Espiritualidad | José Cristo Rey García/EDE
¡Que nadie se pierda!
¿Seré
yo una oveja perdida? Y cuando es otra la persona que está perdida, ¿cuál es mi
reacción? Tomemos conciencia de todo aquello que nos extravía, que nos pierde.
Supliquemos al Espíritu Santo tener la suficiente honestidad y claridad para
reconocerlo… Y la fuerza de voluntad para buscar y encontrar.
En
aquel tiempo dijo Jesús: “¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas y se
le extravía una de ellas, ¿no dejará las otras noventa y nueve en el monte e
irá a buscar la extraviada? Y si logra encontrarla, os aseguro que se alegrará
más por esa oveja que por las noventa y nueve que no se extraviaron. Del mismo
modo, vuestro Padre que está en el cielo no quiere que se pierda ninguno de
estos pequeños”.
Excesiva
preocupación por una sola oveja
¿Qué os parece? La pregunta que Jesús hace no
tiene una respuesta obvia.
¿Habría
que decir que sí a una preocupación excesiva por una oveja, cuando las otras 99
quedarían desatendidas por el pastor durante el tiempo de la búsqueda?
¿No
se dice que debe prevalecer el bien común sobre el bien particular? Por eso, lo
normal es decir que ¡no parece!
Sin
embargo, con esta comparación Jesús nos invita a ver la realidad desde otra
perspectiva:
¡Dios
no quiere que se le pierda ninguno de sus pequeños, aunque ello comporte el
abandono por un tiempo de los demás! Dios no es feliz cuando alguien se le
pierde.
Y
tampoco son felices sus amigos o amigas, porque se identifican con el querer de
su Dios. A ellos o ellas les duele la pérdida de un hermano. A todos les
parece muy bien esa búsqueda de la oveja perdida por parte del Pastor. Todos se
alegran cuando lo perdido es encontrado.
Es
más, ¡hasta el cielo se alegra!
Jesús
propuso esta comparación a quienes, en lugar de alegrarse, lo criticaban por su
gran cercanía con los pecadores. Eran los representantes de la religión
oficial. Para Jesús, a nadie hay que considerar irrecuperable y por eso, ante
una oveja que se pierde, hay que reaccionar inmediatamente saliendo en su
búsqueda.
Cuando
falta el celo apostólico
La
falta de celo apostólico, de espíritu misionero es la causa de tanta indolencia
en la búsqueda de quienes se han alejado de la fe y de la comunidad. Una
Iglesia no misionera es aquella que se encierra en el redil y sólo atiende a
quienes en el redil quedan. El redil se va vaciando y ante quienes nos han
abandonado solo se reacciona con un ¡qué le vamos a hacer!, o tal vez con
desprecio.
La
comparación con el buen pastor nos muestra, ante todo, que es posible
recuperar a quienes estuvieron con nosotros “en el redil”. Que Dios no quiere
que ninguno de sus hijos o hijas se pierdan. Que es necesario entrar en una
dinámica misionera extroversa.
Por
muy difícil que la misión de búsqueda parezca, tendrá resultado. Dios es el
primer interesado. Sólo así habrá felicidad en la comunidad de Jesús:
celebrando la llegada de quienes se perdieron. Si creemos esto de verdad, se
abren perspectivas preciosas a la “nueva evangelización”.
Hazte
cercano o cercana a alguna persona que sea como la “oveja perdida”. No te
importe para ello desconectar un poco de tu comunidad de fe. Con Jesús ve en su
búsqueda. Después la alegría será grande.
Plegaria
Dios
y Padre nuestro, que no quieres que ninguna de tus hijas e hijos se pierdan,
mira a tantas personas que han abandonado tu Iglesia, o el ministerio
ordenado, o la vida religiosa, o la vida matrimonial, comunícanos tu Espíritu
para que nos acerquemos a ellas y tratemos de recuperarlas y ofrecerles
espacios para vivir la fe y la misión de nuevo.
Publicado
por Ecología de Espíritu
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