglesia necesitamos
reflexionar a la luz, entre otras fuentes de la antropología, la teología y el
magisterio.
Una
religiosidad popular que tiene su lugar dentro del gran cuerpo en Cristo. Durante
tanto tiempo olvidada e incluso despreciada. Quizás si nos acercáramos a
la religiosidad de los más humildes se podrían aportar nuevas claves para
reforzar una Iglesia con preferencia por los más pobres. Notando entre
nosotros, como señala el documento de la Conferencia Episcopal española
‘Iglesia servidora de los Pobres’ (nº 9), que “los más pobres entre los pobres
son los extranjeros sin papeles”. Habrá que estar al tanto para no coartar la
fuerza misionera de la religiosidad popular que es fruto del Espíritu.
La
Iglesia es Jesús, su Cuerpo, pero Jesús presente en su pueblo. La Iglesia es
también realidad humana, asamblea, el “lugar” donde se realiza, donde se vive,
donde está “esta Iglesia”, una “comunidad” de comprometidos e iguales en torno
de Jesús. En la medida que la religiosidad popular no se ha hecho folclore sin
sentido, o magia, o superstición, no se ha desviado de su esencia (lo que, por
otra parte, es también posible en la Iglesia oficial, y se da en bastantes
casos) la religiosidad popular es lugar eclesial.
Me
lo recordó una Mujer que llegó sin papeles, pero que juega un “papel”
fundamental en la integración, y cohesión social de los emigrantes. Y no solo
de los ecuatorianos.
Publicado
por Vida Nueva
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